Algunos
intelectuales, especialmente formados en sociología, me han
discutido la idea que sea posible plantearse la creación de una
nueva civilización como un objetivo consciente, que pueda ser
realistamente concebido y realizado. A la base de su crítica está
la idea que las civilizaciones nacen una tras otra siguiendo el curso
natural de la historia, como resultado de procesos globales no
organizados ni organizables por personas o grupos particulares.
Serían las sociedades enteras - en su decurso natural que
respondería a leyes objetivas de evolución histórica -, las
forjadoras de las sucesivas civilizaciones.
La
crítica de la concepción de la historia como un proceso natural
regido por leyes objetivas la realizamos sistemática y
detalladamente en otro lugar. (Ver Luis Razeto Migliaro y Pasquale
Misuraca, La Travesía, Libro primero.) En esta ocasión
me dejaré guiar por el más importante de los estudiosos e
historiadores de las civilizaciones, Arnold J. Toynbee, quien funda
su comprensión de la historia de las civilizaciones en la afirmación
siguiente: "Una sociedad es una relación entre individuos; esta
relación consiste en la coincidencia de los campos de acción de sus
individuos; esta coincidencia combina en un terreno común los campos
individuales; y este terreno común es lo que llamamos una sociedad.
(...) Ningún campo de acción puede ser fuente de acción ... La
fuente de la acción social sólo puede serlo cada uno, o algunos
individuos cuyo campo de acción constituye, en el terreno donde
coinciden, una sociedad. Son los individuos humanos, y no las
sociedades humanas, quienes 'hacen' la historia humana."
Toynbee
sostiene que cada persona puede ser sujeto activo de varias
'sociedades', en la medida que sus acciones confluyan con las de
otras personas creando varios 'campos de acción'. Por ejemplo, un
club deportivo, o una organización política, constituyen el terreno
común de las actividades de distintos individuos que coinciden en
dichos campos de acción. Distintas 'sociedades' o campos de acción
así constituidos, pueden relacionarse con otras 'sociedades'
similares, creando con las actividades de los individuos de todas
ellas, un 'campo de acción' más amplio, una 'sociedad' mayor. De
este modo, Toynbee sostiene que un individuo, que se relaciona
'personalmente' con los otros individuos en que coincide en uno o en
varios 'campos de acción', llega a relacionarse e interactuar
'impersonalmente' con los individuos de las otras 'sociedades' que
forman un 'campo de acción' más amplio, del que el suyo inmediato
forma parte.
Toynbee
sostiene que una civilización es un 'campo de acción' muy amplio,
en que coinciden y convergen muchos y diversos 'campos de acción'
particulares. Pero lo que define a una civilización no es
exactamente el tamaño o la cantidad de individuos y de 'sociedades'
que la constituyen, sino que el hecho decisivo es que el 'campo de
acción' sea "inteligible en sí mismo", esto es, que se
explique por la dinámica de sus integrantes, con bajos elementos que
lo influyen y determinan desde fuera del mismo. Para que ello se
verifique, deberá estar conformado por 'campos de acción'
(económicos, políticos, culturales, etc.) suficientemente
consistentes y autónomos, e integrados e interrelacionados por una
cultura u orientación espiritual compartida.
El
gran estudioso de las civilizaciones ciertamente no podía eludir la
pregunta crucial para nosotros: ¿cómo se forman, o cuál es la
génesis, de las civilizaciones? ¿Cómo y en qué circunstancias
entran en existencia? Toynbee rechaza la difundida creencia de su
tiempo, de que las civilizaciones están determinadas por el medio
natural (geográfico) o por la raza. La respuesta del autor es
exactamente la siguiente: Todas las civilizaciones empezaron a
existir como respuestas por parte de seres humanos individuales a los
retos que les planteaban el medio físico o el medio social humano o
una combinación de ambos. La idea es que cuando cambia un medio
físico, o un medio social, o ambos simultáneamente, se presentan a
los hombres y a las sociedades desafíos nuevos que les exigen
cambiar comportamientos y encontrar respuestas nuevas a las
exigencias de la vida y el desarrollo humanos.
Toynbee
sostiene que, para que una civilización pueda nacer, se requieren
condiciones históricas y sociales particulares, situaciones críticas
que desafían o retan a los seres humanos exigiéndoles cambios
sustanciales en sus costumbres y en sus modos de acción
tradicionales. Pero el tránsito no se verifica sino cuando
individuos particularmente creativos elaboran y proponen las
respuestas a esos desafíos nuevos, respuestas suficientemente
realistas, motivadores y consistentes como para que una cantidad
creciente de personas se embarquen en los nuevos caminos propuestos,
encontrando en ellos un sentido a sus propias vidas y acciones.
En
síntesis, no son suficientes las crisis sociales, económicas,
políticas, ambientales y culturales; pero estas son condición
necesaria. El tránsito comienza a verificarse cuando algunos
individuos creativos, autónomos y solidarios comienzan a proponer
las respuestas a esas crisis, que conducen a superarlas, instaurando
nuevas interacciones, en progresivos y cada vez más amplios e
integrados 'campos de acción'.
Sostiene
Toynbee que cuando una sociedad, enfrentada a crisis y desafíos muy
graves, sus minorías creativas no son capaces de encontrar las
respuestas adecuadas, la sociedad entra en una fase de disociación,
estallan las discordias internas y la consiguiente pérdida de la
autodeterminación. Es lo más grave que puede ocurrirle a una
sociedad.
Con
estas ideas podemos cada uno responder a la pregunta: ¿Es absurdo,
loco y utópico plantearse hoy la creación de una nueva
civilización, o es más bien necesario, urgente e importantísimo
planteárselo?
Después
de estudiar la historia entera de la humanidad, analizando el
presente el mismo Toynbee propone una respuesta a la pregunta cuando
afirma: "Todo hombre, toda mujer y todo niño que vive hoy, está
viviendo en un mundo en el que la humanidad se encuentra ante la
elección extrema entre aprender a vivir juntos como una familia, o
cometer genocidio en escala planetaria".
De
esta afirmación desprende una precisa indicación sobre las tareas
que debe emprender la educación:
"Ni
la especie humana ni ningún individuo de ella pueden permitirse
ignorar la situación humana presente. Tenemos que hacerle frente si
no queremos destruirnos a nosotros mismos; para hacerle frente
tenemos que comprenderla; y el tratar de comprenderla nos obliga a
todos y a cada uno de nosotros a hacer conocimientos por lo menos en
tres grandes esferas del saber: el saber de la naturaleza no humana;
el saber de la naturaleza humana; el saber de los caracteres y la
historia de las culturas locales y pasajeras – unas relativamente
primitivas, otras relativamente avanzadas – que el hombre creó,
transmitió, modificó y abandonó en el curso de las edades que
pasaron desde que sus antepasados prehumanos se hicieron humanos. La
tarea mínima de la educación se ha convertido, pues, en una gran
empresa en nuestros días, y todo niño tendrá que pasar por un
vigoroso plan de educación, tanto reglamentada como espontánea, a
fin de llegar a ser un ciudadano eficaz de nuestro mundo nuevo."
(Arnold J. Toynbee, en Conclusiones,
al libro de Edward D. Myers, La
Educación en la Perspectiva de la Historia,
Fondo de Cultura Económica, 1966., Pág. 368-9.