¿POR QUÉ NO ES ABSURDO NI LOCO NI UTÓPICO PLANTEARSE LA CREACIÓN DE UNA NUEVA CIVILIZACIÓN?


Algunos intelectuales, especialmente formados en sociología, me han discutido la idea que sea posible plantearse la creación de una nueva civilización como un objetivo consciente, que pueda ser realistamente concebido y realizado. A la base de su crítica está la idea que las civilizaciones nacen una tras otra siguiendo el curso natural de la historia, como resultado de procesos globales no organizados ni organizables por personas o grupos particulares. Serían las sociedades enteras - en su decurso natural que respondería a leyes objetivas de evolución histórica -, las forjadoras de las sucesivas civilizaciones.
La crítica de la concepción de la historia como un proceso natural regido por leyes objetivas la realizamos sistemática y detalladamente en otro lugar. (Ver Luis Razeto Migliaro y Pasquale Misuraca, La Travesía, Libro primero.) En esta ocasión me dejaré guiar por el más importante de los estudiosos e historiadores de las civilizaciones, Arnold J. Toynbee, quien funda su comprensión de la historia de las civilizaciones en la afirmación siguiente: "Una sociedad es una relación entre individuos; esta relación consiste en la coincidencia de los campos de acción de sus individuos; esta coincidencia combina en un terreno común los campos individuales; y este terreno común es lo que llamamos una sociedad. (...) Ningún campo de acción puede ser fuente de acción ... La fuente de la acción social sólo puede serlo cada uno, o algunos individuos cuyo campo de acción constituye, en el terreno donde coinciden, una sociedad. Son los individuos humanos, y no las sociedades humanas, quienes 'hacen' la historia humana."
Toynbee sostiene que cada persona puede ser sujeto activo de varias 'sociedades', en la medida que sus acciones confluyan con las de otras personas creando varios 'campos de acción'. Por ejemplo, un club deportivo, o una organización política, constituyen el terreno común de las actividades de distintos individuos que coinciden en dichos campos de acción. Distintas 'sociedades' o campos de acción así constituidos, pueden relacionarse con otras 'sociedades' similares, creando con las actividades de los individuos de todas ellas, un 'campo de acción' más amplio, una 'sociedad' mayor. De este modo, Toynbee sostiene que un individuo, que se relaciona 'personalmente' con los otros individuos en que coincide en uno o en varios 'campos de acción', llega a relacionarse e interactuar 'impersonalmente' con los individuos de las otras 'sociedades' que forman un 'campo de acción' más amplio, del que el suyo inmediato forma parte.
Toynbee sostiene que una civilización es un 'campo de acción' muy amplio, en que coinciden y convergen muchos y diversos 'campos de acción' particulares. Pero lo que define a una civilización no es exactamente el tamaño o la cantidad de individuos y de 'sociedades' que la constituyen, sino que el hecho decisivo es que el 'campo de acción' sea "inteligible en sí mismo", esto es, que se explique por la dinámica de sus integrantes, con bajos elementos que lo influyen y determinan desde fuera del mismo. Para que ello se verifique, deberá estar conformado por 'campos de acción' (económicos, políticos, culturales, etc.) suficientemente consistentes y autónomos, e integrados e interrelacionados por una cultura u orientación espiritual compartida.
El gran estudioso de las civilizaciones ciertamente no podía eludir la pregunta crucial para nosotros: ¿cómo se forman, o cuál es la génesis, de las civilizaciones? ¿Cómo y en qué circunstancias entran en existencia? Toynbee rechaza la difundida creencia de su tiempo, de que las civilizaciones están determinadas por el medio natural (geográfico) o por la raza. La respuesta del autor es exactamente la siguiente: Todas las civilizaciones empezaron a existir como respuestas por parte de seres humanos individuales a los retos que les planteaban el medio físico o el medio social humano o una combinación de ambos. La idea es que cuando cambia un medio físico, o un medio social, o ambos simultáneamente, se presentan a los hombres y a las sociedades desafíos nuevos que les exigen cambiar comportamientos y encontrar respuestas nuevas a las exigencias de la vida y el desarrollo humanos.
Toynbee sostiene que, para que una civilización pueda nacer, se requieren condiciones históricas y sociales particulares, situaciones críticas que desafían o retan a los seres humanos exigiéndoles cambios sustanciales en sus costumbres y en sus modos de acción tradicionales. Pero el tránsito no se verifica sino cuando individuos particularmente creativos elaboran y proponen las respuestas a esos desafíos nuevos, respuestas suficientemente realistas, motivadores y consistentes como para que una cantidad creciente de personas se embarquen en los nuevos caminos propuestos, encontrando en ellos un sentido a sus propias vidas y acciones.
En síntesis, no son suficientes las crisis sociales, económicas, políticas, ambientales y culturales; pero estas son condición necesaria. El tránsito comienza a verificarse cuando algunos individuos creativos, autónomos y solidarios comienzan a proponer las respuestas a esas crisis, que conducen a superarlas, instaurando nuevas interacciones, en progresivos y cada vez más amplios e integrados 'campos de acción'.
Sostiene Toynbee que cuando una sociedad, enfrentada a crisis y desafíos muy graves, sus minorías creativas no son capaces de encontrar las respuestas adecuadas, la sociedad entra en una fase de disociación, estallan las discordias internas y la consiguiente pérdida de la autodeterminación. Es lo más grave que puede ocurrirle a una sociedad.
Con estas ideas podemos cada uno responder a la pregunta: ¿Es absurdo, loco y utópico plantearse hoy la creación de una nueva civilización, o es más bien necesario, urgente e importantísimo planteárselo?
Después de estudiar la historia entera de la humanidad, analizando el presente el mismo Toynbee propone una respuesta a la pregunta cuando afirma: "Todo hombre, toda mujer y todo niño que vive hoy, está viviendo en un mundo en el que la humanidad se encuentra ante la elección extrema entre aprender a vivir juntos como una familia, o cometer genocidio en escala planetaria".
De esta afirmación desprende una precisa indicación sobre las tareas que debe emprender la educación:
"Ni la especie humana ni ningún individuo de ella pueden permitirse ignorar la situación humana presente. Tenemos que hacerle frente si no queremos destruirnos a nosotros mismos; para hacerle frente tenemos que comprenderla; y el tratar de comprenderla nos obliga a todos y a cada uno de nosotros a hacer conocimientos por lo menos en tres grandes esferas del saber: el saber de la naturaleza no humana; el saber de la naturaleza humana; el saber de los caracteres y la historia de las culturas locales y pasajeras – unas relativamente primitivas, otras relativamente avanzadas – que el hombre creó, transmitió, modificó y abandonó en el curso de las edades que pasaron desde que sus antepasados prehumanos se hicieron humanos. La tarea mínima de la educación se ha convertido, pues, en una gran empresa en nuestros días, y todo niño tendrá que pasar por un vigoroso plan de educación, tanto reglamentada como espontánea, a fin de llegar a ser un ciudadano eficaz de nuestro mundo nuevo." (Arnold J. Toynbee, en Conclusiones, al libro de Edward D. Myers, La Educación en la Perspectiva de la Historia, Fondo de Cultura Económica, 1966., Pág. 368-9.

Luis Razeto M.




LA LIBERTAD Y LA SOLIDARIDAD COMO CONDICIONES Y CAMINOS HACIA LA IGUALDAD Y LA HORIZONTALIDAD

https://www.youtube.com/watch?v=xznNTareA6s


Me propongo precisar los fundamentos de la igualdad entre los seres humanos, e identificar los fines que razonablemente podemos plantearnos en cuanto a la igualdad y la horizontalidad en la sociedad, y decir algo sobre cómo avanzar hacia su logro. Ello sin afectar sino potenciando la libertad individual, y generando una mayor y mejor integración solidaria.
1.- Una característica de las civilizaciones es comenzar con la propuesta y difusión de una cierta utopía social y política. La utopía que motivó y dio impulso a la civilización moderna se basaba en la afirmación de los principios de libertad económica, igualdad social y fraternidad comunitaria, que constituyen y resumen las principales aspiraciones que se ha planteado la humanidad en su historia. Cuando después de cinco siglos esta civilización moderna se encuentra en profunda crisis orgánica y tal vez en su agonía, podemos comprobar que la libertad se ha cumplido solamente para un segmento minoritario de la sociedad; la igualdad se ha establecido parcialmente a nivel jurídico, no existe en la realidad de las relaciones sociales, y constituye todavía una fuerte demanda social. En cuanto a la fraternidad, es un valor casi completamente olvidado. 
En los hechos y también en el pensamiento, las búsquedas y el debate se han centrado en la relación entre dos de esos principios, la libertad y la igualdad, siendo una conclusión muy generalizada que existe una contraposición entre la libertad y la igualdad, como valores u objetivos que se niegan mutuamente: a mayor libertad mayor sería la desigualdad consiguiente, mientras que un alto nivel de igualdad tendería a impedir la libertad. Porque se ha entendido así, es que la principal diversidad de posiciones, conflictos y antagonismos políticos, se da entre quienes privilegian el valor y el objetivo de la igualdad, y quienes enfatizan el valor y el objetivo de la libertad. 
Pero como la afirmación de uno y la negación del otro resultan insostenibles económica y políticamente, se ha buscado conciliar ambos valores y objetivos estableciéndose distinciones entre lo que serían la igualdad de hecho y la igualdad de derecho, o la igualdad de condición y la igualdad de oportunidades. También se ha buscado algún equilibrio entre ambos objetivos, tal que una excesiva igualdad no elimine la libertad necesaria, o una excesiva libertad no destruya la igualdad mínima indispensable. Y una tercera forma de articular ambos valores ha consistido en distinguir ámbitos de validez para uno y otro. Así, algunos ‘luchan’ por la igualdad económica, plantean restricciones a las libertades políticas y de opinión, y promueven la libertad en los derechos civiles. Otros defienden la libertad económica pero buscan restringir el ejercicio de las otras libertades. Entre el extremo liberalismo y el extremo igualitarismo existe una amplia gama de combinaciones.
Estas diferentes “soluciones” conceptuales y políticas no ayudan mucho a clarificar la cuestión, o son claramente insuficientes, toda vez que los valores y objetivos de la igualdad y de la libertad tienen, ambos, algo de absoluto. En efecto, la afirmación “todos los hombres somos iguales” expresa una convicción y un ideal que mueve a buscar el máximo de igualdad posible en todos los campos; del mismo modo que la libertad, entendida como aquello que nos define como seres humanos, mueve a buscar la más amplia y extendida libertad. ¿Es posible un nuevo modo de entender y resolver la cuestión?
Propondré en este trabajo una comprensión distinta a las mencionadas, de la relación en que se ponen esos tres principios o valores, sosteniendo que en un recto orden moral y social: a) la libertad es el valor principal que hay que preservar; b) la igualdad justa y conveniente de establecer socialmente es una que se funde en la universalización de la libertad; y c) que ello es posible solamente con la mediación de la más amplia fraternidad o solidaridad entre los seres humanos.
2.- Propongo partir considerando algunos hechos básicos.
Un primer hecho es de carácter individual. Yo podría tener más o menos poder político, mayor o menor riqueza económica, y más alto o más bajo reconocimiento y valoración cultural, si mis aspiraciones hubiesen sido diferentes a las que han sido, si hubiera efectuado otras decisiones en mi juventud, si mis opciones éticas fuesen otras. Este es un hecho que puede extenderse a todas las personas. Toda persona que esté consciente de las opciones que ha hecho y que analice con objetividad sus propios comportamientos y hábitos de estudio, de trabajo, de consumo y de entretención, sabe que podría ser actualmente más o menos rica, más o menos poderosa y más o menos culta, de lo que es. Si es así, debemos concluir que las preferencias, las opciones vitales, la ética personal y los modos de vida asumidos individualmente, influyen en el lugar que cada uno ocupa en la estructura social, en la organización económica, en la institucionalidad política y en el mundo cultural. Esta incidencia de las opciones individuales puede ser mayor o menor, según el grado de desarrollo de la libertad alcanzado por cada uno. A mayor libertad, mayor incidencia individual en la riqueza, el poder y el conocimiento. 
Un segundo hecho que tener en cuenta es de carácter natural y social.  La biología nos hace desiguales, determinando que tengamos distinto sexo, diversidad de razas, y diferentes condiciones de salud, de fuerza, de agilidad y de destrezas motoras, nerviosas, emocionales e intelectuales. La geografía, las condiciones climáticas y el medio ambiente causan desigualdades importantes entre los distintos grupos y asentamientos humanos en la Tierra. La historia nos ha diferenciado en etnias, naciones y pueblos. Entre los seres humanos encontramos individuos de poca inteligencia y genios, feos y hermosos, débiles y fuertes, agresivos y tímidos, violentos y pacíficos. Todas las desigualdades entre los seres humanos que se manifiestan y acentúan en las estructuras y procesos económicos, políticos y culturales, nos obligan a reconocer un fuerte condicionamiento geográfico, biológico, histórico y social del nivel de riqueza, de poder, de conocimientos y de cultura que tenemos cada uno.Pero, también en este sentido, el grado que tenga ese condicionamiento que experimenta cada individuo, se relaciona con el nivel de desarrollo de la libertad alcanzado. A mayor libertad, menor determinación geográfica, biológica, histórica y social en la riqueza, el poder y el conocimiento.
Un tercer hecho que hay que tener en cuenta es la interacción e influencia recíproca entre los individuos. Sea por condiciones y talentos naturales, sea por vocación y dedicación especial a determinadas actividades, existen en todas las sociedades personas que destacan por sobre los demás, por la excelencia de sus logros y realizaciones. Científicos y pensadores sobresalientes, artistas eminentes, deportistas excepcionales, políticos pioneros, empresarios notables, creadores, innovadores, precursores. Estas personas, que aportan excelencia, son de enorme importancia para el desarrollo de la humanidad, y también influyen muchísimo sobre las personas que se relacionan e interactúan con ellos. Porque las personas estamos vinculadas estrechamente unas con otras, nos influenciamos, actuamos mirando a los demás y aprendiendo de ellos, nos atraemos y establecemos afinidades y diferenciaciones.  
En este sentido, si bien todas las personas realmente libres tienen la potencialidad de alcanzar un alto nivel de desarrollo humano en alguno o varios campos de actividad, hay que tener siempre en cuenta la acción de los otros, de las relaciones sociales y vínculos comunitarios, que predisponen en ciertas direcciones y que facilitan u obstaculizan el desarrollo. Un niño que nace en un ambiente de deportistas, donde se valore el desarrollo físico, se hable de goles y de triunfos deportivos, es probable que esté fuertemente atraído a poner énfasis en esa dimensión. Un hijo que nace en una familia de lectores de libros, cuyos padres hablan de poesía y novelas y reflexionan sobre lecturas, desarrolla esas necesidades culturales. Un gran músico, un gran científico, etc. crecen en el contacto, convivencia e interacción con otro gran músico, científico, etc. Los individuos somos atraídos e impulsados por aquellos que han llegado más arriba o más adelante que nosotros mismos. Para todos es decisiva la relación que tengamos con otras personas, no sólo en las fases infantiles sino también una vez alcanzado un desarrollo maduro. Pero también en este sentido hay que reconocer que el grado de excelencia y la capacidad que tenga un individuo de atraer y de ser atraído por otros, dependen fuertemente del nivel de desarrollo de la libertad por él alcanzada. A mayor libertad, más posibilidades de alcanzar la excelencia en alguna dimensión o actividad, y de atraer a otros a niveles de más alto desarrollo.
 3.- Conectando los tres hechos mencionados llegamos a algunas conclusiones relevantes. La primera es que, tanto el condicionamiento geográfico, biológico, histórico y social, como la libertad personal, y las relaciones que entablamos con otras personas, son causantes de desigualdad. La segunda es que esos mismos factores que nos hacen desiguales, son diferentes en unas personas y en otras, de modo que unos  están más condicionados y son menos libres, y otros son más libres y se encuentran menos condicionados. La tercera es que el grado de libertad y autodeterminación que permita una sociedad  a sus miembros, será determinante de su nivel de riqueza, poder y cultura, y por consiguiente, de lo acentuada o reducida que sea la desigualdad entre las personas. Por último, parece evidente que mientras menor sea el grado de libertad que permita o facilite una sociedad a los individuos que la conforman,  menor será el desarrollo humano de ellos, que en su conjunto alcanzarán más bajos niveles de riqueza, poder y cultura, aunque quizás pueda ser menor la desigualdad entre ellos. 
Esta secuencia de conclusiones nos lleva a re-plantearnos lo que podamos o no podamos, y lo que debamos o no debamos, plantearnos respecto a la cuestión de la igualdad y desigualdad de los individuos en la sociedad. Y nos plantea una primera cuestión decisiva: si todo nos hace desiguales ¿de dónde proviene y qué justifica la pretensión, la demanda, la exigencia de la igualdad? ¿Cuál es el fundamento de esta? 
Esta pregunta no puede obviarse. El nazismo, que sostenía la superioridad de una raza sobre las otras y que llevó a políticas de exterminio étnico; el marxismo, que sostenía la superioridad de una clase social sobre las otras y que llevó al exterminio de enteras clases sociales durante el estalismo y el maoísmo; el nacionalismo, que sostenía la superioridad de una nación sobre las otras  y que llevó a guerras que buscaban avasallar a las naciones enemigas; son fenómenos muy recientes, y si bien fueron derrotados militar y políticamente, no han dejado de tener una consistente presencia cultural y política hasta hoy. Todavía existen las guerras étnicas. El darwinismo social es una ideología que sigue viva y activa en muchos planos y espacios de la actividad humana, por ejemplo en políticas de control de la natalidad, y en ciertas orientaciones de la medicina. Hay algunas ideologías ecologistas extremas que, al sostener que “somos demasiados” y que “la especie humana es depredadora por naturaleza”, incuban tendencias altamente peligrosas. Consideremos, entonces, el fundamento de la afirmación de la igualdad de los seres humanos, en qué sentido tiene un carácter absoluto,  y cuáles son sus implicaciones.
4.- La naturaleza - física y biológica - es determinista, está sujeta a condiciones y leyes que no controlamos, y genera desigualdades que nos afectan inevitablemente. De aquí se sigue – y esta es una conclusión importante –, que el plantearnos la igualdad y la libertad como valores y objetivos por alcanzar, se origina en algo que es exclusivo de los seres humanos: la conciencia, el espíritu. Son la conciencia y el espíritu los que nos llevan a plantearnos fines y a buscar los medios para realizarlos. De hecho, la afirmación de que "todos somos iguales", que “compartimos la misma dignidad humana” y que "tenemos los mismos derechos y obligaciones", es una conquista cultural, moral y espiritual de la humanidad. 
Que somos parte de una misma especie, es una realidad biológica; pero ella no es suficiente para fundamentar la igualdad de todos los individuos de la especie, en cuanto la misma biología establece diferencias entre estos, y despliega mecanismos de selección, de reproducción y de sobrevivencia que privilegian a unos miembros de la especie en detrimento de otros. El ser parte de un conglomerado natural no fundamenta la igualdad entre los miembros del mismo. El hecho de compartir con otras especies el ser vivos, o el ser animales, o el ser mamíferos, o el ser homos, no determina igualdad entre tales géneros y especies ni entre los miembros de ellas, que la misma naturaleza ha puesto en lucha y conflicto por la sobrevivencia.  
La igualdad no se funda en el concepto biológico de ‘especie’, sino en el concepto filosófico de ‘humanidad’.  Que somos parte de una realidad moral que llamamos ‘humanidad’; en la cual nos definimos como ‘personas’, que compartimos la capacidad de amar, de conocer, de emocionarnos, de crear y de efectuar opciones libres; y que formamos ‘comunidad’, son realidades morales. Es en y por nuestra condición de personas morales, con conciencia, razón y libertad, que conformamos una humanidad, articulada en comunidades, donde nos concebimos como personas iguales.  
Este ser ‘personas’, que formamos comunidad y humanidad, es una convicción que históricamente han sostenido las religiones que afirman precisamente que no somos seres puramente biológicos, sino también espirituales, hijos de un mismo Padre, creados a imagen y semejanza de Dios. Es también lo que han argumentado las filosofías metafísicas, que afirman que cada individuo humano comparte con todos los otros una misma 'naturaleza humana’, una misma esencia. Así, pues, es desde el plano moral que surge la demanda de igualdad. Podemos decir que la conciencia y el espíritu se rebelan contra las desigualdades que establecen entre nosotros la biología, la geografía, la naturaleza y la sociedad. 
De esto deriva una conclusión fundamental, a saber, que la calidad moral y espiritual de una sociedad, y también de una comunidad menor, o incluso de una persona, se manifiesta especialmente en el modo en que trate y en que se relacione con las personas más débiles y desprotegidas, reconociendo que la inferioridad económica, política y cultural de ellas no reduce, ni afecta en lo más mínimo, su radical igualdad con uno mismo y con todos.
Pero debemos avanzar en el análisis de las implicaciones de todo lo que hemos dicho, respecto a la igualdad y la libertad posibles y deseables en la sociedad.
5.- Si es verdad: 1) que mientras mayor sea la libertad y capacidad de autodeterminación de una persona, menor es el condicionamiento biológico y social que genera desigualdades de riqueza, de poder y de cultura. Y 2) que también la conciencia y la libertad nos hacen desiguales, en cuanto de nuestras decisiones depende en importante medida la riqueza, el poder, la cultura y los conocimientos que alcanzamos; se concluye que la igualdad en cuanto a la riqueza, el poder, la cultura y el conocimiento de las personas es imposible, y que ello no sería deseable, no sólo porque iría contra la biología y la naturaleza, sino también contra la libertad, o sea, contra la conciencia y el espíritu.
¿En qué queda, entonces, aquello de que la igualdad es un derecho humano esencial, fundamento de la civilización, aspiración y demanda de la conciencia y del espíritu? Para responder esta pregunta examinemos los contenidos de esa reivindicación ética, religiosa y filosófica de igualdad de todos los seres humanos.
Lo que tenemos en común, lo que nos hace iguales, y que fundamenta la exigencia del reconocimiento social de nuestra igualdad, es que todos los seres humanos somos personas, esto es, individuos conscientes, racionales y espirituales, que es de donde surge la exigencia de libertad y autodeterminación. Esa es la igualdad esencial, fundamental, que es necesario fundar y defender en la sociedad, en el marco de todas las desigualdades biológicas, geográficas, económicas, sociales y culturales en que vivimos. En este sentido cabe advertir que precisamente aquello que suele contraponerse a la igualdad, a saber, la libertad, es precisamente el fundamento y la justificación última de la igualdad humana esencial.
Así, la respuesta a la pregunta: ¿qué igualdad es conveniente? encuentra una nueva respuesta. Es la igualdad que consiste en que seamos todos libres y autónomos, para decidir nuestras vidas, con nuestras propias éticas, que nos conducirán a los niveles de riqueza, poder político, conocimiento y cultura que obtengamos cada uno como resultado de nuestras opciones, decisiones y acciones, con el menor condicionamiento geográfico, biológico y social que se pueda, y con el máximo desarrollo moral y espiritual que podamos alcanzar. 
Si todos fuésemos igualmente libres, las desigualdades económicas, políticas y culturales que de ese modo se generen, serán legítimas y convenientes, y no afectarán sino que serán manifestación de nuestra igualdad humana fundamental, esencial. Entre personas libres no hay dominación ni subordinación sino relaciones horizontales, pues las personas libres se reconocen iguales entre sí y saben que no son subordinables unas a otras sin consentimiento. La libertad no genera igualdad económica y política, pero genera horizontalidad, que es lo que debe buscarse en las relaciones humanas. 
6.- Lo anterior nos permite comprender que el gran problema de la sociedad moderna, la gran desigualdad que da origen a todas las manifestaciones injustas de ella en la economía, en la política, en la educación y la cultura, consiste en que la libertad ha sido alcanzada por una porción relativamente pequeña de las personas, por un segmento de la sociedad que se constituye como una élite dirigente, mientras la gran masa permanece subordinada y dependiente. Ello genera una verdadera fractura en la sociedad, entre los organizadores y los organizados, los dirigentes y los dirigidos, los gobernantes y los gobernados, los empresarios y los trabajadores, los conocedores y los ignorantes, los cultos y los vulgares.
En efecto, simplificando la realidad pero sin falsear su configuración básica, podemos decir que en el mercado existen dos situaciones o modos en que las personas se encuentran en él: 1. Como organizadores o protagonistas económicos, esto es, personas que actúan con autonomía, como es la situación de los empresarios y de los que ejercen profesiones liberales o se desempeñan trabajando de manera autónoma; 2. Como dependientes y subordinados, como es el caso de los trabajadores asalariados, de los empleados dependientes, de los pensionados, etc. 
También en el Estado existen dos modos principales de estar: 1. Como dirigentes, que es la situación en que están los miembros de la llamada ‘clase política’ y de la alta burocracia pública, o sea los gobernantes, parlamentarios, magistrados, autoridades y funcionarios de la administración central, dirigentes de los partidos políticos, etc.; 2. Como dirigidos, que es la situación en que se encuentran los ciudadanos comunes y corrientes, que son objeto de las decisiones gubernativas, que aceptan o se conforman pasivamente a lo que deciden las autoridades, o que en el mejor de los casos buscan incidir en las decisiones a través de las movilizaciones y presiones sociales.
Igualmente en la cultura se dan los dos modos de participar: 1. Como creadores, que es la situación en que están los artistas, científicos, pensadores, protagonistas y organizadores de cultura. 2. Como público que se limita a apreciar y seguir el conocimiento, el arte, la cultura que otros les ofrecen.
Todos participamos del mercado, del estado y de la cultura; todos somos parte de esos tres sistemas que proveen en distintas formas los bienes y servicios que necesita la población; pero en ellos se manifiesta la división social que separa a los que participan y están insertos en calidad de protagonistas y, en consecuencia, que gozan de los mayores privilegios; y los que se encuentran en condiciones de subordinación y dependencia, marginados de los procesos decisionales, y cuyo acceso a los bienes y servicios es más precario. Cabe señalar, además, que los de arriba, los que son organizadores y autónomos sea en el mercado, en el estado o en la cultura, tienen normalmente un nivel educativo y de acceso al conocimiento y a la información que podemos considerar elevado o de excelencia, según los estándares del propio sistema; mientras que los de abajo, los que operan como subordinados o dependientes sea en el mercado como en el estado y en la cultura, suelen tener un inferior nivel educativo y un reducido acceso al conocimiento y a la información.
7.- Ahora bien, para comprender correctamente el modo en que se configura y se reproduce la estructura social hay que tener en cuenta dos hechos, que mitigan o reducen y que en parte ocultan, pero no eliminan, la separación cualitativa existente entre los autónomos de arriba y los dependientes de abajo. 
El primero es que en ambos niveles se manifiesta una gradación, de tal manera que los peldaños inferiores de ‘los de arriba’ se encuentran muy cercanos a los peldaños superiores de ‘los de abajo’ en términos de su situación socio-económico-cultural. Gradación que da la apariencia de que se tratara de una única estratificación o escala social en que se distribuyen los distintos niveles sociales, económicos y culturales; apariencia reforzada por el hecho que la situación socio-económico-cultural de las familias y personas se mide con parámetros y datos puramente cuantitativos, cuales por ejemplo, los niveles de ingresos, los años de escolaridad, la cantidad de bienes y servicios a los que se accede, etc. 
El segundo hecho es que la separación entre los de arriba y los de abajo no está dada por una barrera infranqueable, por una valla impermeable, existiendo ciertas formas, conductos y mecanismos que permiten ‘perforar’ la línea que los separa. En efecto, existe la posibilidad del ascenso de algunos de los abajo hacia el nivel superior, y a la inversa, el descenso de algunos de los de arriba al nivel inferior, en cantidades mayores o menores según cuan rígida o abierta sean las estructuras e instituciones del mercado, del Estado y de la cultura. Cuando la movilidad social es más amplia y está disponible para un mayor número de personas se dice que estamos en una ‘sociedad abierta’, y en ella crecen y se desarrollan los grupos sociales definidos como ‘aspiracionales’.
Es en este sentido que interviene de manera relevante la educación y el acceso al conocimiento y a la información. Pues una diferencia decisiva que establece la separación entre los que pertenecen a uno u otro de los niveles sociales es precisamente el dominio del conocimiento y de la información. Porque la educación, la cultura, el conocimiento y el dominio de la información son factores claves que determinan la posibilidad de que las personas sean libres, autónomas y organizadoras, o que se mantengan en condición subordinada y dependiente. Dicho más directamente, para ser dirigente, organizador, autónomo, hay que tener el conocimiento, los saberes, la cultura, la información y las competencias requeridas para ello.
8.- De esta comprensión de la relación entre la igualdad y la libertad derivan consecuencias trascendentales sobre la organización de la vida económica, política y cultural de la sociedad. Si se lo entiende cabalmente, nos daremos cuenta de que el origen de todas las desigualdades injustas y que es necesario remover, son causadas por limitaciones a la libertad, en el sentido de que no todos los humanos somos libres, iguales en libertad. Se comprenderá la exigencia ética de una transformación muy profunda del orden social, económico, político y cultural, orientada  a favorecer y promover la libertad de los oprimidos y subordinados, en un proceso de largo aliento que conducirá progresivamente a la eliminación de todas las desigualdades injustas e inaceptables que existen en nuestras sociedades. 
En este sentido, una primera, elemental y fundamental consideración, nos lleva a afirmar que,  tener capacidad de autodeterminación y ejercicio de la libertad, supone disponer de un cierto nivel mínimo y suficiente de salud, de capacidades físicas y mentales, de recursos económicos, de poder, de conocimientos y de cultura, bajo cuyo umbral la libertad y capacidad de autodeterminación es inexistente o muy escasa. Para ser libres y tener capacidad de autodeterminación, es necesario encontrarnos adecuadamente alimentados, disponer de un lugar donde vivir y protegernos de las inclemencias del clima, tener una razonable seguridad de no ser asaltados, disponer de salud y de alguna suficiente atención ante las enfermedades, haber alcanzado algún nivel de conocimientos y de cultura. 
Todo esto no lo proporcionan, no la aseguran la geografía, la biología y la naturaleza. Todo eso debe ser construido socialmente, por obra de emprendimientos y organización económica, de orden y organización política, de actividades culturales y sistemas educativos, etc. En otras palabras, todo ello son exigencias que la ética personal y social, la conciencia y el espíritu (que nos hacen reconocernos personas humanas, viviendo en comunidad, formando la humanidad), ponen a la economía, la política, la organización cultural y educacional. Todo ello es fruto de la libertad, al mismo tiempo que establece condiciones y límites a la libertad con el fin de que todos alcancemos aquella libertad y capacidad de autodeterminación mínimas que nos constituyen como personas humanas formando humanidad.
Para ser libres y tener capacidad de autodeterminación, es necesario, además, la participación activa en la comunidad. En esta nos retro-alimentamos mutuamente en el proceso de desarrollarnos. Por eso es esencial la experiencia colectiva, la convivencia, la participación en grupos, redes y organizaciones. Los humanos nos asociamos porque individualmente somos incompletos y no auto-suficientes. Las necesidades las satisfacemos, y las capacidades las desarrollamos, cada uno desplegando sus propias energías y proyectos de realización; pero también las desplegamos en el compartir, en el convivir y en el asociarnos con otros para enfrentar necesidades que tenemos en común. Si uno quiere desarrollar las necesidades espirituales o las necesidades de conocimientos tiene que encontrar personas que quieran lo mismo, porque así van a poder alimentarse en esa búsqueda, en ese trabajo, en esa construcción común de los satisfactores de esas necesidades; si uno quiere desplegar su espíritu musical o deportivo, tiene que vincularse a personas que compartan esas dimensiones. Y si nos articulamos en una organización, en una experiencia humana donde se encuentren personas de distintas cualidades, de distantes personalidades, de diferentes niveles de excelencia, nos enriquecemos también cada uno y a los demás mutuamente, con lo que cada uno haya desplegado más. En comunidad, cada uno aporta a los otros en la medida de lo que ha llegado a ser y a tener. Y mientras mayor sea el logro que hayamos alcanzado, en riqueza, o en poder, en cultura o en conocimientos, más elevada será la exigencia moral  que tenemos, de compartir, libremente (no por coacción) y en solidaridad con los menos desarrollados, aquello que hayamos desarrollado..
8.- ¿Cómo serían la economía, la política, la educación y la cultura, si todos los humanos fuéramos libres, y participáramos en organizaciones y comunidades de personas libres y solidarias, donde aprendamos y nos impulsemos unos con otros? Dadas las restricciones de espacio y de tiempo, me limito aquí a una consideración general sobre los ámbitos de la actividad y organización en que es más importante la libertad, y a una particular sobre la economía.
En lo general,  si asumimos que la libertad de todos es el objetivo esencial al que se debe aspirar, los ámbitos más importantes en que la libertad debe ser asegurada y garantizada son, el de la libertad de educación, porque es a través de la educación que las personas desarrollan su libertad, y el de la libertad de conciencia, de expresión y de comunicación de las ideas y conocimientos, que es donde se manifiesta primera y originalmente la libertad de las personas. Es obvio que la libertad sólo puede expandirse, perfeccionarse y desarrollarse en un ambiente de libertad, que ha de proyectarse hacia todos los ámbitos de la actividad humana, y especialmente en la economía, la política y la cultura. 
En lo particular sobre la economía, sostengo en mis libros sobre el desarrollo, la transformación y el perfeccionamiento de la economía, que una organización fundada en la libertad y en la asociatividad y solidaridad, que genera las condiciones óptimas de igualdad y horizontalidad entre las personas que en ella participan, es aquella que se aproxime a las condiciones de la llamada ‘competencia perfecta’, que los economistas clásicos identifican en la atomización de los oferentes, la ausencia de barreras y el libre acceso, la plena movilidad de factores y productos, la transparencia e información abierta; lo que desde la óptica epistemológica y teórica de la economía comprensiva llamamos ‘mercado democrático’, y que implica la liberación de las fuerzas productivas, incluido por cierto el trabajo, pero también el dinero, el financiamiento y la empresarialidad. 
La efectiva realización de la libertad económica implica que todas las personas estemos en condiciones de ser empresarios, individual y/o asociativamente, lo que se cumple en la economía de solidaridad y cooperación. En ésta, la distinción fundamental propia del capitalismo, entre empresarios y trabajadores, se disuelve, haciendo que todos seamos (podamos ser) empresarios, aportadores de factores, y trabajadores a la vez; o bien, que podamos optar libremente entre la condición de empresario, de aportador independiente de factores, o de trabajador dependiente. En el mercado democrático y en la economía solidaria se vive un máximo de libertad económica, y un óptimo de vinculación social mutuamente enriquecedora, generándose condiciones de horizontalidad en las relaciones entre productores, intermediarios y consumidores, y entre empresarios, aportadores independientes de factores, y trabajadores.
Es obvio que todo esto supone que las personas hayan alcanzado un nivel suficiente de desarrollo de su libertad y capacidad de autodeterminación. En tal sentido, es preciso entender que el mercado democrático y la economía solidaria son, al mismo tiempo, condiciones que permiten y facilitan el desarrollo de la libertad, y manifestaciones de la libertad lograda progresiva y crecientemente por las personas. 
9.- Puestas así las cosas, pareciera que compaginar la libertad individual con la igualdad social - entendidas en los términos indicados - fuera algo imposible de lograr en la actualidad, teniendo en cuenta que una mayoría de los seres humanos vive en condiciones de subordinación económica, social, política y cultural, estando muy lejos de poder conquistar y ejercer la libertad. Sostengo, en cambio, que ello es posible de construir realmente en base del desarrollo de una ética de la solidaridad o fraternidad comunitaria, aplicada consistentemente en la economía. Tal es el sentido y el significado profundo de la economía solidaria.
En efecto, las personas que por cualquier circunstancia no alcanzan por sí mismas el desarrollo personal que les permita participar en la economía con libertad, pueden encontrar en la economía solidaria una vía regia para lograrlo. En efecto, asociándose con otras personas para trabajar en empresas cooperativas, mutiplicando su eficiencia mediante los efectos productivos del Factor C, organizando comunitariamente el consumo de modo de obtener mayores satisfacción de los bienes y recursos escasos disponibles, las personas logran un elevado nivel de realización de su libertad personal en lo específicamente económico, con el plus de encontrar en esas mismas experiencias, significativas oportunidades de desarrollo comunitario, cultural, intelectual y espiritual.
Aquellas otras personas que por su mayor y mejor desarrollo económico personal y familiar logran generarse ingresos y acumular excedentes más allá de los convenientes para una ‘vida buena e integral’, pueden participar en la economía solidaria destinando una parte de sus recursos excedentarios a apoyar la formación de iniciativas de producción y de consumo de economía solidaria, o aún mejor, organizando e invirtiendo en iniciativas culturales y educacionales, o de índole espiritual, que favorezcan el desarrollo humano integral no sólo de sí mismas, sino de la comunidad de la que forman parte, y de la sociedad en general.
En ambas situaciones - la de quienes no alcanzan por sí mismos el umbral de la libertad de trabajo y consumo que les garantice una vida libre, sana y digna, y la de quienes lo soprepasan en exceso disponiendo de riquezas que no les sirven realmente y que incluso les desvían de la correcta atención de la socialidad y fraternidad - encontramos que la economía solidaria ofrece a todos las oportunidades y la ocasión de ser realmente libres, liberadores y constructores de una sociedad más horizontal y menos desigual.

Luis Razeto



EL FALSO PODER DEL SISTEMA Y LO QUE REALMENTE NOS IMPIDE SER LIBRES


Coincido con Jacob Klatzkin cuando dice que “el poder dominante es una cosa mítica, que debe su existencia a la imaginación. En esencia, es un fenómeno psicológico: toda su realidad es de carácter ilusorio.Vemos a una persona rigiendo un pueblo, dominando a una nación entera. Multitudes de seres humanos le sirven con temor. ¿A quién temen? En fuerza real los esclavos son inmensamente superiores a su amo. Pero cada esclavo se ve a sí mismo como un individuo contra sus compañeros de esclavitud. Aunque se sientan impelidos a rebelarse, se temen mutuamente. A veces se rebela uno de ellos; entonces sus compañeros se ven forzados a castigarle, aunque en sus corazones deseen o proyecten hacer lo que él. No es al dictador a quien temen, sino a la hueste de esclavos que ejecutan sus órdenes. En otras palabras, se temen a sí mismos. Su debilidad es una ficción, un error, un error de esclavo. El dictador obtiene su fuerza agregando la de otros a la suya. Lo hace borrando de la conciencia de sus esclavos el hecho de sus intereses comunes. La multitud se ve como individuos opuestos entre sí. Cada criatura esclavizada se considera esclavizada por la comunidad de sus compañeros de esclavitud. Por este error común, error de muchos, se mantiene el poder de uno. Los muchos recobran la fuerza que les es propia en cuanto advierten este secreto del temor recíproco. La abolición del error en los corazones de esclavo señala el fin del ficticio poder de la tiranía.”
Hoy no existe la esclavitud y nadie se considera esclavo; pero la inmensa mayoría de las personas piensa que son los poderosos los que influyen sobre el curso de los acontecimientos, y que los individuos ‘comunes y corrientes’ carecemos de poder y estamos sujetos a las decisiones que tomen aquellos. Muchos dicen que no pueden cambiar sus vidas dependientes, ni realizar las transformaciones sociales que desearían, a causa del ‘sistema imperante’, que no nos permite vivir como quisiéramos ni actuar conforme a nuestros principios y valores.
En realidad, lo que entendemos como ‘sistema imperante’ es, igual que el ‘poder dominante’, no más que una ficción, un mito, cuya existencia ilusoria reside solamente en nuestra propia conciencia. Al decir esto no estamos negando la existencia de la dominación ni de la concentración del poder, sino des-cubriendo, o sea sacando el velo que oculta lo que es constitutivo del poder y de la dominación, a saber, que se trata siempre de una relación social, en la que participan activamente todas las personas que se encuentran vinculadas en dicha relación. Y que dicha relación se encuentra siempre mediatizada por la conciencia de cada participante. El poder y la dominación existen en la medida en que quienes lo sufren se someten y obedecen, por temor, por comodidad, por cobardía o por cualquier otra causa.
Vemos a la gente consumiendo y endeudándose y compitiendo y comportándose y estudiando y trabajando, de la manera en que lo exige el mercado, como lo requiere ‘el sistema’, como lo dictan los poderosos y lo exigen los que mandan. Se dice que ‘el sistema castiga’ a los que se marginan y se liberan de sus exigencias y normas. Con esta idea, muchos justifican el permanecer en el ‘sistema’ que no quieren y que incluso dicen que quisieran cambiar. ¿A quién, a qué le temen?
A veces vemos que alguno ‘se sale’ del sistema y actúa siguiendo sus propias convicciones, sus valores e ideales. Entonces son muchísimos los que salen a castigarlo, a criticarlo, a hacerlo ‘entrar en razón’, a convencerlo de que ‘le irá mal’, aunque en sus corazones desearían hacer lo que él. No es el ‘sistema’ el que lo castiga, sino cada uno de nosotros, cada uno de aquellos que siguen actuando en conformidad con lo que requiere el mercado, la publicidad, la política, ‘el sistema’. El ‘sistema’ adquiere existencia y poder por ‘la hueste de esclavos que ejecutan sus órdenes’.
Muchos se quejan y critican el poder de las grandes empresas multinacionales. Pero pocos se preguntan dónde reside el poder y la riqueza que tienen. Ni el poder ni la riqueza son algo intrínseco o inherente al que los posee. Pensemos, por ejemplo, en el poder inmenso que ejerce la empresa Coca-Cola a través de la publicidad y otros medios. Tiene tanto poder que nos hace comportarnos de ciertas maneras, incluso diariamente, cuando vamos a comprarla, al servirla, el beberla y compartirla. No queremos decir que haya algo malo en eso, pero sí que comprendamos el origen del poder que ejerce sobre nosotros. ¿Quién le otorga poder y riqueza, sino cada uno de nosotros que le transferimos una pequeña cuota de poder y de riqueza, o sea una parte de nuestra voluntad, cada vez que la compramos y consumimos?
Y ¿cómo es que nos domina? Introdujo en nuestra mente, en nuestra conciencia, un deseo, que se nos ha ido convirtiendo en una necesidad. ¡Así ocurre con todo lo que ejerce poder sobre nosotros! Es la instalación de un mito en nuestra conciencia, un mito que puede tener la forma de un deseo, o de un temor, o de una creencia, o de una expectativa. Un mito que se refuerza cuando está en la mente de muchos, que lo reproducimos sin darnos cuenta al hablar de él y al compartir nuestra creencia, deseo, expectativa, temor, o el que sea su modo de estar en nosotros. Si queremos liberarnos de tal dominación, es preciso identificar esa presencia extraña que actúa en nuestra conciencia, y extirparla.
Parafraseando a Klatzkin, nuestra debilidad es una ficción, un error, un error de esclavos. No es al ‘sistema’ a quien tememos, nos tememos a nosotros mismos. El ‘sistema’ adquiere su fuerza sumando las fuerzas nuestras. Lo hace borrando de nuestras conciencias esos valores, ideas, proyectos en que verdaderamente creemos y que quisiéramos (o que algún día quisimos) realizar.
Por este error de muchos, de creer que ‘el sistema existe y nos domina’, el ‘sistema’ se mantiene y se hace fuerte. La abolición de este error en nuestras conciencias señala el término del ficticio poder del ‘sistema’. Es por esto que la liberación respecto de cualquier forma de dominación, y cualquier transformación social que nos propongamos, tienen un solo lugar donde pueden comenzar: nuestra propia conciencia y nuestras propias decisiones.
Luis Razeto

CINCO CONSTATACIONES SOBRE LA POBREZA, CATORCE TESIS SOBRE EL DESARROLLO SOCIAL, Y UNA CONCLUSIÓN SOBRE LA ECONOMÍA SOLIDARIA


CINCO CONSTATACIONES CLAVES PARA COMPRENDER LA REALIDAD DE LA POBREZA EN AMÉRICA LATINA.

En los últimos años, en los documentos oficiales de los Gobiernos y los organismos internacionales, el interés y preocupación por la pobreza ha asumido una connotación fundamentalmente estadística. Se discute cuántos son los pobres, con qué indicadores identificar sus diversos niveles, cuáles tendencias se manifiestan en la distribución de los ingresos, etc. Y los datos que se proporcionan para América Latina como un todo y para la mayor parte de sus países en particular, son alarmantes. En efecto, desde hace tres décadas, la pobreza está aumentado en América Latina. En términos relativos, en cuanto la distribución del ingreso se torna cada vez más desigual. En términos absolutos, porque aumenta el número de pobres y extremadamente pobres: actualmente más de 200 millones de latinoamericanos no alcanzan a satisfacer sus necesidades básicas.
Pero el enfoque estadístico del tema deja en la sombra, no solamente la realidad humana que se esconde detrás de las cifras, sino también un conjunto de hechos, fenómenos y procesos que están caracterizando actualmente el mundo de los pobres, y que han dado lugar a una verdadera transformación de la pobreza, a partir de la cual ella es hoy una realidad cualitativamente distinta a la que se manifestaba treinta años atrás. Entre tales fenómenos y procesos podemos constatar los siguientes:
De la marginalidad por defecto de integración a la pobreza por exclusión activa.
Hasta hace dos décadas, cuando se hablaba de los pobres se hacía referencia a aquella parte de la población que no había logrado integrarse a la vida moderna debido a que las infraestructuras urbanas, productivas y de servicios (educación, salud, vivienda, etc.) no crecían lo suficientemente rápido como para absorber la masa social urbana que aumentaba aceleradamente por causas demográficas, migraciones del campo a la ciudad, etc. Los extremadamente pobres eran quienes no habían experimentado un desarrollo cultural y laboral como el requerido por el proceso social moderno, y constituían un cierto porcentaje de la sociedad que se aglomeraba en la periferia de las grandes ciudades.
En última síntesis, aquella marginación resultaba de la reorganización de la economía y la estructura social que se verificaba por la expansión de las formas industriales y estatales modernas, que fueron desplazando y desarticulando el tejido social y las actividades de producción, distribución y consumo tradicionales, afectando especialmente a los grupos sociales indígenas, campesinos y artesanales. Como el sector moderno crecía y manifestaba capacidades para absorber fuerzas de trabajo y satisfacer demandas de consumo, se producía adicionalmente un efecto de atracción para muchos que abandonaron prematuramente sus formas de vida tradicionales y emigraron hacia las ciudades en busca de otros modos de vida. Pero los que no lograron integrarse, no pudiendo tampoco darle en el contexto marginal urbano un uso a sus capacidades y destrezas laborales correspondientes a esos modos de producción campesinos y artesanales, encontraban sólo en la acción social del sector público sus posibilidades de sobrevivencia y de reinserción. Su actividad social tendía a expresarse, entonces, fundamentalmente en términos reivindicativos y de presión social.
Aquella pobreza y marginación residual (por nombrarla de algún modo), sigue existiendo en la actualidad. Pero el mundo de los pobres es hoy mucho más numeroso, porque ha sido engrosado por una masa de personas que, habiendo anteriormente alcanzado algún grado de participación en el mundo laboral y en el consumo y la vida moderna, han experimentado luego procesos de exclusión: cesantía, pérdida de beneficios sociales, subempleo, precarización, etc. Lo que ha sucedido es, en síntesis, que el proceso industrial y estatal moderno, no sólo no pudo absorber todas las fuerzas de trabajo y las necesidades sociales que crecían junto con la población, sino que incluso comenzó a expeler a una parte de quienes había en algún momento incorporado. Este fenómeno de la exclusión no solamente afecta a los sectores populares y al mundo obrero, sino también a capas sociales medias que se han visto rápidamente empobrecidas por la pérdida del empleo y de beneficios sociales que habían mantenido en muchos casos por períodos prolongados. La pobreza en que caen estas familias resulta en ocasiones extremadamente dura, pues la experimentan por primera vez y no han desarrollado las estrategias de sobrevivencia cotidiana que son connaturales a la experiencia de la pobreza vivida desde la infancia. Se verifica también un proceso que puede entenderse como de inversión del ascenso social de una generación a otra: muchos jóvenes populares que habían accedido a la educación moderna y que adquieren por su intermedio las destrezas necesarias para insertarse en el mundo del trabajo, no encuentran las oportunidades de hacerlo y recaen en la pobreza.
La segregación de los pobres y la segmentación de la sociedad.
Como nunca antes, la pobreza en América Latina se ha concentrado en zonas urbanas y suburbanas de alta densidad poblacional. Diversos fenómenos de reorganización urbana han desplazado territorialmente a los pobres hacia comunas periféricas desprovistas de servicios básicos de educación, salud, pavimentación, alcantarillado, transporte, etc. Comunas y poblaciones marginales donde prácticamente no existen industrias, donde el comercio es precario, donde los servicios públicos están a menudo ausentes; y donde, en general, la distancia y el aislamiento respecto a los centros residenciales de elevados niveles de vida reduce al mínimo las oportunidades de acceder a empleos, ingresos y beneficios derivados de la proximidad a zonas de mayor desarrollo y riqueza.
En tal contexto, a la desocupación y el subempleo que implican reducidas oportunidades de ingresos, se agrega una exclusión multidimensional, en cuanto las necesidades que permanecen insatisfechas son múltiples. La pobreza deja de ser una situación relativamente transitoria derivada de la falta de empleo e ingresos, reversible cuando éstos vuelven a tenerse, sino que se convierte en una condición de vida global y permanente, incluyéndose en esto una exclusión de ciudadanía política.
La concentración y segregación espacial de la pobreza la torna al mismo tiempo invisible para el resto de la sociedad. La vida cotidiana de los sectores sociales empobrecidos se desenvuelve íntegramente en territorios segregados, dando lugar a formas de vida, relaciones sociales, pautas culturales donde se van recomponiendo identidades sociales y formas de comportamiento que tienden a perpetuar un modo de ser y de vivir caracterizado por la frustración y la falta de esperanzas. En estas condiciones, las ciudades latinoamericanas se encuentran profundamente segmentadas, existiendo entre sus sectores modernos y dinámicos y los territorios marginales una fractura profunda, una discontinuidad no solamente económica sino también social, política y cultural.
De la pobreza como potencial político a la pobreza como debilidad y carencias.
Actualmente los pobres están prácticamente solos frente a sus problemas. Veinte años atrás se pensaba que las naciones del Tercer Mundo constituían un potencial de desarrollo y conflicto, capaz de hacer valer sus fuerzas en el concierto internacional. Y dentro de estas naciones, se creía que los pobres eran importantes, porque los «movimientos populares» constituían una fuerza y una amenaza real al sistema establecido.
Muchos –intelectuales, partidos políticos, artistas- estaban con los pobres porque creían en su liberación, y con ella, en la transformación social, sea en términos revolucionarios o evolutivos. Actualmente el mundo de los pobres ha perdido gran parte de su fuerza, su organización y su capacidad de lucha. La pobreza, en cuanto fenómeno social, se manifiesta en su cruda condición de debilidad y carencias. Los pobres no tienen fuerza social y política. Por eso se han quedado solos. El que se pone al lado de los pobres no obtiene ventajas, ni siquiera reconocimiento genuino. Hace treinta años hacer una «opción por los pobres» constituía para muchos un motivo de orgullo. Hoy se la considera, en el mejor de los casos, un acto que deja fuera de la historia y que hace perder oportunidades. Por eso los pobres han dejado de interesar a los partidos políticos, a las universidades, a los intelectuales. Si en la década de los sesenta la pobreza y la liberación de los pobres era el gran tema de los sociólogos e intelectuales, que produjeron bibliotecas sobre la cuestión social, hoy lo que interesa es la modernidad y el paso a la postmodernidad. No ya la transformación, sino la globalización.
Los Gobiernos y los partidos políticos hablan todavía de la pobreza; pueden incluso afirmar que es su gran preocupación. Pero no actúan consecuentemente con el interés manifestado. Basta considerar dónde son colocados y tras qué objetivos se utilizan los recursos del sector público. La principal preocupación es mantenerse vinculados a los mercados internacionales y sus sofisticadas dinámicas: la revolución de la informática, las innovaciones bio-ingenieriles, las nuevas tecnologías, el consumo sofisticado, los nuevos instrumentos de la especulación financiera.
La pobreza como amenaza a la seguridad y al medio ambiente.
Aunque se encuentre concentrada y segregada territorialmente, y aunque haya perdido gran parte de su potencial de lucha y acción, la pobreza continúa presentándose como un peligro para el resto de la sociedad. Por un lado, la pobreza crea inseguridad ciudadana, porque genera delincuencia y porque, sin expectativas de ocupación y de ingresos mínimos, sin esperanzas de progreso e integración por conductos normales, toman cuerpo en el seno del mundo popular comportamientos y actitudes de rechazo y rebeldía social que no se encauzan por medios políticos, sino que generan acciones inorgánicas que se expresan a menudo en formas violentas y antisociales que atentan contra las personas y la propiedad. Para muchos, la acción delictual se presenta como el más fácil y accesible expediente para resolver los problemas de la subsistencia y para acceder a niveles de consumo a los que son excitados por la publicidad y los medios de comunicación de masas. Como consecuencia de ello, toda América Latina se encuentra afectada por crecientes fenómenos de inseguridad ciudadana. La mayor parte de los habitantes de las grandes ciudades viven atemorizados por la delincuencia, ante la cual reaccionan desplegando comportamientos defensivos que reducen consistentemente sus márgenes de libertad.
Por otro lado, la pobreza contamina y amenaza el equilibrio del medio ambiente. La pobreza agrava el problema ecológico. Grupos humanos extremadamente pobres concentrados en zonas densamente pobladas de precaria urbanización, carecen de medios para cuidar y limpiar su medio ambiente inmediato. El efecto negativo del polvo que se levanta en calles sin pavimentar, del humo que libera la combustión de la madera, de los desechos y basuras que no obtienen adecuada canalización, se expande por la atmósfera y las aguas contaminando la ciudad y su entorno agrícola, con consecuencias muy serias para la salud de toda la población.
Todo esto hace volver la mirada a los pobres. Pero no por una genuina preocupación por ellos sino con la intención de defender el propio bienestar alcanzado. Y la respuesta tiende a ser en gran medida represiva: contener a los pobres en sus estrictos límites, acentuar su segregación, impedir que su amenaza potencial trascienda hacia otros sectores sociales y urbanos, fortaleciendo las fronteras que separan la pobreza del resto de la sociedad.
La activación económica de los pobres y la economía popular.
No todas las transformaciones experimentadas por la realidad de la pobreza tienen connotación negativa. Y para comprenderlo, es preciso mirar no solamente lo que le pasa a los pobres, sino especialmente lo que ellos hacen para enfrentar sus necesidades y problemas. Mirada la pobreza desde fuera, se la visualiza fundamentalmente en lo que tiene de carencias, y se la entiende como resultado de procesos estructurales, o en cuanto recaen sobre ella los efectos de fenómenos, procesos y acciones que se generan en otras esferas de la sociedad y que la impactan. Pero el mundo de los pobres está constituido por personas, familias y grupos humanos que tienen capacidades y que despliegan constantemente acciones e iniciativas tendientes a hacer frente a los problemas que los desafían.
La acción que se despliega actualmente en los sectores populares pobres es diferente a la que se verificaba en el pasado, correspondiendo a las nuevas circunstancias y condiciones de la pobreza transformada en los términos que hemos señalado. Cuando la marginalidad era vivida como una situación transitoria que sería superada por el camino de la integración a la modernidad, los pobres se organizaban para reivindicar sus derechos y presionar al Estado para acelerar las soluciones esperadas: empleo, vivienda, servicios de educación y salud, etc. Cuando el mundo popular estaba acompañado por quienes veían en él un potencial de lucha y de transformación política, la organización y movilización popular tenía las características de un proceso de activación política.
Aún cuando tales formas de acción y organización permanecen en alguna medida vigentes, la orientación personal que manifiestan desde hace veinte años los esfuerzos de integración y superación de su propia pobreza, se desenvuelven en un plano que podemos considerar directamente económico. En efecto, el semblante de las más grandes ciudades de todos los países latinoamericanos ha cambiado en los últimos años por la irrupción de un fenómeno social y económico que, si no es nuevo en términos absolutos porque en alguna medida siempre ha existido, lo es por la extensión que ha adquirido: la formación y establecimiento de numerosas pequeñas actividades productivas y comerciales cuyos protagonistas son los grupos sociales empobrecidos de los barrios y poblaciones marginales.
Para referirse a este fenómeno, economistas y sociólogos han acuñado diferentes expresiones: economía informal, pequeña producción popular urbana, economía sumergida, economía invisible, economía de subsistencia, economía popular. No siempre estos diferentes términos aluden exactamente al mismo fenómeno pues establecen diversos «cortes» en la realidad que identifican. Pero todos ellos engloban un universo de iniciativas y experiencias que incluye, al menos, lo siguiente:
a) El trabajo por cuenta propia de innumerables trabajadores independientes que producen bienes, prestan servicios o comercializan en pequeña escala, en las casas, calles, plazas, medios de locomoción colectiva, ferias populares y otros lugares de aglomeración humana. Una investigación realizada hace algunos años sobre estos trabajadores por cuenta propia llegó a identificar en Chile más de 500 «oficios» distintos ejercidos informalmente.
b) Las microempresas familiares, unipersonales o de dos o tres socios, que elaboran productos o comercializan en pequeña escala, aprovechando como lugar de trabajo y local de operaciones alguna habitación de la vivienda que se habita o adyacente a ella. En los barrios populares de las grandes ciudades de América Latina el fenómeno de la microempresa ha llegado a ser tan extendido que es normal que exista una de ellas en cada cuatro o cinco viviendas.
c) Las organizaciones económicas populares, esto es, pequeños grupos o asociaciones de personas y familias que juntan y gestionan en común sus escasos recursos para desarrollar en común, actividades generadoras de ingresos o provisionadoras de bienes y servicios que satisfacen necesidades básicas de trabajo, alimentación, salud, educación, vivienda, etc. Talleres laborales solidarios, comités de vivienda, «comprando juntos», centros de abastecimiento comunitario, «construyendo juntos», huertos familiares, programas comunitarios de desarrollo local, etc., son algunos de los tipos de organizaciones económicas populares más difundidos.
El tamaño relativo de este vasto y heterogéneo universo de actividades económicas populares es distinto en los diferentes países de la región. Pero en todos ellos es muy relevante en cuanto es a través de esta economía popular que un elevado porcentaje de la población latinoamericana (alrededor del 50%) tiene la oportunidad de efectuar sus aportaciones y obtener sus retribuciones económicas. Todas las investigaciones realizadas en América Latina coinciden en destacar su relevancia cuantitativa desde el punto de vista del empleo, y de la obtención de medios de vida para los sectores más pobres. Sin embargo, el tamaño exacto del fenómeno resulta muy difícil de precisar en razón de su propia naturaleza y características.
Desde un punto de vista cualitativo el hecho más interesante, sorprendente y novedoso manifestado por esta notable multiplicación de pequeñas iniciativas, organizaciones y experiencias económicas populares, es la movilización y activación económica del mundo de los pobres, en búsqueda de solución autónoma a sus propias necesidades y carencias.
CATORCE TESIS FUNDAMENTALES SOBRE EL DESARROLLO SOCIAL.
Más allá de alguna definición académica del «desarrollo social», que en términos sencillos entendemos como un proceso de superación estructural de la pobreza en su sentido más amplio, podemos sintetizar lo que implica formulando una serie de proposiciones o tesis fundamentales.
Tesis 1. El desarrollo social no tiene que ver con las cosas sino con las personas.
Naturalmente, la superación de la pobreza y el desarrollo social requieren bienes de consumo y una adecuada dotación de recursos materiales y financieros; pero en ningún caso ellos son suficientes. Más importante que los bienes concretos y las provisiones de capital, son el desarrollo de las capacidades humanas, el aprendizaje de los modos de hacer las cosas, los conocimientos necesarios para organizar y gestionar los procesos y actividades, el «saber hacer», la acumulación de informaciones crecientemente complejas, la organización eficiente de las actividades, por parte de los sujetos que ha de utilizar los recursos sociales disponibles.
Proveer a las personas de cosas y bienes materiales puede satisfacer transitoriamente sus necesidades; pero ello no los saca de la pobreza ni los desarrolla, pues las necesidades son recurrentes y consumidos los bienes las carencias vuelven a manifestarse.
El desarrollo social no supone tanto la satisfacción de las necesidades, sino el desarrollo de las capacidades propias para hacer frente a necesidades recurrentes y en expansión.
Tesis 2. El desarrollo social no consiste en la movilidad ascendente de algunas personas o familias aisladas, sino que es un proceso comunitario en que participan grandes grupos humanos.
La pobreza es un fenómeno social, multitudinario, que afecta a grandes grupos de personas que comparten muy precarias condiciones de vida. Que algunos individuos y familias encuentren oportunidades de ascenso social es positivo, pero ello no resuelve el problema de fondo, especialmente en las actuales condiciones de concentración y segregación territorial de la pobreza. En este contexto, las mismas oportunidades de movilidad individual se encuentran fuertemente reducidas. Los individuos y familias inmersos en un mundo de carencias y pobreza de todo orden, aunque tengan ocasionalmente ingresos superiores que les permitan incrementar su consumo, terminan irremediablemente atraídos por el medio de pobreza en que viven, a menos que tengan la oportunidad de cambiar radicalmente de ambiente. Obviamente, esto resulta posible a muy pocas personas.
El desarrollo social será comunitario, compartido, un proceso en que participen conjuntamente millones de personas, o simplemente no existirá.
Tesis 3 El desarrollo social supone la organización, la solidaridad y el esfuerzo activo de los mismos grupos y comunidades que lo experimentan.
La experiencia es abundante y reiterada en el sentido de que la organización popular es un requisito de la superación de la pobreza. La organización refuerza las iniciativas, multiplica las energías, facilita la obtención de los indispensables recursos. Un pueblo desorganizado no podrá jamás salir de la pobreza; lo más probable es que, por el contrario, se sumerja en un proceso de deterioro tendencial, en que la apatía, la desesperanza y la pérdida de energías reproduzcan las condiciones de la marginalidad y la exclusión.
Siendo el desarrollo un proceso inherente a los sujetos, no puede lograrse sin la participación activa de éstos, que movilicen sus propias capacidades y esfuerzos para alcanzarlo.
En este sentido, la solidaridad y la cooperación constituyen la más potente fuerza movilizadora del progreso social, en cuanto estimulan las iniciativas, hacen descubrir recursos y capacidades ocultas existentes en las personas y grupos, refuerzan la voluntad, activan la conciencia, y dan lugar a la formulación y puesta en marcha de proyectos que movilizan esas mismas capacidades y recursos.
Tesis 4. El desarrollo social es un proceso a la vez económico, político y cultural.
La expansión de las capacidades para hacer frente a las carencias económicas, la obtención de los medios indispensables para satisfacer las necesidades básicas, son parte y condición ineludible del desarrollo social. Pero éste no se agota en la dimensión económica. Tanto o más importante que la obtención de ingresos y la inserción en los procesos económicos, lo es la expansión de los espacios de participación y poder, que signifiquen la recuperación de la ciudadanía política real por parte de los grupos excluidos. Y aún más importante que esto, es el desarrollo cultural, pues sólo él posibilita que los eventuales logros económicos y políticos sean estables y permanentes.
El carácter «integral» de la pobreza a que hemos hecho referencia, plantea la necesidad de que también su proceso de superación resulte integral y polivalente.
Tesis 5. No se puede esperar del funcionamiento «automático» del mercado la solución de la pobreza ni el desarrollo social.
El mercado puede ser eficiente en la asignación de los recursos dados, pero tiende a reproducir (y a acentuar) las desigualdades en la distribución de la riqueza. En efecto, en el mercado se participa en la medida de lo que se tiene: recursos, ingresos, bienes. Los que carecen de una fuerza de trabajo en condiciones de proporcionar elevada rentabilidad al capital que puede contratarlos; los que no poseen bienes que vender; los que tienen escasos ingresos para comprar; esto es, los pobres, no participan en el mercado o lo hacen muy precariamente: el mercado los excluye.
El mismo mercado, que refuerza el poder de contratación de los que poseen mucho y debilita el de quienes poseen muy poco, acrecienta la desigualdad en la distribución de la riqueza socialmente producida. En este sentido puede decirse que el mercado es eficiente en la producción de riqueza, pero lo es también en la producción y reproducción de la pobreza.
La reinserción de los pobres en el mercado requiere el accionar de fuerzas y energías que, operando por fuera de los circuitos mercantiles, active su proceso de integración mediante la provisión de recursos y el despliegue de las capacidades que les permitan sucesivamente operar en él con algún grado de eficiencia.
Tesis 6. La superación de la pobreza y el desarrollo social no se pueden esperar tampoco de la sola acción del Estado.
La acción subsidiaria del Estado es indudablemente necesaria en la atención de los grupos más desvalidos y carentes, en función de los cuales tiende actualmente a focalizarse el gasto social. Los gobiernos cuentan con importantes recursos y capacidades de acción, con los cuales pueden paliar la pobreza extrema de ciertos sectores; pero no pueden sacar de la pobreza a millones de personas cuyas necesidades fundamentales se encuentran mal satisfechas.
Es un hecho que una parte relevante de tales recursos quedan atrapados en los complejos vericuetos de la burocracia, y terminan favoreciendo más a los sectores medios que tienen mayor poder de presión, que a los verdaderamente pobres carentes de fuerza y de adecuada representación ciudadana. Existen abundantes evidencias de que los servicios públicos de salud, educación, previsión social, vivienda, aún siendo necesarios y habiendo alcanzado una gran cobertura, son notablemente deficientes en cuanto a la calidad y cuantía de las prestaciones, y no se encuentran dimensionados a la situación de pobreza existente. En las actuales condiciones fiscales en que se debaten los Estados, y con las tendencias ideológicas actualmente predominantes, es impensable esperar que los programas públicos se desarrollen en forma tal que lleven a resolver el problema multitudinario de pobreza existente en América Latina.
Por otro lado, cuando se atribuye al Estado la responsabilidad de resolver los problemas sociales, los grupos potencialmente beneficiarios desarrollan comportamientos pasivos, en espera de soluciones venidas de arriba, y se ven desincentivados a generar aquellos procesos autónomos que, como hemos visto, sólo ellos significan verdadero desarrollo social.
Tesis 7. La superación de la pobreza y el desarrollo social son responsabilidad de toda la sociedad.
La pobreza no es solamente un problema de los pobres, sino de la sociedad entera. Vivimos en un mundo en que, no obstante la segregación de los pobres, las magnitudes de la pobreza son tales que de un modo u otro afectan a toda la población, cuya calidad de vida se siente resentida incluso para los sectores de altos ingresos. En busca de subsistencia los pobres se han tomado las calles, las plazas, los parques, los accesos a los servicios públicos e incluso al comercio. Ya nos referimos a la inseguridad ciudadana y al problema ecológico que se agravan en condiciones de tan abundante pobreza. Definitivamente, si en una sociedad hay muchos pobres, toda la sociedad es pobre y subdesarrollada.
Si el problema es de todos, la superación de la pobreza y el desarrollo social son también responsabilidad de todos: los organismos internacionales, las iglesias, los gobiernos, las empresas de todos los tamaños, los diversos grupos y categorías sociales y profesionales, los mismos sectores sociales más pobres. De hecho, todos pueden hacer algo, más o menos relevante según las posibilidades de cada uno. En todo caso, el problema es tan amplio y agudo que sin la cooperación y solidaridad de todos no será posible resolverlo. Tarea relevante es concitar esos esfuerzos, coordinarlos, hacerlos más eficientes.
Tesis 8. Agente principal del desarrollo social y de la superación de la pobreza son las propias comunidades y grupos pobres afectados.
Entender el desarrollo social como un proceso endógeno del que son protagonistas principales los sectores populares más pobres, es la más importante conclusión que enseña la experiencia de innumerables ONGs e instituciones públicas y privadas empeñadas en esta tarea. La acción asistencial puede ser necesaria para ciertas categorías y grupos desvalidos que carecen de lo indispensable para activar sus propias capacidades; pero el asistencialismo no conduce al desarrollo, permitiendo en el mejor de los casos la subsistencia.
El protagonismo de los sectores populares empobrecidos implica, entre otras cosas, que los objetivos de las acciones y proyectos de desarrollo social sean definidos por ellos mismos, a partir del relevamiento de sus propias necesidades, aspiraciones e intereses. Los medios para el desarrollo social deben consecuentemente ser puestos a su disposición, de modo que puedan gestionarlos autónomamente, implicándose en ello un proceso de aprendizaje que es parte esencial del desarrollo mismo. La ejecución de las acciones ha de ser igualmente responsabilidad de los beneficiarios, quienes evaluarán sus resultados conforme a propios criterios de costo-beneficios.
En este sentido, las múltiples y heterogéneas experiencias de la economía popular, sean individuales, familiares o colectivas, pueden considerarse como el más genuino comienzo del desarrollo social y de la superación de la pobreza.
Tesis 9. El desarrollo social implica transferencias y donaciones, las que sin embargo deben respetar y favorecer la autonomía de los grupos beneficiarios.
Reconocer el protagonismo de los sectores populares pobres no significa que ellos deban ser dejados solos en su proceso de desarrollo. Es evidente, en efecto, que en las actuales condiciones de precariedad, desorganización y carencia de recursos en que se encuentran, resulta indispensable el acompañamiento, el apoyo y la acción promocional de quienes pueden hacer algo o mucho por colaborar en su desarrollo.
En este sentido resultan decisivas las donaciones y subvenciones, los servicios profesionales, y otras transferencias a través de las cuales se acopian y canalizan significativos recursos para la acción social.
Las donaciones (internacionales, gubernamentales y privadas) presentan sin embargo una compleja problemática, que exige un proceso de aprendizaje a fin de que resulten eficientemente distribuidas y utilizadas. ¿Qué y cuánto donar? ¿A quiénes donar? ¿Para qué donar? ¿Cómo donar? son preguntas económicas claves de cuya correcta resolución depende la efectividad de los procesos por ellas promovidos. La preocupación principal ha de ser que las donaciones sean efectivamente solidarias, que se canalicen hacia quienes están realmente haciendo algo eficaz por enfrentar los problemas de la pobreza y por efectuar una genuina promoción y desarrollo social, que no limiten sino que fomenten la autonomía de los beneficiarios, que los recursos disponibles lleguen a quienes más los necesitan.
Tesis 10. Elementos centrales del desarrollo social son la educación popular y la economía popular, estrechamente relacionadas.
El desarrollo social es un proceso múltiple en sus dimensiones y polivante en sus contenidos. Se despliega a través de acciones económicas, políticas y culturales, en los más variados ámbitos de la experiencia humana: alimentación, salud, vivienda, educación, tecnologías, investigación, trabajo, etc. Pero la eficacia exige que los proyectos y acciones de desarrollo social se concentren en aquellas actividades que manifiesten un más potente efecto multiplicador. Al respecto, la experiencia indica que los mejores y más permanentes resultados se obtienen a través de una adecuada combinación de procesos de educación y capacitación por un lado, y de fomento de las iniciativas económicas de subsistencia por el otro.
Mediante la educación popular y la capacitación se desarrolla la autoestima, se toma conciencia de los propios problemas o conflictos y de las energías disponibles para enfrentarlos; se expande el conocimiento de la realidad y de las propias capacidades y recursos; se perfecciona la información sobre las condiciones en que se desenvuelve la acción; se desarrolla la capacidad de tomar decisiones y de gestionar con eficiencia los recursos disponibles; se facilita, en general, un proceso de crecimiento personal y comunitario que es parte esencial y a la vez condición necesaria del desarrollo social.
Mediante la economía popular se actúan concretamente los procesos a través de los cuáles las necesidades pueden ser satisfechas, implicando la activación y potenciamiento de los propios recursos. Los talleres familiares, las microempresas, las organizaciones económicas populares, las organizaciones solidarias de consumo y abastecimiento popular, constituyen espacios concretos de acción en los que se expanden las capacidades de los participantes, a la vez que se alcanzan soluciones concretas a los problemas más urgentes.
Educación popular y economía popular, convergentes en los objetivos del desarrollo social, se necesitan y potencian mutuamente. Separadas y sin vincularse estrechamente, reducen su eficacia promocional. Por ejemplo, programas de crédito para microempresas, no acompañados de una adecuada formación y capacitación que hagan crecer a las personas y acrecentar sus capacidades de gestión y relacionamiento, a menudo fracasan. Iniciativas de formación y capacitación, no acompañadas de la provisión de medios y la organización de recursos indispensables para desarrollar acciones eficaces, no sacan a las personas de la inactividad e incluso pueden acrecentar su frustración. Cuando en cambio las acciones de apoyo a la economía popular van acompañadas de procesos formativos, o cuando las experiencias de educación popular se prolongan en organizaciones económicas, se verifican procesos de desarrollo social que se prolongan en el tiempo.
Tesis 11. La dimensión territorial de la pobreza urbana plantea la dimensión de lo local como esencial al desarrollo social.
Concentrada la pobreza en ámbitos territoriales marginados de los procesos de desarrollo, las iniciativas de familias o de grupos particulares corren el riesgo de ser reabsorbidas por el contexto de pobreza en que se desenvuelven. Ello plantea la necesidad de que los programas de desarrollo social se asienten localmente, concentrando las actividades promocionales, de educación popular y de apoyo a las experiencias económicas, de manera que sus efectos se extiendan a toda la comunidad local.
El desarrollo local exige el involucramiento de múltiples personas y organizaciones en iniciativas polivalentes, económicas, políticas, culturales, que se van conectando y articulando unas con otras, generando un proceso que va transformando paulatinamente el estado de ánimo y el ambiente social de toda la comunidad definida por el territorio poblacional en que se asienta.
Tesis 12. El desarrollo social es un proceso lento, que puede ser acelerado mediante proyectos y programas de largo plazo.
Para la inmensa mayoría de los pobres, la pobreza no es una situación transitoria, sino un estado en el que se ha nacido o en el que se ha permanecido durante un largo período de la vida. Para ellos, la pobreza se ha hecho costumbre y se manifiesta en comportamientos que arraigan hondamente en la personalidad. Salir de este estado no puede ser sino el resultado de esfuerzos largamente sostenidos en el tiempo. Incluso para quienes han caído en la pobreza en forma más o menos repentina, superarla se convierte en tarea de años, porque la pobreza succiona a quienes caen en ella.
Si esto es válido para las personas y familias particulares, con mayor razón lo es para enteras poblaciones y asentamientos humanos que viven en un ambiente de carencias integrales. Nadie puede pretender alcanzar el desarrollo social de los pobres mediante acciones puntuales y proyectos de corto plazo.
En este sentido, si bien las acciones de emergencia pueden ser necesarias para enfrentar situaciones coyunturales extremas, el desarrollo social requiere programas que se sostengan en el tiempo, durante años y décadas. La inestabilidad de las políticas sociales de los Gobiernos, así como los cambios de orientación que se suceden en los apoyos y acciones promocionales de la cooperación al desarrollo, son uno de los más graves problemas que dificultan el logro de resultados estables que se consoliden.
Tesis 13. La superación de la pobreza y el desarrollo social son incompatibles con los actuales procesos y modelos de desarrollo económico. Ellos plantean la urgente necesidad de un desarrollo alternativo.
La pobreza que afecta actualmente a cientos de millones de personas en el mundo y en América Latina, no corresponde al hecho de que ellos no hayan sido aún alcanzados por el desarrollo en curso en otros sectores de la sociedad. Es, al contrario, producto del mismo desarrollo, unilateral, parcial, concentrador y excluyente en que se encuentran embarcadas nuestras sociedades. Puede decirse, en este sentido, que la pobreza y el subdesarrollo han sido creados por el desarrollo y se extienden y crecen junto con la concentración de la riqueza.
Una de las conclusiones que pueden extraerse del análisis de todos los modelos y vías de desarrollo aplicados en América Latina, es que sus resultados benefician a quienes lo realizan y gestionan, extendiéndose sus efectos secundarios sobre quienes participan aunque sea subordinadamente en su ejecución. De aquí deriva la necesidad de que, si se espera el desarrollo social de quienes permanecen en la pobreza, estos mismos sectores se constituyan como protagonistas y agentes del desarrollo. Tal es la esencia de lo que podemos entender como «desarrollo alternativo»: un desarrollo gestado desde la base social, el cual ha de tener características distintas al desarrollo conocido. El desarrollo social y la superación de la pobreza han de entenderse, pues, como parte y expresión del desarrollo alternativo, que es económico, político, social y cultural a la vez.
Tesis 14. La superación de la pobreza y el desarrollo social se conectan indisolublemente a procesos globales de transformación y democratización económica y política.
La pobreza y el subdesarrollo social no son fenómenos secundarios o marginales de las sociedades latinoamericanas; constituyen, al contrario, la más extendida realidad y el más grave de los problemas que afectan a nuestros países. Enfrentarlos no es simplemente cuestión de crecimiento, de «más de lo mismo», siendo evidente la necesidad del cambio y la transformación de las estructuras fundamentales de la sociedad: su sistema económico y político, y el sistema de ideas y valores que lo amalgama.
Pareciera que actualmente los movimientos impulsores de cambios y transformaciones históricas profundas se encontraran desactivados o estuvieran en vías de desarticulación. Aunque ello pueda ser efectivo en razón de múltiples circunstancias, no es menos cierto que los problemas que han motivado los más fuertes movimientos y luchas transformadoras de décadas anteriores, no solamente no se hayan resueltos sino que en muchos casos se han acentuado: pobreza, injusticias, marginación, ignorancia, deterioro del medio ambiente y de las condiciones de vida, etc. Probablemente las ideas orientadoras y las formas de la acción y organización transformadoras que veremos en el futuro no serán las mismas que en el pasado; pero es impensable la hipótesis de que la pobreza, las injusticias, la falta de libertad y participación que se reproducen e incluso se extienden en la región, puedan permanecer largo tiempo sin ser resueltas y sin suscitar nuevos movimientos por cambios sociales, económicos y políticos profundos.
La lucha contra la pobreza y la promoción del desarrollo social, protagonizadas por los propios sectores sociales afectados, pueden constituir –y es ésta la mejor de las hipótesis y el más constructivo de los escenarios- las más adecuadas y eficientes formas de canalización de las energías transformadoras que brotan de la pobreza, la injusticia y la opresión. Pero esta orientación constructiva tiene sentido y podrá adquirir la fuerza suficiente para resolver los problemas, solamente si sus esfuerzos y acciones se acompañan y tienen efectos significativos en términos de un proceso más amplio de democratización de la economía y el Estado, los más importantes objetivos del cambio social necesario.
CONCLUSIÓN: LA ECONOMÍA SOLIDARIA COMO PROYECTO INTEGRADOR DE LOS ESFUERZOS DE DESARROLLO SOCIAL Y SUPERACIÓN DE LA POBREZA.
No podemos terminar este análisis sin destacar que la economía solidaria constituye una propuesta eficaz y un proyecto integrador de los esfuerzos necesarios para producir desarrollo social y superar la pobreza. Más aún, podemos apreciar que las actividades que implica esta economía solidaria así como sus orientaciones ideales y valóricas, son no sólo coherentes con el enfoque de la pobreza y el desarrollo social que hemos expuesto, sino que traducen y aplican en forma directa las catorce tesis sobre el desarrollo social que acabamos de plantear.
En efecto, la economía de solidaridad no está centrada en las cosas sino en las personas, constituyendo un modo de hacer economía que pone al centro al ser humano, y al trabajo por sobre el capital, el dinero y los productos (tesis 1).
Implica la organización comunitaria y la realización de emprendimientos asociativos, y no persigue como objetivo central la utilidad o el lucro individual sino el beneficio compartido y social (tesis 2).
Ella no solamente supone sino que se basa de modo esencial en la organización, la solidaridad y el esfuerzo activo de los mismos grupos y comunidades que optan por ella (tesis 3).
La economía de solidaridad no es «economicista» sino integral, constituyendo un proceso a la vez económico, político y cultural (tesis 4).
La economía de solidaridad no rechaza el mercado, se inserta en él; pero no se funda en sus «leyes» y automatismos supuestamente objetivos que generan concentración y exclusión. Puede decirse en tal sentido que en su operar «corrige» al mercado, sustituyendo las férreas exigencias de la competencia por los superiores procedimientos de la cooperación, la ayuda mutua, la participación, la asociatividad, la autogestión, etc. (tesis 5).
La economía solidaria no es un proyecto estatal, ni se basa en la acción de los Gobiernos y organismos públicos. Aunque se relaciona con ellos y aprovecha las oportunidades que le ofrezcan los servicios públicos, su espacio de acción y desarrollo es la sociedad civil, en la cual forma parte de lo que algunos han empezado a llamar el «tercer sector» de la economía (tesis 6).
La economía de solidaridad no es exclusiva de algunos grupos sociales particulares, no se limita siquiera al extenso mundo de los pobres, sino que convoca a toda la sociedad, siendo posible que todos participen en ella (tesis 7).
Pero es un hecho que la economía de solidaridad surge desde los sectores populares empobrecidos, y que su agente principal son las comunidades y personas que buscan salir de la pobreza mediante actividades económicas desplegadas asociativamente y con una lógica solidaria (tesis 8).
Un componente de la economía de solidaridad son las donaciones, que ella misma suscita, las que vienen en su apoyo evitando sin embargo que se generen dependencias sino, al contrario, buscando favorecer el desarrollo de la autonomía en los grupos beneficiarios (tesis 9).
Elementos centrales de la economía de solidaridad son la educación popular y la economía popular, que en la economía de solidaridad se relacionan estrechamente, orientándose y haciéndolas converger en experiencias de base popular que integran el desarrollo personal y la realización de emprendimientos económicos eficientes (tesis 10).
Las experiencias de economía de solidaridad buscan integrar la vida familiar y comunitaria con las actividades orientadas a generar los recursos y medios económicos que las sostengan. Así, ellas otorgan especial importancia al territorio local en que se insertan las iniciativas, buscando siempre favorecer su desarrollo y perfeccionamiento. En otros términos, la economía de solidaridad asume como propio objetivo el desarrollo local (tesis 11).
La economía de solidaridad no es una propuesta coyuntural o de corto plazo, sino una perspectiva orientada hacia el futuro, destinada a permanecer en el tiempo, a crecer y perfeccionarse ampliando progresivamente el campo de sus realizaciones. Por ello no se desalienta por las dificultades encontradas en sus fases iniciales, siempre las más complejas y poco comprendidas dado un contexto tan diverso a ella que incluso a veces se plantea adverso a su existencia (tesis 12).
La economía de solidaridad procede conforme a una racionalidad económica distinta a la del capitalismo predominante, y no aprueba ni promueve el actual modelo de desarrollo, buscando por el contrario crear las bases y ser parte de un desarrollo alternativo (tesis 13).
Si bien en sí misma la economía solidaria no se presenta como una propuesta macroeconómica ni como un «sistema» global, persiguiendo más bien la conformación de un «sector» dentro de una economía pluralista en que también ocupan un lugar y roles importantes los sectores privado y público, el proyecto de la economía solidaria no se concibe desconectado de procesos más amplios y globales de transformación y democratización económica y política. Específicamente, a nivel macroeconómico la economía de solidaridad se concibe como parte de un proceso de democratización del mercado (tesis 14).
Surge de todo lo anterior que la economía solidaria se presenta como una vía real de superación de la pobreza y de desarrollo social, especialmente eficaz en contextos económicos caracterizados por elevados niveles de desocupación y por una acentuada inequidad socioeconómica. Esto que aquí afirmamos como conclusión racional de un análisis, ha quedado demostrado en la práctica en variadas ocasiones y lugares. Siendo así, la teoría y la práctica de la economía solidaria deben ser atentamente consideradas en la elaboración de políticas y en la organización de acciones tendientes a superar la pobreza y a generar desarrollo social.
 Luis Razeto M.
(Artículo publicado en la REVISTA POLIS, Nº 2. Santiago, 2001)




EL CONCEPTO "SOLIDARIDAD"

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