CINCO CONSTATACIONES SOBRE LA POBREZA, CATORCE TESIS SOBRE EL DESARROLLO SOCIAL, Y UNA CONCLUSIÓN SOBRE LA ECONOMÍA SOLIDARIA


CINCO CONSTATACIONES CLAVES PARA COMPRENDER LA REALIDAD DE LA POBREZA EN AMÉRICA LATINA.

En los últimos años, en los documentos oficiales de los Gobiernos y los organismos internacionales, el interés y preocupación por la pobreza ha asumido una connotación fundamentalmente estadística. Se discute cuántos son los pobres, con qué indicadores identificar sus diversos niveles, cuáles tendencias se manifiestan en la distribución de los ingresos, etc. Y los datos que se proporcionan para América Latina como un todo y para la mayor parte de sus países en particular, son alarmantes. En efecto, desde hace tres décadas, la pobreza está aumentado en América Latina. En términos relativos, en cuanto la distribución del ingreso se torna cada vez más desigual. En términos absolutos, porque aumenta el número de pobres y extremadamente pobres: actualmente más de 200 millones de latinoamericanos no alcanzan a satisfacer sus necesidades básicas.
Pero el enfoque estadístico del tema deja en la sombra, no solamente la realidad humana que se esconde detrás de las cifras, sino también un conjunto de hechos, fenómenos y procesos que están caracterizando actualmente el mundo de los pobres, y que han dado lugar a una verdadera transformación de la pobreza, a partir de la cual ella es hoy una realidad cualitativamente distinta a la que se manifestaba treinta años atrás. Entre tales fenómenos y procesos podemos constatar los siguientes:
De la marginalidad por defecto de integración a la pobreza por exclusión activa.
Hasta hace dos décadas, cuando se hablaba de los pobres se hacía referencia a aquella parte de la población que no había logrado integrarse a la vida moderna debido a que las infraestructuras urbanas, productivas y de servicios (educación, salud, vivienda, etc.) no crecían lo suficientemente rápido como para absorber la masa social urbana que aumentaba aceleradamente por causas demográficas, migraciones del campo a la ciudad, etc. Los extremadamente pobres eran quienes no habían experimentado un desarrollo cultural y laboral como el requerido por el proceso social moderno, y constituían un cierto porcentaje de la sociedad que se aglomeraba en la periferia de las grandes ciudades.
En última síntesis, aquella marginación resultaba de la reorganización de la economía y la estructura social que se verificaba por la expansión de las formas industriales y estatales modernas, que fueron desplazando y desarticulando el tejido social y las actividades de producción, distribución y consumo tradicionales, afectando especialmente a los grupos sociales indígenas, campesinos y artesanales. Como el sector moderno crecía y manifestaba capacidades para absorber fuerzas de trabajo y satisfacer demandas de consumo, se producía adicionalmente un efecto de atracción para muchos que abandonaron prematuramente sus formas de vida tradicionales y emigraron hacia las ciudades en busca de otros modos de vida. Pero los que no lograron integrarse, no pudiendo tampoco darle en el contexto marginal urbano un uso a sus capacidades y destrezas laborales correspondientes a esos modos de producción campesinos y artesanales, encontraban sólo en la acción social del sector público sus posibilidades de sobrevivencia y de reinserción. Su actividad social tendía a expresarse, entonces, fundamentalmente en términos reivindicativos y de presión social.
Aquella pobreza y marginación residual (por nombrarla de algún modo), sigue existiendo en la actualidad. Pero el mundo de los pobres es hoy mucho más numeroso, porque ha sido engrosado por una masa de personas que, habiendo anteriormente alcanzado algún grado de participación en el mundo laboral y en el consumo y la vida moderna, han experimentado luego procesos de exclusión: cesantía, pérdida de beneficios sociales, subempleo, precarización, etc. Lo que ha sucedido es, en síntesis, que el proceso industrial y estatal moderno, no sólo no pudo absorber todas las fuerzas de trabajo y las necesidades sociales que crecían junto con la población, sino que incluso comenzó a expeler a una parte de quienes había en algún momento incorporado. Este fenómeno de la exclusión no solamente afecta a los sectores populares y al mundo obrero, sino también a capas sociales medias que se han visto rápidamente empobrecidas por la pérdida del empleo y de beneficios sociales que habían mantenido en muchos casos por períodos prolongados. La pobreza en que caen estas familias resulta en ocasiones extremadamente dura, pues la experimentan por primera vez y no han desarrollado las estrategias de sobrevivencia cotidiana que son connaturales a la experiencia de la pobreza vivida desde la infancia. Se verifica también un proceso que puede entenderse como de inversión del ascenso social de una generación a otra: muchos jóvenes populares que habían accedido a la educación moderna y que adquieren por su intermedio las destrezas necesarias para insertarse en el mundo del trabajo, no encuentran las oportunidades de hacerlo y recaen en la pobreza.
La segregación de los pobres y la segmentación de la sociedad.
Como nunca antes, la pobreza en América Latina se ha concentrado en zonas urbanas y suburbanas de alta densidad poblacional. Diversos fenómenos de reorganización urbana han desplazado territorialmente a los pobres hacia comunas periféricas desprovistas de servicios básicos de educación, salud, pavimentación, alcantarillado, transporte, etc. Comunas y poblaciones marginales donde prácticamente no existen industrias, donde el comercio es precario, donde los servicios públicos están a menudo ausentes; y donde, en general, la distancia y el aislamiento respecto a los centros residenciales de elevados niveles de vida reduce al mínimo las oportunidades de acceder a empleos, ingresos y beneficios derivados de la proximidad a zonas de mayor desarrollo y riqueza.
En tal contexto, a la desocupación y el subempleo que implican reducidas oportunidades de ingresos, se agrega una exclusión multidimensional, en cuanto las necesidades que permanecen insatisfechas son múltiples. La pobreza deja de ser una situación relativamente transitoria derivada de la falta de empleo e ingresos, reversible cuando éstos vuelven a tenerse, sino que se convierte en una condición de vida global y permanente, incluyéndose en esto una exclusión de ciudadanía política.
La concentración y segregación espacial de la pobreza la torna al mismo tiempo invisible para el resto de la sociedad. La vida cotidiana de los sectores sociales empobrecidos se desenvuelve íntegramente en territorios segregados, dando lugar a formas de vida, relaciones sociales, pautas culturales donde se van recomponiendo identidades sociales y formas de comportamiento que tienden a perpetuar un modo de ser y de vivir caracterizado por la frustración y la falta de esperanzas. En estas condiciones, las ciudades latinoamericanas se encuentran profundamente segmentadas, existiendo entre sus sectores modernos y dinámicos y los territorios marginales una fractura profunda, una discontinuidad no solamente económica sino también social, política y cultural.
De la pobreza como potencial político a la pobreza como debilidad y carencias.
Actualmente los pobres están prácticamente solos frente a sus problemas. Veinte años atrás se pensaba que las naciones del Tercer Mundo constituían un potencial de desarrollo y conflicto, capaz de hacer valer sus fuerzas en el concierto internacional. Y dentro de estas naciones, se creía que los pobres eran importantes, porque los «movimientos populares» constituían una fuerza y una amenaza real al sistema establecido.
Muchos –intelectuales, partidos políticos, artistas- estaban con los pobres porque creían en su liberación, y con ella, en la transformación social, sea en términos revolucionarios o evolutivos. Actualmente el mundo de los pobres ha perdido gran parte de su fuerza, su organización y su capacidad de lucha. La pobreza, en cuanto fenómeno social, se manifiesta en su cruda condición de debilidad y carencias. Los pobres no tienen fuerza social y política. Por eso se han quedado solos. El que se pone al lado de los pobres no obtiene ventajas, ni siquiera reconocimiento genuino. Hace treinta años hacer una «opción por los pobres» constituía para muchos un motivo de orgullo. Hoy se la considera, en el mejor de los casos, un acto que deja fuera de la historia y que hace perder oportunidades. Por eso los pobres han dejado de interesar a los partidos políticos, a las universidades, a los intelectuales. Si en la década de los sesenta la pobreza y la liberación de los pobres era el gran tema de los sociólogos e intelectuales, que produjeron bibliotecas sobre la cuestión social, hoy lo que interesa es la modernidad y el paso a la postmodernidad. No ya la transformación, sino la globalización.
Los Gobiernos y los partidos políticos hablan todavía de la pobreza; pueden incluso afirmar que es su gran preocupación. Pero no actúan consecuentemente con el interés manifestado. Basta considerar dónde son colocados y tras qué objetivos se utilizan los recursos del sector público. La principal preocupación es mantenerse vinculados a los mercados internacionales y sus sofisticadas dinámicas: la revolución de la informática, las innovaciones bio-ingenieriles, las nuevas tecnologías, el consumo sofisticado, los nuevos instrumentos de la especulación financiera.
La pobreza como amenaza a la seguridad y al medio ambiente.
Aunque se encuentre concentrada y segregada territorialmente, y aunque haya perdido gran parte de su potencial de lucha y acción, la pobreza continúa presentándose como un peligro para el resto de la sociedad. Por un lado, la pobreza crea inseguridad ciudadana, porque genera delincuencia y porque, sin expectativas de ocupación y de ingresos mínimos, sin esperanzas de progreso e integración por conductos normales, toman cuerpo en el seno del mundo popular comportamientos y actitudes de rechazo y rebeldía social que no se encauzan por medios políticos, sino que generan acciones inorgánicas que se expresan a menudo en formas violentas y antisociales que atentan contra las personas y la propiedad. Para muchos, la acción delictual se presenta como el más fácil y accesible expediente para resolver los problemas de la subsistencia y para acceder a niveles de consumo a los que son excitados por la publicidad y los medios de comunicación de masas. Como consecuencia de ello, toda América Latina se encuentra afectada por crecientes fenómenos de inseguridad ciudadana. La mayor parte de los habitantes de las grandes ciudades viven atemorizados por la delincuencia, ante la cual reaccionan desplegando comportamientos defensivos que reducen consistentemente sus márgenes de libertad.
Por otro lado, la pobreza contamina y amenaza el equilibrio del medio ambiente. La pobreza agrava el problema ecológico. Grupos humanos extremadamente pobres concentrados en zonas densamente pobladas de precaria urbanización, carecen de medios para cuidar y limpiar su medio ambiente inmediato. El efecto negativo del polvo que se levanta en calles sin pavimentar, del humo que libera la combustión de la madera, de los desechos y basuras que no obtienen adecuada canalización, se expande por la atmósfera y las aguas contaminando la ciudad y su entorno agrícola, con consecuencias muy serias para la salud de toda la población.
Todo esto hace volver la mirada a los pobres. Pero no por una genuina preocupación por ellos sino con la intención de defender el propio bienestar alcanzado. Y la respuesta tiende a ser en gran medida represiva: contener a los pobres en sus estrictos límites, acentuar su segregación, impedir que su amenaza potencial trascienda hacia otros sectores sociales y urbanos, fortaleciendo las fronteras que separan la pobreza del resto de la sociedad.
La activación económica de los pobres y la economía popular.
No todas las transformaciones experimentadas por la realidad de la pobreza tienen connotación negativa. Y para comprenderlo, es preciso mirar no solamente lo que le pasa a los pobres, sino especialmente lo que ellos hacen para enfrentar sus necesidades y problemas. Mirada la pobreza desde fuera, se la visualiza fundamentalmente en lo que tiene de carencias, y se la entiende como resultado de procesos estructurales, o en cuanto recaen sobre ella los efectos de fenómenos, procesos y acciones que se generan en otras esferas de la sociedad y que la impactan. Pero el mundo de los pobres está constituido por personas, familias y grupos humanos que tienen capacidades y que despliegan constantemente acciones e iniciativas tendientes a hacer frente a los problemas que los desafían.
La acción que se despliega actualmente en los sectores populares pobres es diferente a la que se verificaba en el pasado, correspondiendo a las nuevas circunstancias y condiciones de la pobreza transformada en los términos que hemos señalado. Cuando la marginalidad era vivida como una situación transitoria que sería superada por el camino de la integración a la modernidad, los pobres se organizaban para reivindicar sus derechos y presionar al Estado para acelerar las soluciones esperadas: empleo, vivienda, servicios de educación y salud, etc. Cuando el mundo popular estaba acompañado por quienes veían en él un potencial de lucha y de transformación política, la organización y movilización popular tenía las características de un proceso de activación política.
Aún cuando tales formas de acción y organización permanecen en alguna medida vigentes, la orientación personal que manifiestan desde hace veinte años los esfuerzos de integración y superación de su propia pobreza, se desenvuelven en un plano que podemos considerar directamente económico. En efecto, el semblante de las más grandes ciudades de todos los países latinoamericanos ha cambiado en los últimos años por la irrupción de un fenómeno social y económico que, si no es nuevo en términos absolutos porque en alguna medida siempre ha existido, lo es por la extensión que ha adquirido: la formación y establecimiento de numerosas pequeñas actividades productivas y comerciales cuyos protagonistas son los grupos sociales empobrecidos de los barrios y poblaciones marginales.
Para referirse a este fenómeno, economistas y sociólogos han acuñado diferentes expresiones: economía informal, pequeña producción popular urbana, economía sumergida, economía invisible, economía de subsistencia, economía popular. No siempre estos diferentes términos aluden exactamente al mismo fenómeno pues establecen diversos «cortes» en la realidad que identifican. Pero todos ellos engloban un universo de iniciativas y experiencias que incluye, al menos, lo siguiente:
a) El trabajo por cuenta propia de innumerables trabajadores independientes que producen bienes, prestan servicios o comercializan en pequeña escala, en las casas, calles, plazas, medios de locomoción colectiva, ferias populares y otros lugares de aglomeración humana. Una investigación realizada hace algunos años sobre estos trabajadores por cuenta propia llegó a identificar en Chile más de 500 «oficios» distintos ejercidos informalmente.
b) Las microempresas familiares, unipersonales o de dos o tres socios, que elaboran productos o comercializan en pequeña escala, aprovechando como lugar de trabajo y local de operaciones alguna habitación de la vivienda que se habita o adyacente a ella. En los barrios populares de las grandes ciudades de América Latina el fenómeno de la microempresa ha llegado a ser tan extendido que es normal que exista una de ellas en cada cuatro o cinco viviendas.
c) Las organizaciones económicas populares, esto es, pequeños grupos o asociaciones de personas y familias que juntan y gestionan en común sus escasos recursos para desarrollar en común, actividades generadoras de ingresos o provisionadoras de bienes y servicios que satisfacen necesidades básicas de trabajo, alimentación, salud, educación, vivienda, etc. Talleres laborales solidarios, comités de vivienda, «comprando juntos», centros de abastecimiento comunitario, «construyendo juntos», huertos familiares, programas comunitarios de desarrollo local, etc., son algunos de los tipos de organizaciones económicas populares más difundidos.
El tamaño relativo de este vasto y heterogéneo universo de actividades económicas populares es distinto en los diferentes países de la región. Pero en todos ellos es muy relevante en cuanto es a través de esta economía popular que un elevado porcentaje de la población latinoamericana (alrededor del 50%) tiene la oportunidad de efectuar sus aportaciones y obtener sus retribuciones económicas. Todas las investigaciones realizadas en América Latina coinciden en destacar su relevancia cuantitativa desde el punto de vista del empleo, y de la obtención de medios de vida para los sectores más pobres. Sin embargo, el tamaño exacto del fenómeno resulta muy difícil de precisar en razón de su propia naturaleza y características.
Desde un punto de vista cualitativo el hecho más interesante, sorprendente y novedoso manifestado por esta notable multiplicación de pequeñas iniciativas, organizaciones y experiencias económicas populares, es la movilización y activación económica del mundo de los pobres, en búsqueda de solución autónoma a sus propias necesidades y carencias.
CATORCE TESIS FUNDAMENTALES SOBRE EL DESARROLLO SOCIAL.
Más allá de alguna definición académica del «desarrollo social», que en términos sencillos entendemos como un proceso de superación estructural de la pobreza en su sentido más amplio, podemos sintetizar lo que implica formulando una serie de proposiciones o tesis fundamentales.
Tesis 1. El desarrollo social no tiene que ver con las cosas sino con las personas.
Naturalmente, la superación de la pobreza y el desarrollo social requieren bienes de consumo y una adecuada dotación de recursos materiales y financieros; pero en ningún caso ellos son suficientes. Más importante que los bienes concretos y las provisiones de capital, son el desarrollo de las capacidades humanas, el aprendizaje de los modos de hacer las cosas, los conocimientos necesarios para organizar y gestionar los procesos y actividades, el «saber hacer», la acumulación de informaciones crecientemente complejas, la organización eficiente de las actividades, por parte de los sujetos que ha de utilizar los recursos sociales disponibles.
Proveer a las personas de cosas y bienes materiales puede satisfacer transitoriamente sus necesidades; pero ello no los saca de la pobreza ni los desarrolla, pues las necesidades son recurrentes y consumidos los bienes las carencias vuelven a manifestarse.
El desarrollo social no supone tanto la satisfacción de las necesidades, sino el desarrollo de las capacidades propias para hacer frente a necesidades recurrentes y en expansión.
Tesis 2. El desarrollo social no consiste en la movilidad ascendente de algunas personas o familias aisladas, sino que es un proceso comunitario en que participan grandes grupos humanos.
La pobreza es un fenómeno social, multitudinario, que afecta a grandes grupos de personas que comparten muy precarias condiciones de vida. Que algunos individuos y familias encuentren oportunidades de ascenso social es positivo, pero ello no resuelve el problema de fondo, especialmente en las actuales condiciones de concentración y segregación territorial de la pobreza. En este contexto, las mismas oportunidades de movilidad individual se encuentran fuertemente reducidas. Los individuos y familias inmersos en un mundo de carencias y pobreza de todo orden, aunque tengan ocasionalmente ingresos superiores que les permitan incrementar su consumo, terminan irremediablemente atraídos por el medio de pobreza en que viven, a menos que tengan la oportunidad de cambiar radicalmente de ambiente. Obviamente, esto resulta posible a muy pocas personas.
El desarrollo social será comunitario, compartido, un proceso en que participen conjuntamente millones de personas, o simplemente no existirá.
Tesis 3 El desarrollo social supone la organización, la solidaridad y el esfuerzo activo de los mismos grupos y comunidades que lo experimentan.
La experiencia es abundante y reiterada en el sentido de que la organización popular es un requisito de la superación de la pobreza. La organización refuerza las iniciativas, multiplica las energías, facilita la obtención de los indispensables recursos. Un pueblo desorganizado no podrá jamás salir de la pobreza; lo más probable es que, por el contrario, se sumerja en un proceso de deterioro tendencial, en que la apatía, la desesperanza y la pérdida de energías reproduzcan las condiciones de la marginalidad y la exclusión.
Siendo el desarrollo un proceso inherente a los sujetos, no puede lograrse sin la participación activa de éstos, que movilicen sus propias capacidades y esfuerzos para alcanzarlo.
En este sentido, la solidaridad y la cooperación constituyen la más potente fuerza movilizadora del progreso social, en cuanto estimulan las iniciativas, hacen descubrir recursos y capacidades ocultas existentes en las personas y grupos, refuerzan la voluntad, activan la conciencia, y dan lugar a la formulación y puesta en marcha de proyectos que movilizan esas mismas capacidades y recursos.
Tesis 4. El desarrollo social es un proceso a la vez económico, político y cultural.
La expansión de las capacidades para hacer frente a las carencias económicas, la obtención de los medios indispensables para satisfacer las necesidades básicas, son parte y condición ineludible del desarrollo social. Pero éste no se agota en la dimensión económica. Tanto o más importante que la obtención de ingresos y la inserción en los procesos económicos, lo es la expansión de los espacios de participación y poder, que signifiquen la recuperación de la ciudadanía política real por parte de los grupos excluidos. Y aún más importante que esto, es el desarrollo cultural, pues sólo él posibilita que los eventuales logros económicos y políticos sean estables y permanentes.
El carácter «integral» de la pobreza a que hemos hecho referencia, plantea la necesidad de que también su proceso de superación resulte integral y polivalente.
Tesis 5. No se puede esperar del funcionamiento «automático» del mercado la solución de la pobreza ni el desarrollo social.
El mercado puede ser eficiente en la asignación de los recursos dados, pero tiende a reproducir (y a acentuar) las desigualdades en la distribución de la riqueza. En efecto, en el mercado se participa en la medida de lo que se tiene: recursos, ingresos, bienes. Los que carecen de una fuerza de trabajo en condiciones de proporcionar elevada rentabilidad al capital que puede contratarlos; los que no poseen bienes que vender; los que tienen escasos ingresos para comprar; esto es, los pobres, no participan en el mercado o lo hacen muy precariamente: el mercado los excluye.
El mismo mercado, que refuerza el poder de contratación de los que poseen mucho y debilita el de quienes poseen muy poco, acrecienta la desigualdad en la distribución de la riqueza socialmente producida. En este sentido puede decirse que el mercado es eficiente en la producción de riqueza, pero lo es también en la producción y reproducción de la pobreza.
La reinserción de los pobres en el mercado requiere el accionar de fuerzas y energías que, operando por fuera de los circuitos mercantiles, active su proceso de integración mediante la provisión de recursos y el despliegue de las capacidades que les permitan sucesivamente operar en él con algún grado de eficiencia.
Tesis 6. La superación de la pobreza y el desarrollo social no se pueden esperar tampoco de la sola acción del Estado.
La acción subsidiaria del Estado es indudablemente necesaria en la atención de los grupos más desvalidos y carentes, en función de los cuales tiende actualmente a focalizarse el gasto social. Los gobiernos cuentan con importantes recursos y capacidades de acción, con los cuales pueden paliar la pobreza extrema de ciertos sectores; pero no pueden sacar de la pobreza a millones de personas cuyas necesidades fundamentales se encuentran mal satisfechas.
Es un hecho que una parte relevante de tales recursos quedan atrapados en los complejos vericuetos de la burocracia, y terminan favoreciendo más a los sectores medios que tienen mayor poder de presión, que a los verdaderamente pobres carentes de fuerza y de adecuada representación ciudadana. Existen abundantes evidencias de que los servicios públicos de salud, educación, previsión social, vivienda, aún siendo necesarios y habiendo alcanzado una gran cobertura, son notablemente deficientes en cuanto a la calidad y cuantía de las prestaciones, y no se encuentran dimensionados a la situación de pobreza existente. En las actuales condiciones fiscales en que se debaten los Estados, y con las tendencias ideológicas actualmente predominantes, es impensable esperar que los programas públicos se desarrollen en forma tal que lleven a resolver el problema multitudinario de pobreza existente en América Latina.
Por otro lado, cuando se atribuye al Estado la responsabilidad de resolver los problemas sociales, los grupos potencialmente beneficiarios desarrollan comportamientos pasivos, en espera de soluciones venidas de arriba, y se ven desincentivados a generar aquellos procesos autónomos que, como hemos visto, sólo ellos significan verdadero desarrollo social.
Tesis 7. La superación de la pobreza y el desarrollo social son responsabilidad de toda la sociedad.
La pobreza no es solamente un problema de los pobres, sino de la sociedad entera. Vivimos en un mundo en que, no obstante la segregación de los pobres, las magnitudes de la pobreza son tales que de un modo u otro afectan a toda la población, cuya calidad de vida se siente resentida incluso para los sectores de altos ingresos. En busca de subsistencia los pobres se han tomado las calles, las plazas, los parques, los accesos a los servicios públicos e incluso al comercio. Ya nos referimos a la inseguridad ciudadana y al problema ecológico que se agravan en condiciones de tan abundante pobreza. Definitivamente, si en una sociedad hay muchos pobres, toda la sociedad es pobre y subdesarrollada.
Si el problema es de todos, la superación de la pobreza y el desarrollo social son también responsabilidad de todos: los organismos internacionales, las iglesias, los gobiernos, las empresas de todos los tamaños, los diversos grupos y categorías sociales y profesionales, los mismos sectores sociales más pobres. De hecho, todos pueden hacer algo, más o menos relevante según las posibilidades de cada uno. En todo caso, el problema es tan amplio y agudo que sin la cooperación y solidaridad de todos no será posible resolverlo. Tarea relevante es concitar esos esfuerzos, coordinarlos, hacerlos más eficientes.
Tesis 8. Agente principal del desarrollo social y de la superación de la pobreza son las propias comunidades y grupos pobres afectados.
Entender el desarrollo social como un proceso endógeno del que son protagonistas principales los sectores populares más pobres, es la más importante conclusión que enseña la experiencia de innumerables ONGs e instituciones públicas y privadas empeñadas en esta tarea. La acción asistencial puede ser necesaria para ciertas categorías y grupos desvalidos que carecen de lo indispensable para activar sus propias capacidades; pero el asistencialismo no conduce al desarrollo, permitiendo en el mejor de los casos la subsistencia.
El protagonismo de los sectores populares empobrecidos implica, entre otras cosas, que los objetivos de las acciones y proyectos de desarrollo social sean definidos por ellos mismos, a partir del relevamiento de sus propias necesidades, aspiraciones e intereses. Los medios para el desarrollo social deben consecuentemente ser puestos a su disposición, de modo que puedan gestionarlos autónomamente, implicándose en ello un proceso de aprendizaje que es parte esencial del desarrollo mismo. La ejecución de las acciones ha de ser igualmente responsabilidad de los beneficiarios, quienes evaluarán sus resultados conforme a propios criterios de costo-beneficios.
En este sentido, las múltiples y heterogéneas experiencias de la economía popular, sean individuales, familiares o colectivas, pueden considerarse como el más genuino comienzo del desarrollo social y de la superación de la pobreza.
Tesis 9. El desarrollo social implica transferencias y donaciones, las que sin embargo deben respetar y favorecer la autonomía de los grupos beneficiarios.
Reconocer el protagonismo de los sectores populares pobres no significa que ellos deban ser dejados solos en su proceso de desarrollo. Es evidente, en efecto, que en las actuales condiciones de precariedad, desorganización y carencia de recursos en que se encuentran, resulta indispensable el acompañamiento, el apoyo y la acción promocional de quienes pueden hacer algo o mucho por colaborar en su desarrollo.
En este sentido resultan decisivas las donaciones y subvenciones, los servicios profesionales, y otras transferencias a través de las cuales se acopian y canalizan significativos recursos para la acción social.
Las donaciones (internacionales, gubernamentales y privadas) presentan sin embargo una compleja problemática, que exige un proceso de aprendizaje a fin de que resulten eficientemente distribuidas y utilizadas. ¿Qué y cuánto donar? ¿A quiénes donar? ¿Para qué donar? ¿Cómo donar? son preguntas económicas claves de cuya correcta resolución depende la efectividad de los procesos por ellas promovidos. La preocupación principal ha de ser que las donaciones sean efectivamente solidarias, que se canalicen hacia quienes están realmente haciendo algo eficaz por enfrentar los problemas de la pobreza y por efectuar una genuina promoción y desarrollo social, que no limiten sino que fomenten la autonomía de los beneficiarios, que los recursos disponibles lleguen a quienes más los necesitan.
Tesis 10. Elementos centrales del desarrollo social son la educación popular y la economía popular, estrechamente relacionadas.
El desarrollo social es un proceso múltiple en sus dimensiones y polivante en sus contenidos. Se despliega a través de acciones económicas, políticas y culturales, en los más variados ámbitos de la experiencia humana: alimentación, salud, vivienda, educación, tecnologías, investigación, trabajo, etc. Pero la eficacia exige que los proyectos y acciones de desarrollo social se concentren en aquellas actividades que manifiesten un más potente efecto multiplicador. Al respecto, la experiencia indica que los mejores y más permanentes resultados se obtienen a través de una adecuada combinación de procesos de educación y capacitación por un lado, y de fomento de las iniciativas económicas de subsistencia por el otro.
Mediante la educación popular y la capacitación se desarrolla la autoestima, se toma conciencia de los propios problemas o conflictos y de las energías disponibles para enfrentarlos; se expande el conocimiento de la realidad y de las propias capacidades y recursos; se perfecciona la información sobre las condiciones en que se desenvuelve la acción; se desarrolla la capacidad de tomar decisiones y de gestionar con eficiencia los recursos disponibles; se facilita, en general, un proceso de crecimiento personal y comunitario que es parte esencial y a la vez condición necesaria del desarrollo social.
Mediante la economía popular se actúan concretamente los procesos a través de los cuáles las necesidades pueden ser satisfechas, implicando la activación y potenciamiento de los propios recursos. Los talleres familiares, las microempresas, las organizaciones económicas populares, las organizaciones solidarias de consumo y abastecimiento popular, constituyen espacios concretos de acción en los que se expanden las capacidades de los participantes, a la vez que se alcanzan soluciones concretas a los problemas más urgentes.
Educación popular y economía popular, convergentes en los objetivos del desarrollo social, se necesitan y potencian mutuamente. Separadas y sin vincularse estrechamente, reducen su eficacia promocional. Por ejemplo, programas de crédito para microempresas, no acompañados de una adecuada formación y capacitación que hagan crecer a las personas y acrecentar sus capacidades de gestión y relacionamiento, a menudo fracasan. Iniciativas de formación y capacitación, no acompañadas de la provisión de medios y la organización de recursos indispensables para desarrollar acciones eficaces, no sacan a las personas de la inactividad e incluso pueden acrecentar su frustración. Cuando en cambio las acciones de apoyo a la economía popular van acompañadas de procesos formativos, o cuando las experiencias de educación popular se prolongan en organizaciones económicas, se verifican procesos de desarrollo social que se prolongan en el tiempo.
Tesis 11. La dimensión territorial de la pobreza urbana plantea la dimensión de lo local como esencial al desarrollo social.
Concentrada la pobreza en ámbitos territoriales marginados de los procesos de desarrollo, las iniciativas de familias o de grupos particulares corren el riesgo de ser reabsorbidas por el contexto de pobreza en que se desenvuelven. Ello plantea la necesidad de que los programas de desarrollo social se asienten localmente, concentrando las actividades promocionales, de educación popular y de apoyo a las experiencias económicas, de manera que sus efectos se extiendan a toda la comunidad local.
El desarrollo local exige el involucramiento de múltiples personas y organizaciones en iniciativas polivalentes, económicas, políticas, culturales, que se van conectando y articulando unas con otras, generando un proceso que va transformando paulatinamente el estado de ánimo y el ambiente social de toda la comunidad definida por el territorio poblacional en que se asienta.
Tesis 12. El desarrollo social es un proceso lento, que puede ser acelerado mediante proyectos y programas de largo plazo.
Para la inmensa mayoría de los pobres, la pobreza no es una situación transitoria, sino un estado en el que se ha nacido o en el que se ha permanecido durante un largo período de la vida. Para ellos, la pobreza se ha hecho costumbre y se manifiesta en comportamientos que arraigan hondamente en la personalidad. Salir de este estado no puede ser sino el resultado de esfuerzos largamente sostenidos en el tiempo. Incluso para quienes han caído en la pobreza en forma más o menos repentina, superarla se convierte en tarea de años, porque la pobreza succiona a quienes caen en ella.
Si esto es válido para las personas y familias particulares, con mayor razón lo es para enteras poblaciones y asentamientos humanos que viven en un ambiente de carencias integrales. Nadie puede pretender alcanzar el desarrollo social de los pobres mediante acciones puntuales y proyectos de corto plazo.
En este sentido, si bien las acciones de emergencia pueden ser necesarias para enfrentar situaciones coyunturales extremas, el desarrollo social requiere programas que se sostengan en el tiempo, durante años y décadas. La inestabilidad de las políticas sociales de los Gobiernos, así como los cambios de orientación que se suceden en los apoyos y acciones promocionales de la cooperación al desarrollo, son uno de los más graves problemas que dificultan el logro de resultados estables que se consoliden.
Tesis 13. La superación de la pobreza y el desarrollo social son incompatibles con los actuales procesos y modelos de desarrollo económico. Ellos plantean la urgente necesidad de un desarrollo alternativo.
La pobreza que afecta actualmente a cientos de millones de personas en el mundo y en América Latina, no corresponde al hecho de que ellos no hayan sido aún alcanzados por el desarrollo en curso en otros sectores de la sociedad. Es, al contrario, producto del mismo desarrollo, unilateral, parcial, concentrador y excluyente en que se encuentran embarcadas nuestras sociedades. Puede decirse, en este sentido, que la pobreza y el subdesarrollo han sido creados por el desarrollo y se extienden y crecen junto con la concentración de la riqueza.
Una de las conclusiones que pueden extraerse del análisis de todos los modelos y vías de desarrollo aplicados en América Latina, es que sus resultados benefician a quienes lo realizan y gestionan, extendiéndose sus efectos secundarios sobre quienes participan aunque sea subordinadamente en su ejecución. De aquí deriva la necesidad de que, si se espera el desarrollo social de quienes permanecen en la pobreza, estos mismos sectores se constituyan como protagonistas y agentes del desarrollo. Tal es la esencia de lo que podemos entender como «desarrollo alternativo»: un desarrollo gestado desde la base social, el cual ha de tener características distintas al desarrollo conocido. El desarrollo social y la superación de la pobreza han de entenderse, pues, como parte y expresión del desarrollo alternativo, que es económico, político, social y cultural a la vez.
Tesis 14. La superación de la pobreza y el desarrollo social se conectan indisolublemente a procesos globales de transformación y democratización económica y política.
La pobreza y el subdesarrollo social no son fenómenos secundarios o marginales de las sociedades latinoamericanas; constituyen, al contrario, la más extendida realidad y el más grave de los problemas que afectan a nuestros países. Enfrentarlos no es simplemente cuestión de crecimiento, de «más de lo mismo», siendo evidente la necesidad del cambio y la transformación de las estructuras fundamentales de la sociedad: su sistema económico y político, y el sistema de ideas y valores que lo amalgama.
Pareciera que actualmente los movimientos impulsores de cambios y transformaciones históricas profundas se encontraran desactivados o estuvieran en vías de desarticulación. Aunque ello pueda ser efectivo en razón de múltiples circunstancias, no es menos cierto que los problemas que han motivado los más fuertes movimientos y luchas transformadoras de décadas anteriores, no solamente no se hayan resueltos sino que en muchos casos se han acentuado: pobreza, injusticias, marginación, ignorancia, deterioro del medio ambiente y de las condiciones de vida, etc. Probablemente las ideas orientadoras y las formas de la acción y organización transformadoras que veremos en el futuro no serán las mismas que en el pasado; pero es impensable la hipótesis de que la pobreza, las injusticias, la falta de libertad y participación que se reproducen e incluso se extienden en la región, puedan permanecer largo tiempo sin ser resueltas y sin suscitar nuevos movimientos por cambios sociales, económicos y políticos profundos.
La lucha contra la pobreza y la promoción del desarrollo social, protagonizadas por los propios sectores sociales afectados, pueden constituir –y es ésta la mejor de las hipótesis y el más constructivo de los escenarios- las más adecuadas y eficientes formas de canalización de las energías transformadoras que brotan de la pobreza, la injusticia y la opresión. Pero esta orientación constructiva tiene sentido y podrá adquirir la fuerza suficiente para resolver los problemas, solamente si sus esfuerzos y acciones se acompañan y tienen efectos significativos en términos de un proceso más amplio de democratización de la economía y el Estado, los más importantes objetivos del cambio social necesario.
CONCLUSIÓN: LA ECONOMÍA SOLIDARIA COMO PROYECTO INTEGRADOR DE LOS ESFUERZOS DE DESARROLLO SOCIAL Y SUPERACIÓN DE LA POBREZA.
No podemos terminar este análisis sin destacar que la economía solidaria constituye una propuesta eficaz y un proyecto integrador de los esfuerzos necesarios para producir desarrollo social y superar la pobreza. Más aún, podemos apreciar que las actividades que implica esta economía solidaria así como sus orientaciones ideales y valóricas, son no sólo coherentes con el enfoque de la pobreza y el desarrollo social que hemos expuesto, sino que traducen y aplican en forma directa las catorce tesis sobre el desarrollo social que acabamos de plantear.
En efecto, la economía de solidaridad no está centrada en las cosas sino en las personas, constituyendo un modo de hacer economía que pone al centro al ser humano, y al trabajo por sobre el capital, el dinero y los productos (tesis 1).
Implica la organización comunitaria y la realización de emprendimientos asociativos, y no persigue como objetivo central la utilidad o el lucro individual sino el beneficio compartido y social (tesis 2).
Ella no solamente supone sino que se basa de modo esencial en la organización, la solidaridad y el esfuerzo activo de los mismos grupos y comunidades que optan por ella (tesis 3).
La economía de solidaridad no es «economicista» sino integral, constituyendo un proceso a la vez económico, político y cultural (tesis 4).
La economía de solidaridad no rechaza el mercado, se inserta en él; pero no se funda en sus «leyes» y automatismos supuestamente objetivos que generan concentración y exclusión. Puede decirse en tal sentido que en su operar «corrige» al mercado, sustituyendo las férreas exigencias de la competencia por los superiores procedimientos de la cooperación, la ayuda mutua, la participación, la asociatividad, la autogestión, etc. (tesis 5).
La economía solidaria no es un proyecto estatal, ni se basa en la acción de los Gobiernos y organismos públicos. Aunque se relaciona con ellos y aprovecha las oportunidades que le ofrezcan los servicios públicos, su espacio de acción y desarrollo es la sociedad civil, en la cual forma parte de lo que algunos han empezado a llamar el «tercer sector» de la economía (tesis 6).
La economía de solidaridad no es exclusiva de algunos grupos sociales particulares, no se limita siquiera al extenso mundo de los pobres, sino que convoca a toda la sociedad, siendo posible que todos participen en ella (tesis 7).
Pero es un hecho que la economía de solidaridad surge desde los sectores populares empobrecidos, y que su agente principal son las comunidades y personas que buscan salir de la pobreza mediante actividades económicas desplegadas asociativamente y con una lógica solidaria (tesis 8).
Un componente de la economía de solidaridad son las donaciones, que ella misma suscita, las que vienen en su apoyo evitando sin embargo que se generen dependencias sino, al contrario, buscando favorecer el desarrollo de la autonomía en los grupos beneficiarios (tesis 9).
Elementos centrales de la economía de solidaridad son la educación popular y la economía popular, que en la economía de solidaridad se relacionan estrechamente, orientándose y haciéndolas converger en experiencias de base popular que integran el desarrollo personal y la realización de emprendimientos económicos eficientes (tesis 10).
Las experiencias de economía de solidaridad buscan integrar la vida familiar y comunitaria con las actividades orientadas a generar los recursos y medios económicos que las sostengan. Así, ellas otorgan especial importancia al territorio local en que se insertan las iniciativas, buscando siempre favorecer su desarrollo y perfeccionamiento. En otros términos, la economía de solidaridad asume como propio objetivo el desarrollo local (tesis 11).
La economía de solidaridad no es una propuesta coyuntural o de corto plazo, sino una perspectiva orientada hacia el futuro, destinada a permanecer en el tiempo, a crecer y perfeccionarse ampliando progresivamente el campo de sus realizaciones. Por ello no se desalienta por las dificultades encontradas en sus fases iniciales, siempre las más complejas y poco comprendidas dado un contexto tan diverso a ella que incluso a veces se plantea adverso a su existencia (tesis 12).
La economía de solidaridad procede conforme a una racionalidad económica distinta a la del capitalismo predominante, y no aprueba ni promueve el actual modelo de desarrollo, buscando por el contrario crear las bases y ser parte de un desarrollo alternativo (tesis 13).
Si bien en sí misma la economía solidaria no se presenta como una propuesta macroeconómica ni como un «sistema» global, persiguiendo más bien la conformación de un «sector» dentro de una economía pluralista en que también ocupan un lugar y roles importantes los sectores privado y público, el proyecto de la economía solidaria no se concibe desconectado de procesos más amplios y globales de transformación y democratización económica y política. Específicamente, a nivel macroeconómico la economía de solidaridad se concibe como parte de un proceso de democratización del mercado (tesis 14).
Surge de todo lo anterior que la economía solidaria se presenta como una vía real de superación de la pobreza y de desarrollo social, especialmente eficaz en contextos económicos caracterizados por elevados niveles de desocupación y por una acentuada inequidad socioeconómica. Esto que aquí afirmamos como conclusión racional de un análisis, ha quedado demostrado en la práctica en variadas ocasiones y lugares. Siendo así, la teoría y la práctica de la economía solidaria deben ser atentamente consideradas en la elaboración de políticas y en la organización de acciones tendientes a superar la pobreza y a generar desarrollo social.
 Luis Razeto M.
(Artículo publicado en la REVISTA POLIS, Nº 2. Santiago, 2001)




EL CONCEPTO "SOLIDARIDAD"

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