CINCO
CONSTATACIONES CLAVES PARA COMPRENDER LA REALIDAD DE LA POBREZA EN
AMÉRICA LATINA.
En
los últimos años, en los documentos oficiales de los Gobiernos y
los organismos internacionales, el interés y preocupación por la
pobreza ha asumido una connotación fundamentalmente estadística. Se
discute cuántos son los pobres, con qué indicadores identificar sus
diversos niveles, cuáles tendencias se manifiestan en la
distribución de los ingresos, etc. Y los datos que se proporcionan
para América Latina como un todo y para la mayor parte de sus países
en particular, son alarmantes. En efecto, desde
hace tres décadas, la pobreza está aumentado en América Latina.
En términos relativos, en cuanto la distribución del ingreso se
torna cada vez más desigual. En términos absolutos, porque aumenta
el número de pobres y extremadamente pobres: actualmente más de 200
millones de latinoamericanos no alcanzan a satisfacer sus necesidades
básicas.
Pero
el enfoque estadístico del tema deja en la sombra, no solamente la
realidad humana que se esconde detrás de las cifras, sino también
un conjunto de hechos, fenómenos y procesos que están
caracterizando actualmente el mundo de los pobres, y que han dado
lugar a una verdadera transformación
de la pobreza,
a partir de la cual ella es hoy una realidad cualitativamente
distinta a la que se manifestaba treinta años atrás. Entre tales
fenómenos y procesos podemos constatar los siguientes:
De
la marginalidad por defecto de integración a la pobreza por
exclusión activa.
Hasta
hace dos décadas, cuando se hablaba de los pobres se hacía
referencia a aquella parte de la población que no había logrado
integrarse a la vida moderna debido a que las infraestructuras
urbanas, productivas y de servicios (educación, salud, vivienda,
etc.) no crecían lo suficientemente rápido como para absorber la
masa social urbana que aumentaba aceleradamente por causas
demográficas, migraciones del campo a la ciudad, etc. Los
extremadamente pobres eran quienes no habían experimentado un
desarrollo cultural y laboral como el requerido por el proceso social
moderno, y constituían un cierto porcentaje de la sociedad que se
aglomeraba en la periferia de las grandes ciudades.
En
última síntesis, aquella marginación resultaba de la
reorganización de la economía y la estructura social que se
verificaba por la expansión de las formas industriales y estatales
modernas, que fueron desplazando y desarticulando el tejido social y
las actividades de producción, distribución y consumo
tradicionales, afectando especialmente a los grupos sociales
indígenas, campesinos y artesanales. Como el sector moderno crecía
y manifestaba capacidades para absorber fuerzas de trabajo y
satisfacer demandas de consumo, se producía adicionalmente un efecto
de atracción para muchos que abandonaron prematuramente sus formas
de vida tradicionales y emigraron hacia las ciudades en busca de
otros modos de vida. Pero los que no lograron integrarse, no pudiendo
tampoco darle en el contexto marginal urbano un uso a sus capacidades
y destrezas laborales correspondientes a esos modos de producción
campesinos y artesanales, encontraban sólo en la acción social del
sector público sus posibilidades de sobrevivencia y de reinserción.
Su actividad social tendía a expresarse, entonces, fundamentalmente
en términos reivindicativos y de presión social.
Aquella
pobreza y marginación residual (por nombrarla de algún modo), sigue
existiendo en la actualidad. Pero el mundo de los pobres es hoy mucho
más numeroso, porque ha sido engrosado por una masa de personas que,
habiendo anteriormente alcanzado algún grado de participación en el
mundo laboral y en el consumo y la vida moderna, han experimentado
luego procesos de exclusión: cesantía, pérdida de beneficios
sociales, subempleo, precarización, etc. Lo que ha sucedido es, en
síntesis, que el proceso industrial y estatal moderno, no sólo no
pudo absorber todas las fuerzas de trabajo y las necesidades sociales
que crecían junto con la población, sino que incluso comenzó a
expeler a una parte de quienes había en algún momento incorporado.
Este fenómeno de la exclusión no solamente afecta a los sectores
populares y al mundo obrero, sino también a capas sociales medias
que se han visto rápidamente empobrecidas por la pérdida del empleo
y de beneficios sociales que habían mantenido en muchos casos por
períodos prolongados. La pobreza en que caen estas familias resulta
en ocasiones extremadamente dura, pues la experimentan por primera
vez y no han desarrollado las estrategias de sobrevivencia cotidiana
que son connaturales a la experiencia de la pobreza vivida desde la
infancia. Se verifica también un proceso que puede entenderse como
de inversión del ascenso social de una generación a otra: muchos
jóvenes populares que habían accedido a la educación moderna y que
adquieren por su intermedio las destrezas necesarias para insertarse
en el mundo del trabajo, no encuentran las oportunidades de hacerlo y
recaen en la pobreza.
La
segregación de los pobres y la segmentación de la sociedad.
Como
nunca antes, la pobreza en América Latina se ha concentrado en zonas
urbanas y suburbanas de alta densidad poblacional. Diversos fenómenos
de reorganización urbana han desplazado territorialmente a los
pobres hacia comunas periféricas desprovistas de servicios básicos
de educación, salud, pavimentación, alcantarillado, transporte,
etc. Comunas y poblaciones marginales donde prácticamente no existen
industrias, donde el comercio es precario, donde los servicios
públicos están a menudo ausentes; y donde, en general, la distancia
y el aislamiento respecto a los centros residenciales de elevados
niveles de vida reduce al mínimo las oportunidades de acceder a
empleos, ingresos y beneficios derivados de la proximidad a zonas de
mayor desarrollo y riqueza.
En
tal contexto, a la desocupación y el subempleo que implican
reducidas oportunidades de ingresos, se agrega una exclusión
multidimensional, en cuanto las necesidades que permanecen
insatisfechas son múltiples. La pobreza deja de ser una situación
relativamente transitoria derivada de la falta de empleo e ingresos,
reversible cuando éstos vuelven a tenerse, sino que se convierte en
una condición de vida global y permanente, incluyéndose en esto una
exclusión de ciudadanía política.
La
concentración y segregación espacial de la pobreza la torna al
mismo tiempo invisible para el resto de la sociedad. La vida
cotidiana de los sectores sociales empobrecidos se desenvuelve
íntegramente en territorios segregados, dando lugar a formas de
vida, relaciones sociales, pautas culturales donde se van
recomponiendo identidades sociales y formas de comportamiento que
tienden a perpetuar un modo de ser y de vivir caracterizado por la
frustración y la falta de esperanzas. En estas condiciones, las
ciudades latinoamericanas se encuentran profundamente segmentadas,
existiendo entre sus sectores modernos y dinámicos y los territorios
marginales una fractura profunda, una discontinuidad no solamente
económica sino también social, política y cultural.
De
la pobreza como potencial político a la pobreza como debilidad y
carencias.
Actualmente los
pobres están prácticamente solos frente a sus problemas.
Veinte años atrás se pensaba que las naciones del Tercer Mundo
constituían un potencial de desarrollo y conflicto, capaz de hacer
valer sus fuerzas en el concierto internacional. Y dentro de estas
naciones, se creía que los pobres eran importantes, porque los
«movimientos populares» constituían una fuerza y una amenaza real
al sistema establecido.
Muchos
–intelectuales, partidos políticos, artistas- estaban con los
pobres porque creían en su liberación, y con ella, en la
transformación social, sea en términos revolucionarios o
evolutivos. Actualmente el mundo de los pobres ha perdido gran parte
de su fuerza, su organización y su capacidad de lucha. La pobreza,
en cuanto fenómeno social, se manifiesta en su cruda condición
de debilidad
y carencias.
Los pobres no tienen fuerza social y política. Por eso se han
quedado solos. El que se pone al lado de los pobres no obtiene
ventajas, ni siquiera reconocimiento genuino. Hace treinta años
hacer una «opción por los pobres» constituía para muchos un
motivo de orgullo. Hoy se la considera, en el mejor de los casos, un
acto que deja fuera de la historia y que hace perder oportunidades.
Por eso los pobres han dejado de interesar a los partidos políticos,
a las universidades, a los intelectuales. Si en la década de los
sesenta la pobreza y la liberación de los pobres era el gran tema de
los sociólogos e intelectuales, que produjeron bibliotecas sobre la
cuestión social, hoy lo que interesa es la modernidad y el paso a la
postmodernidad. No ya la transformación, sino la globalización.
Los
Gobiernos y los partidos políticos hablan todavía de la pobreza;
pueden incluso afirmar que es su gran preocupación. Pero no actúan
consecuentemente con el interés manifestado. Basta considerar dónde
son colocados y tras qué objetivos se utilizan los recursos del
sector público. La principal preocupación es mantenerse vinculados
a los mercados internacionales y sus sofisticadas dinámicas: la
revolución de la informática, las innovaciones bio-ingenieriles,
las nuevas tecnologías, el consumo sofisticado, los nuevos
instrumentos de la especulación financiera.
La
pobreza como amenaza a la seguridad y al medio ambiente.
Aunque
se encuentre concentrada y segregada territorialmente, y aunque haya
perdido gran parte de su potencial de lucha y acción, la pobreza
continúa presentándose como un peligro para el resto de la
sociedad. Por un lado, la
pobreza crea inseguridad ciudadana,
porque genera delincuencia y porque, sin expectativas de ocupación y
de ingresos mínimos, sin esperanzas de progreso e integración por
conductos normales, toman cuerpo en el seno del mundo popular
comportamientos y actitudes de rechazo y rebeldía social que no se
encauzan por medios políticos, sino que generan acciones inorgánicas
que se expresan a menudo en formas violentas y antisociales que
atentan contra las personas y la propiedad. Para muchos, la acción
delictual se presenta como el más fácil y accesible expediente para
resolver los problemas de la subsistencia y para acceder a niveles de
consumo a los que son excitados por la publicidad y los medios de
comunicación de masas. Como consecuencia de ello, toda América
Latina se encuentra afectada por crecientes fenómenos de inseguridad
ciudadana. La mayor parte de los habitantes de las grandes ciudades
viven atemorizados por la delincuencia, ante la cual reaccionan
desplegando comportamientos defensivos que reducen consistentemente
sus márgenes de libertad.
Por
otro lado, la
pobreza contamina y
amenaza el equilibrio del medio ambiente. La pobreza agrava el
problema ecológico. Grupos humanos extremadamente pobres
concentrados en zonas densamente pobladas de precaria urbanización,
carecen de medios para cuidar y limpiar su medio ambiente inmediato.
El efecto negativo del polvo que se levanta en calles sin pavimentar,
del humo que libera la combustión de la madera, de los desechos y
basuras que no obtienen adecuada canalización, se expande por la
atmósfera y las aguas contaminando la ciudad y su entorno agrícola,
con consecuencias muy serias para la salud de toda la población.
Todo
esto hace volver la mirada a los pobres. Pero no por una genuina
preocupación por ellos sino con la intención de defender el propio
bienestar alcanzado. Y la respuesta tiende a ser en gran medida
represiva: contener a los pobres en sus estrictos límites, acentuar
su segregación, impedir que su amenaza potencial trascienda hacia
otros sectores sociales y urbanos, fortaleciendo las fronteras que
separan la pobreza del resto de la sociedad.
La
activación económica de los pobres y la economía popular.
No
todas las transformaciones experimentadas por la realidad de la
pobreza tienen connotación negativa. Y para comprenderlo, es preciso
mirar no solamente lo que le pasa a los pobres, sino especialmente lo
que ellos hacen para
enfrentar sus necesidades y problemas. Mirada la pobreza desde fuera,
se la visualiza fundamentalmente en lo que tiene de carencias, y se
la entiende como resultado de procesos estructurales, o en cuanto
recaen sobre ella los efectos de fenómenos, procesos y acciones que
se generan en otras esferas de la sociedad y que la impactan. Pero el
mundo de los pobres está constituido por personas, familias y grupos
humanos que tienen capacidades y que despliegan constantemente
acciones e iniciativas tendientes a hacer frente a los problemas que
los desafían.
La
acción que se despliega actualmente en los sectores populares pobres
es diferente a la que se verificaba en el pasado, correspondiendo a
las nuevas circunstancias y condiciones de la pobreza transformada en
los términos que hemos señalado. Cuando la marginalidad era vivida
como una situación transitoria que sería superada por el camino de
la integración a la modernidad, los pobres se organizaban para
reivindicar sus derechos y presionar al Estado para acelerar las
soluciones esperadas: empleo, vivienda, servicios de educación y
salud, etc. Cuando el mundo popular estaba acompañado por quienes
veían en él un potencial de lucha y de transformación política,
la organización y movilización popular tenía las características
de un proceso de activación política.
Aún
cuando tales formas de acción y organización permanecen en alguna
medida vigentes, la orientación personal que manifiestan desde hace
veinte años los esfuerzos de integración y superación de su propia
pobreza, se desenvuelven en un plano que podemos considerar
directamente económico. En efecto, el semblante de las más grandes
ciudades de todos los países latinoamericanos ha cambiado en los
últimos años por la irrupción de un fenómeno social y económico
que, si no es nuevo en términos absolutos porque en alguna medida
siempre ha existido, lo es por la extensión que ha adquirido: la
formación y establecimiento de numerosas pequeñas actividades
productivas y comerciales cuyos protagonistas son los grupos sociales
empobrecidos de los barrios y poblaciones marginales.
Para
referirse a este fenómeno, economistas y sociólogos han acuñado
diferentes expresiones: economía informal, pequeña producción
popular urbana, economía sumergida, economía invisible, economía
de subsistencia, economía popular. No siempre estos diferentes
términos aluden exactamente al mismo fenómeno pues establecen
diversos «cortes» en la realidad que identifican. Pero todos ellos
engloban un universo de iniciativas y experiencias que incluye, al
menos, lo siguiente:
a)
El trabajo por cuenta propia de innumerables trabajadores
independientes que producen bienes, prestan servicios o comercializan
en pequeña escala, en las casas, calles, plazas, medios de
locomoción colectiva, ferias populares y otros lugares de
aglomeración humana. Una investigación realizada hace algunos años
sobre estos trabajadores por cuenta propia llegó a identificar en
Chile más de 500 «oficios» distintos ejercidos informalmente.
b)
Las microempresas familiares, unipersonales o de dos o tres socios,
que elaboran productos o comercializan en pequeña escala,
aprovechando como lugar de trabajo y local de operaciones alguna
habitación de la vivienda que se habita o adyacente a ella. En los
barrios populares de las grandes ciudades de América Latina el
fenómeno de la microempresa ha llegado a ser tan extendido que es
normal que exista una de ellas en cada cuatro o cinco viviendas.
c)
Las organizaciones económicas populares, esto es, pequeños grupos o
asociaciones de personas y familias que juntan y gestionan en común
sus escasos recursos para desarrollar en común, actividades
generadoras de ingresos o provisionadoras de bienes y servicios que
satisfacen necesidades básicas de trabajo, alimentación, salud,
educación, vivienda, etc. Talleres laborales solidarios, comités de
vivienda, «comprando juntos», centros de abastecimiento
comunitario, «construyendo juntos», huertos familiares, programas
comunitarios de desarrollo local, etc., son algunos de los tipos de
organizaciones económicas populares más difundidos.
El
tamaño relativo de este vasto y heterogéneo universo de actividades
económicas populares es distinto en los diferentes países de la
región. Pero en todos ellos es muy relevante en cuanto es a través
de esta economía popular que un elevado porcentaje de la población
latinoamericana (alrededor del 50%) tiene la oportunidad de efectuar
sus aportaciones y obtener sus retribuciones económicas. Todas las
investigaciones realizadas en América Latina coinciden en destacar
su relevancia cuantitativa desde el punto de vista del empleo, y de
la obtención de medios de vida para los sectores más pobres. Sin
embargo, el tamaño exacto del fenómeno resulta muy difícil de
precisar en razón de su propia naturaleza y características.
Desde
un punto de vista cualitativo el hecho más interesante, sorprendente
y novedoso manifestado por esta notable multiplicación de pequeñas
iniciativas, organizaciones y experiencias económicas populares, es
la movilización
y activación económica del mundo de los pobres,
en búsqueda de solución autónoma a sus propias necesidades y
carencias.
CATORCE
TESIS FUNDAMENTALES SOBRE EL DESARROLLO SOCIAL.
Más
allá de alguna definición académica del «desarrollo social», que
en términos sencillos entendemos como un proceso de superación
estructural de la pobreza en su sentido más amplio, podemos
sintetizar lo que implica formulando una serie de proposiciones o
tesis fundamentales.
Tesis
1. El desarrollo social no tiene que ver con las cosas sino con las
personas.
Naturalmente,
la superación de la pobreza y el desarrollo social requieren bienes
de consumo y una adecuada dotación de recursos materiales y
financieros; pero en ningún caso ellos son suficientes. Más
importante que los bienes concretos y las provisiones de capital, son
el desarrollo de las capacidades humanas, el aprendizaje de los modos
de hacer las cosas, los conocimientos necesarios para organizar y
gestionar los procesos y actividades, el «saber hacer», la
acumulación de informaciones crecientemente complejas, la
organización eficiente de las actividades, por parte de los sujetos
que ha de utilizar los recursos sociales disponibles.
Proveer
a las personas de cosas y bienes materiales puede satisfacer
transitoriamente sus necesidades; pero ello no los saca de la pobreza
ni los desarrolla, pues las necesidades son recurrentes y consumidos
los bienes las carencias vuelven a manifestarse.
El
desarrollo social no supone tanto la satisfacción de las
necesidades, sino el desarrollo de las capacidades propias para hacer
frente a necesidades recurrentes y en expansión.
Tesis
2. El desarrollo social no consiste en la movilidad ascendente de
algunas personas o familias aisladas, sino que es un proceso
comunitario en que participan grandes grupos humanos.
La
pobreza es un fenómeno social, multitudinario, que afecta a grandes
grupos de personas que comparten muy precarias condiciones de vida.
Que algunos individuos y familias encuentren oportunidades de ascenso
social es positivo, pero ello no resuelve el problema de fondo,
especialmente en las actuales condiciones de concentración y
segregación territorial de la pobreza. En este contexto, las mismas
oportunidades de movilidad individual se encuentran fuertemente
reducidas. Los individuos y familias inmersos en un mundo de
carencias y pobreza de todo orden, aunque tengan ocasionalmente
ingresos superiores que les permitan incrementar su consumo, terminan
irremediablemente atraídos por el medio de pobreza en que viven, a
menos que tengan la oportunidad de cambiar radicalmente de ambiente.
Obviamente, esto resulta posible a muy pocas personas.
El
desarrollo social será comunitario, compartido, un proceso en que
participen conjuntamente millones de personas, o simplemente no
existirá.
Tesis
3 El desarrollo social supone la organización, la solidaridad y el
esfuerzo activo de los mismos grupos y comunidades que lo
experimentan.
La
experiencia es abundante y reiterada en el sentido de que la
organización popular es un requisito de la superación de la
pobreza. La organización refuerza las iniciativas, multiplica las
energías, facilita la obtención de los indispensables recursos. Un
pueblo desorganizado no podrá jamás salir de la pobreza; lo más
probable es que, por el contrario, se sumerja en un proceso de
deterioro tendencial, en que la apatía, la desesperanza y la pérdida
de energías reproduzcan las condiciones de la marginalidad y la
exclusión.
Siendo
el desarrollo un proceso inherente a los sujetos, no puede lograrse
sin la participación activa de éstos, que movilicen sus propias
capacidades y esfuerzos para alcanzarlo.
En
este sentido, la solidaridad y la cooperación constituyen la más
potente fuerza movilizadora del progreso social, en cuanto estimulan
las iniciativas, hacen descubrir recursos y capacidades ocultas
existentes en las personas y grupos, refuerzan la voluntad, activan
la conciencia, y dan lugar a la formulación y puesta en marcha de
proyectos que movilizan esas mismas capacidades y recursos.
Tesis
4. El desarrollo social es un proceso a la vez económico, político
y cultural.
La
expansión de las capacidades para hacer frente a las carencias
económicas, la obtención de los medios indispensables para
satisfacer las necesidades básicas, son parte y condición
ineludible del desarrollo social. Pero éste no se agota en la
dimensión económica. Tanto o más importante que la obtención de
ingresos y la inserción en los procesos económicos, lo es la
expansión de los espacios de participación y poder, que signifiquen
la recuperación de la ciudadanía política real por parte de los
grupos excluidos. Y aún más importante que esto, es el desarrollo
cultural, pues sólo él posibilita que los eventuales logros
económicos y políticos sean estables y permanentes.
El
carácter «integral» de la pobreza a que hemos hecho referencia,
plantea la necesidad de que también su proceso de superación
resulte integral y polivalente.
Tesis
5. No se puede esperar del funcionamiento «automático» del mercado
la solución de la pobreza ni el desarrollo social.
El
mercado puede ser eficiente en la asignación de los recursos dados,
pero tiende a reproducir (y a acentuar) las desigualdades en la
distribución de la riqueza. En efecto, en el mercado se participa en
la medida de lo que se tiene: recursos, ingresos, bienes. Los que
carecen de una fuerza de trabajo en condiciones de proporcionar
elevada rentabilidad al capital que puede contratarlos; los que no
poseen bienes que vender; los que tienen escasos ingresos para
comprar; esto es, los pobres, no participan en el mercado o lo hacen
muy precariamente: el mercado los excluye.
El
mismo mercado, que refuerza el poder de contratación de los que
poseen mucho y debilita el de quienes poseen muy poco, acrecienta la
desigualdad en la distribución de la riqueza socialmente producida.
En este sentido puede decirse que el mercado es eficiente en la
producción de riqueza, pero lo es también en la producción y
reproducción de la pobreza.
La
reinserción de los pobres en el mercado requiere el accionar de
fuerzas y energías que, operando por fuera de los circuitos
mercantiles, active su proceso de integración mediante la provisión
de recursos y el despliegue de las capacidades que les permitan
sucesivamente operar en él con algún grado de eficiencia.
Tesis
6. La superación de la pobreza y el desarrollo social no se pueden
esperar tampoco de la sola acción del Estado.
La
acción subsidiaria del Estado es indudablemente necesaria en la
atención de los grupos más desvalidos y carentes, en función de
los cuales tiende actualmente a focalizarse el gasto social. Los
gobiernos cuentan con importantes recursos y capacidades de acción,
con los cuales pueden paliar la pobreza extrema de ciertos sectores;
pero no pueden sacar de la pobreza a millones de personas cuyas
necesidades fundamentales se encuentran mal satisfechas.
Es
un hecho que una parte relevante de tales recursos quedan atrapados
en los complejos vericuetos de la burocracia, y terminan favoreciendo
más a los sectores medios que tienen mayor poder de presión, que a
los verdaderamente pobres carentes de fuerza y de adecuada
representación ciudadana. Existen abundantes evidencias de que los
servicios públicos de salud, educación, previsión social,
vivienda, aún siendo necesarios y habiendo alcanzado una gran
cobertura, son notablemente deficientes en cuanto a la calidad y
cuantía de las prestaciones, y no se encuentran dimensionados a la
situación de pobreza existente. En las actuales condiciones fiscales
en que se debaten los Estados, y con las tendencias ideológicas
actualmente predominantes, es impensable esperar que los programas
públicos se desarrollen en forma tal que lleven a resolver el
problema multitudinario de pobreza existente en América Latina.
Por
otro lado, cuando se atribuye al Estado la responsabilidad de
resolver los problemas sociales, los grupos potencialmente
beneficiarios desarrollan comportamientos pasivos, en espera de
soluciones venidas de arriba, y se ven desincentivados a generar
aquellos procesos autónomos que, como hemos visto, sólo ellos
significan verdadero desarrollo social.
Tesis
7. La superación de la pobreza y el desarrollo social son
responsabilidad de toda la sociedad.
La
pobreza no es solamente un problema de los pobres, sino de la
sociedad entera. Vivimos en un mundo en que, no obstante la
segregación de los pobres, las magnitudes de la pobreza son tales
que de un modo u otro afectan a toda la población, cuya calidad de
vida se siente resentida incluso para los sectores de altos ingresos.
En busca de subsistencia los pobres se han tomado las calles, las
plazas, los parques, los accesos a los servicios públicos e incluso
al comercio. Ya nos referimos a la inseguridad ciudadana y al
problema ecológico que se agravan en condiciones de tan abundante
pobreza. Definitivamente, si en una sociedad hay muchos pobres, toda
la sociedad es pobre y subdesarrollada.
Si
el problema es de todos, la superación de la pobreza y el desarrollo
social son también responsabilidad de todos: los organismos
internacionales, las iglesias, los gobiernos, las empresas de todos
los tamaños, los diversos grupos y categorías sociales y
profesionales, los mismos sectores sociales más pobres. De hecho,
todos pueden hacer algo, más o menos relevante según las
posibilidades de cada uno. En todo caso, el problema es tan amplio y
agudo que sin la cooperación y solidaridad de todos no será posible
resolverlo. Tarea relevante es concitar esos esfuerzos, coordinarlos,
hacerlos más eficientes.
Tesis
8. Agente principal del desarrollo social y de la superación de la
pobreza son las propias comunidades y grupos pobres afectados.
Entender
el desarrollo social como un proceso endógeno del que son
protagonistas principales los sectores populares más pobres, es la
más importante conclusión que enseña la experiencia de
innumerables ONGs e instituciones públicas y privadas empeñadas en
esta tarea. La acción asistencial puede ser necesaria para ciertas
categorías y grupos desvalidos que carecen de lo indispensable para
activar sus propias capacidades; pero el asistencialismo no conduce
al desarrollo, permitiendo en el mejor de los casos la subsistencia.
El
protagonismo de los sectores populares empobrecidos implica, entre
otras cosas, que los objetivos de las acciones y proyectos de
desarrollo social sean definidos por ellos mismos, a partir del
relevamiento de sus propias necesidades, aspiraciones e intereses.
Los medios para el desarrollo social deben consecuentemente ser
puestos a su disposición, de modo que puedan gestionarlos
autónomamente, implicándose en ello un proceso de aprendizaje que
es parte esencial del desarrollo mismo. La ejecución de las acciones
ha de ser igualmente responsabilidad de los beneficiarios, quienes
evaluarán sus resultados conforme a propios criterios de
costo-beneficios.
En
este sentido, las múltiples y heterogéneas experiencias de la
economía popular, sean individuales, familiares o colectivas, pueden
considerarse como el más genuino comienzo del desarrollo social y de
la superación de la pobreza.
Tesis
9. El desarrollo social implica transferencias y donaciones, las que
sin embargo deben respetar y favorecer la autonomía de los grupos
beneficiarios.
Reconocer
el protagonismo de los sectores populares pobres no significa que
ellos deban ser dejados solos en su proceso de desarrollo. Es
evidente, en efecto, que en las actuales condiciones de precariedad,
desorganización y carencia de recursos en que se encuentran, resulta
indispensable el acompañamiento, el apoyo y la acción promocional
de quienes pueden hacer algo o mucho por colaborar en su desarrollo.
En
este sentido resultan decisivas las donaciones y subvenciones, los
servicios profesionales, y otras transferencias a través de las
cuales se acopian y canalizan significativos recursos para la acción
social.
Las
donaciones (internacionales, gubernamentales y privadas) presentan
sin embargo una compleja problemática, que exige un proceso de
aprendizaje a fin de que resulten eficientemente distribuidas y
utilizadas. ¿Qué y cuánto donar? ¿A quiénes donar? ¿Para qué
donar? ¿Cómo donar? son preguntas económicas claves de cuya
correcta resolución depende la efectividad de los procesos por ellas
promovidos. La preocupación principal ha de ser que las donaciones
sean efectivamente solidarias, que se canalicen hacia quienes están
realmente haciendo algo eficaz por enfrentar los problemas de la
pobreza y por efectuar una genuina promoción y desarrollo social,
que no limiten sino que fomenten la autonomía de los beneficiarios,
que los recursos disponibles lleguen a quienes más los necesitan.
Tesis
10. Elementos centrales del desarrollo social son la educación
popular y la economía popular, estrechamente relacionadas.
El
desarrollo social es un proceso múltiple en sus dimensiones y
polivante en sus contenidos. Se despliega a través de acciones
económicas, políticas y culturales, en los más variados ámbitos
de la experiencia humana: alimentación, salud, vivienda, educación,
tecnologías, investigación, trabajo, etc. Pero la eficacia exige
que los proyectos y acciones de desarrollo social se concentren en
aquellas actividades que manifiesten un más potente efecto
multiplicador. Al respecto, la experiencia indica que los mejores y
más permanentes resultados se obtienen a través de una adecuada
combinación de procesos de educación y capacitación por un lado, y
de fomento de las iniciativas económicas de subsistencia por el
otro.
Mediante
la educación popular y la capacitación se desarrolla la autoestima,
se toma conciencia de los propios problemas o conflictos y de las
energías disponibles para enfrentarlos; se expande el conocimiento
de la realidad y de las propias capacidades y recursos; se
perfecciona la información sobre las condiciones en que se
desenvuelve la acción; se desarrolla la capacidad de tomar
decisiones y de gestionar con eficiencia los recursos disponibles; se
facilita, en general, un proceso de crecimiento personal y
comunitario que es parte esencial y a la vez condición necesaria del
desarrollo social.
Mediante
la economía popular se actúan concretamente los procesos a través
de los cuáles las necesidades pueden ser satisfechas, implicando la
activación y potenciamiento de los propios recursos. Los talleres
familiares, las microempresas, las organizaciones económicas
populares, las organizaciones solidarias de consumo y abastecimiento
popular, constituyen espacios concretos de acción en los que se
expanden las capacidades de los participantes, a la vez que se
alcanzan soluciones concretas a los problemas más urgentes.
Educación
popular y economía popular, convergentes en los objetivos del
desarrollo social, se necesitan y potencian mutuamente. Separadas y
sin vincularse estrechamente, reducen su eficacia promocional. Por
ejemplo, programas de crédito para microempresas, no acompañados de
una adecuada formación y capacitación que hagan crecer a las
personas y acrecentar sus capacidades de gestión y relacionamiento,
a menudo fracasan. Iniciativas de formación y capacitación, no
acompañadas de la provisión de medios y la organización de
recursos indispensables para desarrollar acciones eficaces, no sacan
a las personas de la inactividad e incluso pueden acrecentar su
frustración. Cuando en cambio las acciones de apoyo a la economía
popular van acompañadas de procesos formativos, o cuando las
experiencias de educación popular se prolongan en organizaciones
económicas, se verifican procesos de desarrollo social que se
prolongan en el tiempo.
Tesis
11. La dimensión territorial de la pobreza urbana plantea la
dimensión de lo local como esencial al desarrollo social.
Concentrada
la pobreza en ámbitos territoriales marginados de los procesos de
desarrollo, las iniciativas de familias o de grupos particulares
corren el riesgo de ser reabsorbidas por el contexto de pobreza en
que se desenvuelven. Ello plantea la necesidad de que los programas
de desarrollo social se asienten localmente, concentrando las
actividades promocionales, de educación popular y de apoyo a las
experiencias económicas, de manera que sus efectos se extiendan a
toda la comunidad local.
El
desarrollo local exige el involucramiento de múltiples personas y
organizaciones en iniciativas polivalentes, económicas, políticas,
culturales, que se van conectando y articulando unas con otras,
generando un proceso que va transformando paulatinamente el estado de
ánimo y el ambiente social de toda la comunidad definida por el
territorio poblacional en que se asienta.
Tesis
12. El desarrollo social es un proceso lento, que puede ser acelerado
mediante proyectos y programas de largo plazo.
Para
la inmensa mayoría de los pobres, la pobreza no es una situación
transitoria, sino un estado en el que se ha nacido o en el que se ha
permanecido durante un largo período de la vida. Para ellos, la
pobreza se ha hecho costumbre y se manifiesta en comportamientos que
arraigan hondamente en la personalidad. Salir de este estado no puede
ser sino el resultado de esfuerzos largamente sostenidos en el
tiempo. Incluso para quienes han caído en la pobreza en forma más o
menos repentina, superarla se convierte en tarea de años, porque la
pobreza succiona a quienes caen en ella.
Si
esto es válido para las personas y familias particulares, con mayor
razón lo es para enteras poblaciones y asentamientos humanos que
viven en un ambiente de carencias integrales. Nadie puede pretender
alcanzar el desarrollo social de los pobres mediante acciones
puntuales y proyectos de corto plazo.
En
este sentido, si bien las acciones de emergencia pueden ser
necesarias para enfrentar situaciones coyunturales extremas, el
desarrollo social requiere programas que se sostengan en el tiempo,
durante años y décadas. La inestabilidad de las políticas sociales
de los Gobiernos, así como los cambios de orientación que se
suceden en los apoyos y acciones promocionales de la cooperación al
desarrollo, son uno de los más graves problemas que dificultan el
logro de resultados estables que se consoliden.
Tesis
13. La superación de la pobreza y el desarrollo social son
incompatibles con los actuales procesos y modelos de desarrollo
económico. Ellos plantean la urgente necesidad de un desarrollo
alternativo.
La
pobreza que afecta actualmente a cientos de millones de personas en
el mundo y en América Latina, no corresponde al hecho de que ellos
no hayan sido aún alcanzados por el desarrollo en curso en otros
sectores de la sociedad. Es, al contrario, producto del mismo
desarrollo, unilateral, parcial, concentrador y excluyente en que se
encuentran embarcadas nuestras sociedades. Puede decirse, en este
sentido, que la pobreza y el subdesarrollo han sido creados por el
desarrollo y se extienden y crecen junto con la concentración de la
riqueza.
Una
de las conclusiones que pueden extraerse del análisis de todos los
modelos y vías de desarrollo aplicados en América Latina, es que
sus resultados benefician a quienes lo realizan y gestionan,
extendiéndose sus efectos secundarios sobre quienes participan
aunque sea subordinadamente en su ejecución. De aquí deriva la
necesidad de que, si se espera el desarrollo social de quienes
permanecen en la pobreza, estos mismos sectores se constituyan como
protagonistas y agentes del desarrollo. Tal es la esencia de lo que
podemos entender como «desarrollo alternativo»: un desarrollo
gestado desde la base social, el cual ha de tener características
distintas al desarrollo conocido. El desarrollo social y la
superación de la pobreza han de entenderse, pues, como parte y
expresión del desarrollo alternativo, que es económico, político,
social y cultural a la vez.
Tesis
14. La superación de la pobreza y el desarrollo social se conectan
indisolublemente a procesos globales de transformación y
democratización económica y política.
La
pobreza y el subdesarrollo social no son fenómenos secundarios o
marginales de las sociedades latinoamericanas; constituyen, al
contrario, la más extendida realidad y el más grave de los
problemas que afectan a nuestros países. Enfrentarlos no es
simplemente cuestión de crecimiento, de «más de lo mismo», siendo
evidente la necesidad del cambio y la transformación de las
estructuras fundamentales de la sociedad: su sistema económico y
político, y el sistema de ideas y valores que lo amalgama.
Pareciera
que actualmente los movimientos impulsores de cambios y
transformaciones históricas profundas se encontraran desactivados o
estuvieran en vías de desarticulación. Aunque ello pueda ser
efectivo en razón de múltiples circunstancias, no es menos cierto
que los problemas que han motivado los más fuertes movimientos y
luchas transformadoras de décadas anteriores, no solamente no se
hayan resueltos sino que en muchos casos se han acentuado: pobreza,
injusticias, marginación, ignorancia, deterioro del medio ambiente y
de las condiciones de vida, etc. Probablemente las ideas orientadoras
y las formas de la acción y organización transformadoras que
veremos en el futuro no serán las mismas que en el pasado; pero es
impensable la hipótesis de que la pobreza, las injusticias, la falta
de libertad y participación que se reproducen e incluso se extienden
en la región, puedan permanecer largo tiempo sin ser resueltas y sin
suscitar nuevos movimientos por cambios sociales, económicos y
políticos profundos.
La
lucha contra la pobreza y la promoción del desarrollo social,
protagonizadas por los propios sectores sociales afectados, pueden
constituir –y es ésta la mejor de las hipótesis y el más
constructivo de los escenarios- las más adecuadas y eficientes
formas de canalización de las energías transformadoras que brotan
de la pobreza, la injusticia y la opresión. Pero esta orientación
constructiva tiene sentido y podrá adquirir la fuerza suficiente
para resolver los problemas, solamente si sus esfuerzos y acciones se
acompañan y tienen efectos significativos en términos de un proceso
más amplio de democratización de la economía y el Estado, los más
importantes objetivos del cambio social necesario.
CONCLUSIÓN: LA
ECONOMÍA SOLIDARIA COMO PROYECTO INTEGRADOR DE LOS ESFUERZOS DE
DESARROLLO SOCIAL Y SUPERACIÓN DE LA POBREZA.
No
podemos terminar este análisis sin destacar que la economía
solidaria constituye una propuesta eficaz y un proyecto integrador de
los esfuerzos necesarios para producir desarrollo social y superar la
pobreza. Más aún, podemos apreciar que las actividades que implica
esta economía solidaria así como sus orientaciones ideales y
valóricas, son no sólo coherentes con el enfoque de la pobreza y el
desarrollo social que hemos expuesto, sino que traducen y aplican en
forma directa las catorce tesis sobre el desarrollo social que
acabamos de plantear.
En
efecto, la economía de solidaridad no está centrada en las cosas
sino en las personas, constituyendo un modo de hacer economía que
pone al centro al ser humano, y al trabajo por sobre el capital, el
dinero y los productos (tesis 1).
Implica
la organización comunitaria y la realización de emprendimientos
asociativos, y no persigue como objetivo central la utilidad o el
lucro individual sino el beneficio compartido y social (tesis 2).
Ella
no solamente supone sino que se basa de modo esencial en la
organización, la solidaridad y el esfuerzo activo de los mismos
grupos y comunidades que optan por ella (tesis 3).
La
economía de solidaridad no es «economicista» sino integral,
constituyendo un proceso a la vez económico, político y cultural
(tesis 4).
La
economía de solidaridad no rechaza el mercado, se inserta en él;
pero no se funda en sus «leyes» y automatismos supuestamente
objetivos que generan concentración y exclusión. Puede decirse en
tal sentido que en su operar «corrige» al mercado, sustituyendo las
férreas exigencias de la competencia por los superiores
procedimientos de la cooperación, la ayuda mutua, la participación,
la asociatividad, la autogestión, etc. (tesis 5).
La
economía solidaria no es un proyecto estatal, ni se basa en la
acción de los Gobiernos y organismos públicos. Aunque se relaciona
con ellos y aprovecha las oportunidades que le ofrezcan los servicios
públicos, su espacio de acción y desarrollo es la sociedad civil,
en la cual forma parte de lo que algunos han empezado a llamar el
«tercer sector» de la economía (tesis 6).
La
economía de solidaridad no es exclusiva de algunos grupos sociales
particulares, no se limita siquiera al extenso mundo de los pobres,
sino que convoca a toda la sociedad, siendo posible que todos
participen en ella (tesis 7).
Pero
es un hecho que la economía de solidaridad surge desde los sectores
populares empobrecidos, y que su agente principal son las comunidades
y personas que buscan salir de la pobreza mediante actividades
económicas desplegadas asociativamente y con una lógica solidaria
(tesis 8).
Un
componente de la economía de solidaridad son las donaciones, que
ella misma suscita, las que vienen en su apoyo evitando sin embargo
que se generen dependencias sino, al contrario, buscando favorecer el
desarrollo de la autonomía en los grupos beneficiarios (tesis 9).
Elementos
centrales de la economía de solidaridad son la educación popular y
la economía popular, que en la economía de solidaridad se
relacionan estrechamente, orientándose y haciéndolas converger en
experiencias de base popular que integran el desarrollo personal y la
realización de emprendimientos económicos eficientes (tesis 10).
Las
experiencias de economía de solidaridad buscan integrar la vida
familiar y comunitaria con las actividades orientadas a generar los
recursos y medios económicos que las sostengan. Así, ellas otorgan
especial importancia al territorio local en que se insertan las
iniciativas, buscando siempre favorecer su desarrollo y
perfeccionamiento. En otros términos, la economía de solidaridad
asume como propio objetivo el desarrollo local (tesis 11).
La
economía de solidaridad no es una propuesta coyuntural o de corto
plazo, sino una perspectiva orientada hacia el futuro, destinada a
permanecer en el tiempo, a crecer y perfeccionarse ampliando
progresivamente el campo de sus realizaciones. Por ello no se
desalienta por las dificultades encontradas en sus fases iniciales,
siempre las más complejas y poco comprendidas dado un contexto tan
diverso a ella que incluso a veces se plantea adverso a su existencia
(tesis 12).
La
economía de solidaridad procede conforme a una racionalidad
económica distinta a la del capitalismo predominante, y no aprueba
ni promueve el actual modelo de desarrollo, buscando por el contrario
crear las bases y ser parte de un desarrollo alternativo (tesis 13).
Si
bien en sí misma la economía solidaria no se presenta como una
propuesta macroeconómica ni como un «sistema» global, persiguiendo
más bien la conformación de un «sector» dentro de una economía
pluralista en que también ocupan un lugar y roles importantes los
sectores privado y público, el proyecto de la economía solidaria no
se concibe desconectado de procesos más amplios y globales de
transformación y democratización económica y política.
Específicamente, a nivel macroeconómico la economía de solidaridad
se concibe como parte de un proceso de democratización del mercado
(tesis 14).
Surge
de todo lo anterior que la economía solidaria se presenta como una
vía real de superación de la pobreza y de desarrollo social,
especialmente eficaz en contextos económicos caracterizados por
elevados niveles de desocupación y por una acentuada inequidad
socioeconómica. Esto que aquí afirmamos como conclusión racional
de un análisis, ha quedado demostrado en la práctica en variadas
ocasiones y lugares. Siendo así, la teoría y la práctica de la
economía solidaria deben ser atentamente consideradas en la
elaboración de políticas y en la organización de acciones
tendientes a superar la pobreza y a generar desarrollo social.
Luis
Razeto M.
(Artículo
publicado en la REVISTA POLIS, Nº 2. Santiago, 2001)