Luis Razeto
1.
¿Qué es y cómo se manifiesta una crisis de civilización?
Se
habla actualmente de 'crisis' para referirse a muy diferentes
situaciones y procesos. Escuchamos hablar de crisis financiera, de
crisis política, de crisis educacional, de crisis energética, de
crisis ecológica, de crisis del desarrollo, de crisis sistémica,
etc., y cada una de estas expresiones alude a un aspecto de la
realidad en que se observan contradicciones, desequilibrios y
problemas graves que se prolongan durante años sin encontrar
solución. En cierto sentido podemos asumir que cada una de esas
'crisis' es parte de una gran crisis que las incluye y abarca a
todas, y que podemos identificar como una 'crisis de civilización'.
Sin
embargo, ésta que llamamos 'crisis de civilización' no es
simplemente la suma de varias crisis diferentes, sino un fenómeno
histórico específico y particular, que es necesario comprender en
su propio significado y en sus propias formas y contenidos, para que
tomemos cabal conciencia de la situación en que nos encontramos hoy
como individuos, como sociedades y como humanidad. Aún más
específicamente, se trata de la crisis orgánica de la
civilización moderna, que tiene semejanzas con otras crisis de
civilización que han ocurrido en el pasado, pero que es una crisis
original y sin precedentes, en razón de sus características
particulares y de su complejidad propia y singular.
Una
civilización es un orden societal complejo que integra a una vasta
población en un triple ordenamiento social. El económico,
constituido por unas estructuras de producción, distribución y
consumo de los bienes y servicios necesarios para la subsistencia y
reproducción de la vida, que garantizan la satisfacción de las
necesidades individuales, familiares y colectivas. El político,
constituido por una organización institucional, jurídica y
administrativa que establece un régimen de autoridad y unos
procedimientos de adopción de las decisiones, que garantizan el
'orden social', una vida civil integrada, y los indispensables
niveles de libertad, justicia y seguridad personal y grupal. El
cultural, constituido por las instancias y las actividades
generadoras de los conocimientos, las ideas, los valores y los
símbolos que proporcionan sentido y orientación a la vida de las
personas y de los grupos, y en base a los cuales se elaboran las
respuestas a los desafíos vitales, las soluciones a los problemas
que enfrenta la sociedad, y los proyectos que amplían los horizontes
a que pueden aspirar los individuos y la sociedad en su conjunto.
Para
que podamos hablar de una verdadera civilización no es suficiente
que existan una economía, una política y una cultura, siendo además
necesario que se encuentren orgánicamente integradas, de modo que se
sostengan, se consoliden, se refuercen y potencien mutuamente, en una
dinámica de crecimiento, expansión y perfeccionamiento en el
tiempo, en términos de un proceso histórico 'epocal', de larga
duración.
Las
civilizaciones se expanden, crecen y se perfeccionan en la medida que
sus ordenamientos y dinámicas económicas, políticas y culturales
sean capaces de integrar armónicamente a cada vez más numerosos
individuos y más amplios grupos humanos, en sus particulares modos
de organización económica, política y cultural. El gran
historiador de las civilizaciones Arnold Toynbee señala que una
civilización en su fase creativa se expande ejerciendo las que llama
'fuerza de irradiación' y 'fuerza de atracción', mediante las
cuales va asimilando crecientes sectores de la población humana.
En
sentido contrario, una civilización entra en crisis cuando sus
estructuras y dinámicas económicas, políticas y culturales pierden
sus capacidades de asimilación, integración y absorción activa de
la población, de modo que las desasimilaciones son mayores que las
asimilaciones, con el resultado que sectores y grupos crecientes de
la población van siendo marginalizados y excluidos de sus
ordenamientos económicos, políticos y culturales. Lo señala
Toynbee en estos términos: "Si una civilización comienza a
perder su poder creador, las gentes por debajo de su superficie y
allende sus fronteras, a las que está constantemente irradiando con
su influencia y atrayendo hacia su órbita, comienzan a resistir la
asimilación, con el resultado de que la sociedad queda dividida a
pesar de sí misma por las tajantes líneas de separación entre una
minoría dominante y un proletariado interno y otro externo. La
minoría, que ha perdido el poder de influir y de atraer, busca en
lugar de ello imponerse por la fuerza. El proletariado, interiormente
'extrañado' se mantiene dentro de la sociedad en desintegración,
pero sin ser parte de ella, hasta que la desintegración haya ido tan
lejos que la minoría dominante no pueda ya reprimir los esfuerzos
del proletariado por segregarse."(A. Toynbee, Estudio
de la Historia, Vol. I, Emece
Ediores, pág. 214)
Cuando
una civilización entra en crisis, grandes cantidades de personas y
de grupos toman distancia de los modos de hacer economía, política
y cultura, se separan y desafectan respecto a los ordenamientos
dados, entran en conflicto y antagonismo con el 'orden establecido',
sintiendo que la economía no les garantiza adecuadamente la
satisfacción de sus necesidades, aspiraciones y proyectos, la
política no los integra ni atiende adecuadamente sus intereses y
proyectos, y la cultura deja de proporcionarles el necesario sentido
de la vida, que es convincente cuando la población siente que las
ideas, los valores y los símbolos son compartidos también por los
grupos dirigentes y las élites intelectuales y morales de la
sociedad.
Con
todo, no es tan fácil asegurar que procesos o dinámicas
tendenciales en que las exclusiones son más abundantes que las
inclusiones, sean efectivamente manifestaciones de una crisis de
civilización, pues podría tratarse de fenómenos de corta duración
o de tendencias cíclicas superables en el marco de la civilización
dada. O incluso, que la civilización pueda estar redimensionándose,
achicándose a partir de un tamaño alcanzado anteriormente, pero sin
implicar que sus pilares se encuentren deteriorados en lo esencial.
¿Cómo discernirlo?
La
clave de análisis histórico que permite discernir que se trate
efectivamente de una crisis de civilización y no de unas crisis de
menor envergadura, es la pérdida de la organicidad básica entre la
economía, la política y la cultura, que es propia de toda
civilización. Ello ocurre cuando cada una de estas tres estructuras
y procesos se desenvuelven con dinámicas propias, independizadas
unas de las otras, de modo tal que se desconectan y entran en
crecientes contradicciones entre ellas, y en vez de reforzarse y
potenciarse recíprocamente se amenazan en sus fundamentos. La
organización económica deja de dar adecuado soporte a la
organización política, y ésta deja de sostener a la organización
económica, mientras la dinámica cultural va en direcciones
independientes que no contribuyen a dar legitimidad ni a la economía
ni a la política. Como consecuencia de todo ello la sociedad se
desorganiza y la vida social se torna crecientemente caótica.
En
el contexto de la crisis se multiplican y se agudizan los problemas
económicos, sociales, políticos y culturales, que no pueden ser
adecuadamente comprendidos, ni pueden elaborarse las respuestas
progresivas que los resuelvan, en base a las estructuras del
conocimiento y de la proyectación que son propios de la civilización
en crisis. Ello, precisamente, porque esos 'paradigmas' cognitivos e
ideológicos se fundamentan en una determinada articulación y
organicidad entre la economía, la política y la cultura, que ya no
existe.
Apliquemos
estos conceptos en el análisis histórico, económico y político de
la sociedad contemporánea, y busquemos respuestas a preguntas
cruciales y acuciantes.
2. ¿Está en crisis la civilización moderna? ¿En qué se manifiesta?
Para
responder estas preguntas son necesarias algunas precisiones
preliminares respecto a lo que es y a cómo es la civilización
moderna. Y para evitar malentendidos digamos de partida que la
izquierda y la derecha, con todas sus variantes ideológicas y
políticas, son partes de la civilización moderna. El capitalismo y
el socialismo y las economías keynesianas y mixtas, son igualmente
partes de la civilización moderna. El liberalismo y el marxismo y
las elaboraciones socialdemócratas intermedias, son también partes
de la civilización moderna. La burguesía y la clase obrera, como
también las clases burocráticas y tecnocráticas, son inherentes a
la civilización moderna. El sindicalismo y las diversas otras
organizaciones que movilizan a las masas en manifestaciones
reivindicativas y de presión social, forman parte de la civilización
moderna.
Entender
todo esto (que implica asumir cabalmente el carácter internamente
contradictorio y conflictivo de la civilización moderna), es de
fundamental importancia para comprender la crisis de esta
civilización, y el significado de la creación de una nueva
civilización.
Porque
¿qué es la civilización moderna? Hablamos, por cierto, de la
civilización occidental moderna, que abarca las Europas, las
Américas y parte del Oriente Medio. Es una civilización que tiene
cinco siglos de historia. En lo económico, es la civilización del
capitalismo, del estatismo, del industrialismo y del consumismo, que
han combinado el mercado y la planificación, las empresas privadas y
el sector público, en una institucionalidad que excluye a los menos
eficientes según las lógicas competitivas del mercado, y los
incluye a través de sistemas de protección social provistos por el
Estado. El llamado 'Estado de bienestar' es una de las más refinadas
e importantes realizaciones de la civilización moderna.
En
lo político, la civilización moderna es la civilización del
Estado. De los Estados nacionales, de los partidos políticos y de
las burocracias administrativas, de los regímenes burocráticos y
autoritarios y de las democracias representativas. Todos los actores
políticos que intervienen en la lucha por el poder y que constituyen
la 'clase política' de un país, están participando al interior de
la organización política de la civilización moderna, y contribuyen
a sostenerla y reproducirla. En la política moderna no hay
confrontación entre quienes estén a favor de la civilización
moderna y quienes estén en contra de ella, sino que se confrontan
posiciones que enfatizan uno u otro de los aspectos constitutivos de
esta civilización, y que en la lucha de unas contra las otras y en
sus períódicas alternancias en el poder, contribuyen a consolidar y
reforzar el sistema político moderno.
En
lo ideológico la civilización moderna es la civilización del
cientismo positivista, del naturalismo y el materialismo, de las
sociologías y las ciencias económicas y políticas, que sustentan
las variadas posturas ideológicas que van desde el neo-liberalismo
hasta el marxismo. Cuando las personas 'se definen' por unas u otras
de estas concepciones teóricas, están optando al interior de un
mismo paradigma epistemológico y filosófico que comenzó a
elaborarse en el siglo XVI y que se fue completando, difundiendo y
adquiriendo hegemonía hasta llegar a nuestros días.
Tal
es la civilización moderna. ¿Podemos afirmar que se encuentra en
crisis? Y si es así, ¿desde cuándo, o en qué momento histórico
puede decirse que comenzó su crisis?
Vimos
que el fenómeno fundamental que marca la crisis de una civilización
consiste en que sus estructuras y dinámicas económicas, políticas
y culturales pierden sus capacidades de asimilación, integración y
absorción activa de la población, de modo que las desasimilaciones
son mayores que las asimilaciones, con el resultado que sectores y
grupos crecientes de la población van siendo marginalizados y
excluidos de sus ordenamientos económicos, políticos y culturales;
y que tales 'desasimilaciones' se manifiestan no solamente a nivel
social (al interior de cada país) sino también en el plano
internacional, expresándose en el hecho que países de la periferia
se separan de los centros económicos y políticos de la civilización
que, así, experimenta cierta progresiva disgregación territorial.
Con
este concepto básico de ¿crisis de civilización' podemos
comprender que en las primeras décadas del siglo XX se manifestaron
fenómenos y procesos configurantes de la que fue una primera 'gran
crisis' de la civilización moderna. En efecto, la crisis financiera
y económica de 1929-30 implicó al interior de todos los países el
cierre de muchísimas industrias, gran desocupación y
empobrecimiento de la población. En ese contexto se verificó una
notable expansión de los movimientos obreros y de las ideologías
comunistas, que amenazaron el ordenamiento político, jurídico,
institucional, cultural y religioso. Y en el plano internacional
comenzó la separación de Europa oriental a partir de la revolución
rusa, y se produjo una gravísima ruptura del antiguo 'orden mundial'
que derivó en la primera gran guerra.
Esa
'primera gran crisis' de la civilización moderna fue enfrentada a
través de notabilísimos procesos que condujeron, por diferentes
vías, a la re-inserción de la mayor parte de la población en el
orden económico, político e ideológico de las naciones, y a un
nuevo orden internacional. Fueron tres y muy distintas las respuestas
que se implementaron:
Una
respuesta fue la del nazismo, el fascismo y los autoritarismos
nacionalistas, que 'disciplinaron' a la población mediante el uso de
la represión y de la fuerza, y que impulsaron la industrialización
capitalista y el fortalecimiento del Estado combinando el poder de
las burocracias administrativas y militares con las iniciativas
financieras y empresariales plutocráticas.
Una
segunda respuesta fue la del estalinismo, que sometió por la fuerza
a las clases agrarias y plutocráticas tradicionales, eliminó a las
categorías sociales 'parasitarias', disciplinó a la clase obrera y
a las diversas categorías productivas, e impulsó la
industrialización socialista bajo una rigurosa planificación
estatal centralizada, generando un inusitado potenciamiento del poder
económico, político y cultural del Estado soviético.
La
tercera respuesta fue la del americanismo, que disciplinó a la clase
obrera mediante la reorganización del trabajo en base al fordismo,
la cadena de montaje y el control de 'tiempos y movimientos', impulsó
el industrialismo con la estandarización de la producción y del
consumo, cambió la mentalidad y la cultura con la masificación de
los medios de comunicación y el cine, y reorganizó la vida política
subordinándola al sistema financiero y productivo.
Esas
tres 'respuestas' a la crisis la resolvieron sólo parcialmente al
interior de cada sociedad, pero implicaron al mismo tiempo la
exacerbación de la dimensión internacional de la crisis, porque
acentuaron la contradicción entre la tendencia a la
transnacionalización de la economía y la orientación nacionalista
de la política, y porque generaron un fraccionamiento ideológico de
la civilización moderna. Ello incubó y condujo a la Segunda Guerra
mundial, la manifestación más extrema de la crisis de la
civilización moderna, pero cuyo desenlace militar y político dió
lugar a amplias y profundas reorganizaciones de la economía, la
política y las ideologías, restableciendo cierto grado de
'organicidad' entre ellas.
El
'americanismo', que había sido la más exitosa de las respuestas en
el sentido de lograr mayor organicidad en las relaciones entre la
economía, la política y la cultura propias de la civilización
moderna, estableció su hegemonía financiera, económica y militar
sobre gran parte del mundo. Las respuestas fascistas y autoritarias
fueron derrotadas en la guerra o sucumbieron políticamente, dando
lugar a una nueva 'respuesta' económica y política a la crisis, que
se implementó en Europa central y América Latina, cual fue la de
economías mixtas que impulsaron la industrialización con amplia
participación del Estado, integraron la población al ordenamiento
político mediante sistemas de protección social y de bienestar
social, y establecieron regímenes políticos ideológicamente
pluralistas con predominio de concepciones moderadas, especialmente
socialdemócratas y social-cristianas. La respuesta estalinista a la
'gran crisis', favorecida por los resultados de la guerra, se
expandió por gran parte de Europa del este y se desplegó con gran
fuerza y relativo éxito durante varias décadas, hasta terminó
cayendo por su propio peso, esto es, por la insoluble contradicción
interna que la atravesaba, entre sus dinámicas económicas,
políticas e ideológicas.
¿En
qué situación nos encontramos hoy? ¿Puede afirmarse que la crisis
de la civilización moderna ha sido históricamente resuelta, o está
más bien en curso la que podríamos considerar como una 'segunda
gran crisis' de la civilización moderna?
Algo
fácilmente observable es la emergencia de nuevas y extendidas
dinámicas de marginación y exclusión social. El fenómeno más
evidente es la creciente desigualdad social, y en particular
desocupación que afecta especialmente y de modo creciente a los
jóvenes y a los trabajadores menos calificados. Parece haber
concluido una fase que duró varias décadas en que la economía fue
capaz de integrar a cada vez más trabajadores y consumidores. Esas
dinámicas se está invirtiendo en muchos países, en los cuáles ha
empezado a observarse que las desasimilaciones son mayores que las
asimilaciones.
Este
fenómeno es realmente crítico, porque se manifiesta en un contexto
marcado por una serie de tendencias contrapuestas y de
contradicciones muy agudas entre la economía y la política, que no
resueltas satisfactoriamente en las décadas anteriores, han venido
acentuándose desde la postguerra. En efecto, mientras la
organización económica ha seguido tendiendo al internacionalismo y
a la globalización, la organización política continúa
desenvolviéndose en dimensiones nacionales y con fuertes tendencias
al nacionalismo. Una importante excepción la constituye la formación
de la Unión Europea, pero no puede dejar de notarse que en su
interior se manifiesta también la contradicción entre la
internacionalización económica y el nacionalismo político.
Más
significativa aún es la contradicción dada por el hecho que,
mientras la economía tiende a la concentración de la actividad y la
riqueza en pocas manos, en la política se plantean fuertes
exigencias y demandas de equidad e igualdad. De este modo la economía
deja de ser funcional al orden político, y éste deja de favorecer y
reglamentar adecuadamente la organización económica. Las dinámicas
del mercado, desvinculadas de la organización política, tienden a
concentrar la actividad y la riqueza en gigantescas corporaciones
transnacionales, mientras los ciudadanos exigen a los gobernantes y a
los Estados que desarrollen políticas nacionales que generen
igualdad de oportunidades y una distribución equitativa de la
riqueza, lo que no puede realizarse desde una organización política
que ha perdido en gran medida el control de la economía. Dicho de
otro modo, las exigencias de la economía son contradichas por las
exigencias de la política, y las exigencias de la política son
incompatibles con las exigencias de la economía. Consecuencia de
todo ello es que el sentido común de los ciudadanos se desconecta
tanto de la organización económica como de la organización
política, que son ambas crecientemente deslegitimadas, resistidas y
rechazadas por la población.
3.
¿Es posible restaurar la organicidad entre la economía, la política
y la cultura en los marcos de la civilización moderna?
Lo
que se observa actualmente en tal dirección es un poderoso proceso,
gestado desde las grandes corporaciones y poderes financieros
internacionales, tendiente a someter las políticas económicas de
los Estados nacionales y los comportamientos de los ciudadanos, a las
exigencias de la economía y el mercado. Con tales propósitos las
grandes corporaciones han llegado a controlar los principales medios
de información y comunicación, desde donde difunden el consumismo y
la despolitización de los ciudadanos, al tiempo que exigen a los
Estados que mantengan los equilibrios macroeconómicos, garanticen el
libre comercio y 'ajusten' el gasto público reduciendo los
beneficios sociales.
El
resultado de esto no puede ser otro que reducir las capacidades de
inclusión de los sectores sociales empobrecidos en las dinámicas de
la economía, lo que redunda inevitablemente en aumentar la
desafección ciudadana tanto respecto al ordenamiento económico como
al político. No parece haber, así, respuestas eficaces y
definitivas que surjan desde el interior de la civilización moderna,
a la que parece ser una segunda gran crisis orgánica de ella.
Por
otro lado, aunque el PIB global de los países insertos en la
civilización moderna pueda estar creciendo, no debe descuidarse el
hecho que está siendo medido con unidades monetarias de cuentas que
se devalúan constantemente. Considérese también que la
concentración de la riqueza continúa generando desigualdad y
exclusión. Podemos concluir que el fenómeno esencial de la crisis
se acentúa, mientras la contradicción entre economía, política y
cultura continúa sin resolverse.
Pero
hay un hecho nuevo que tal vez pudiera significar, si no una solución
de la crisis, tal vez una nueva fase de expansión de la civilización
moderna que atenúe sus contradicciones y le permita un nuevo período
de desarrollo. En efecto, una gran parte de la humanidad,
prácticamente el continente asiático entero, que había permanecido
ajeno a la civilización moderna, pudiera estar integrándose a ésta,
generando nuevas dinámicas que le permitan enfrentar la crisis
financiera, mantener los ritmos de crecimiento económico y re-abrir
accesos de la población al consumo de bienes y servicios, sea a
través del mercado o de las políticas públicas. Esto es lo que
afirman que significa, y esperan que continúe por mucho tiempo, el
crecimiento de la economía de China y su integración a los mercados
financieros y de commodities, insumos y productos
industriales. Y en efecto, si no fuera por la enorme expansión que
ha experimentado la economía china durante las últimas dos
décadas,la situación económica de occidente sería probablemente
catastrófica.
Pero
si es así, lo que puede en realidad concluirse es que la
civilización moderna ha ya experimentado durante dos décadas una
prolongación de su funcionamiento, en crisis pero sin caer en
desequilibrios mayores que la desarticulen totalmente. En efecto, la
economía China ha significado para occidente:
a)
una importantísima expansión de la demanda de commodities y de
producción industrial;
b)
una ocasión de alocación de grandes flujos financieros y de
inversión que no encuentran oportunidades en los países
occidentales de origen;
c)
una fuente gigantesca de bienes de consumo que se obtienen a muy
bajos precios, lo que redunda en un poderoso freno a la carestía y
la inflación;
d)
unos flujos financieros constantes que han permitido sostener los
déficits públicos de las principales economías occidentales, y
e)
un importante alivio al deterioro ambiental que inevitablemente
genera el crecimiento industrial, que se ha trasladado a China y que
contamina gravemente aquellos territorios del lejano oriente.
Ahora
bien, es precisamente este prolongamiento de la vida de la
civilización moderna el que se presenta hoy cuestionado, porque la
economía china no parece capaz de continuar indefinidamente
cumpliendo esas funciones subordinadas, y comienza a disminuir su
ritmo de crecimiento, de modo que lo más probable es que la crisis
vuelva a acentuarse y agudizarse durante los próximos años en todo
el mundo occidental. Cabe, pues, plantearse la pregunta:
¿Será
posible una solución 'interna' a la presente 'segunda gran crisis'
de la civilización moderna?
Hemos
visto que la actual 'segunda gran crisis' de la civilización moderna
es la crisis de las sucesivas respuestas y soluciones parciales que
se dieron a aquella primera gran crisis que sufrió en la primera
mitad del siglo pasado. Cierto es que la crisis de hoy se presenta en
grados de intensidad y amplitud diferenciados en los diversos
contextos determinados por aquellas respuestas a la crisis anterior,
siendo más intensa en la periferia que en los países centrales.
Pero siendo realmente una crisis de civilización, los afecta a todos
en mayor o menor medida, de manera progresiva.
En
este sentido, el derrumbe del socialismo real y del marxismo como
concepción ideológica deben considerarse como un momento importante
de la crisis de la civilización moderna, que significó el derrumbe
de una de las 'respuestas' que le habían permitido prolongar su
existencia. Algo similar podemos decir respecto de la actual crisis
financiera, así como también de la crisis del Estado de bienestar
en varios países de Europa. La crisis de representatividad de los
regímenes democráticos y de los partidos políticos, como
igualmente la crisis del sindicalismo y de las luchas de masas, son
partes de la misma crisis. Ya dijimos que no pueden considerarse como
procesos que apunten a superarla, pues no son más que expresiones de
la crisis, que de hecho la acentúan, profundizan y extienden.
Es
importante observar que aquellas respuestas o 'soluciones' que se
dieron a la primera gran crisis de la civilización moderna, han
tenido una corta duración histórica, pues algunas de ellas ya han
desaparecido, y otras han agotado o están con crecientes
dificultades para sostenerse.
En
este contexto es que cabe preguntarse: ¿son posibles nuevas
respuestas 'internas' que permitan prolongar por algún tiempo
adicional, o por un nuevo período histórico, la vigencia de esta
civilización moderna? Y ¿será posible el tránsito hacia una nueva
y superior civilización, y cómo podría iniciarse la creación de
ésta? Son las preguntas centrales, cruciales, que necesitamos
responder.
Para
responderlas hay que preguntarse previamente por qué la 'gran
crisis' que afectó a la civilización moderna el siglo pasado no dio lugar a una nueva civilización, sino a respuestas y 'soluciones' –
parciales, contradictorias y de corta duración histórica - que se
concibieron, organizaron y procesaron al interior de los marcos
económicos, políticos e ideológicos de la propia civilización
moderna.
Para
comprender por qué no surgió una nueva civilización desde la gran
crisis del siglo pasado, es preciso saber que la creación de las
civilizaciones es un proceso complejo y prolongado que requiere -
además de la existencia de una profunda y extendida crisis de la
civilización anterior -, dinámicas creativas de carácter
intelectual, cultural y moral que establezcan nuevos fundamentos
civilizatorios, y que sobre éstos se elaboren las nuevas respuestas
a los grandes problemas económicos, políticos y culturales
generados en, y no resueltos por, la civilización anterior.
Tales
fundamentos de una nueva civilización y tales nuevas respuestas
económicas, políticas y culturales, no habían sido siquiera
pensados a mediados del siglo pasado, y menos fue posible su
elaboración en el contexto de las brutales confragraciones bélicas
a que dió lugar la crisis, ni en una postguerra marcada por la
'guerra fría' en que se debió hacer frente a la gran destrucción
provocada por la crisis misma y por las guerras. Había que
'reconstruir' el orden social, económico y político, más que
inventar uno nuevo. Las respuestas a la crisis se elaboraron, en
consecuencia, al interior de los marcos conceptuales, ideológicos,
económicos y políticos existentes, que se vieron internamente
exigidos de realizar rápidos procesos de adaptación y renovación.
Dicho de otro modo, no existían en aquellas circunstancias las
condiciones que permitieran el surgimiento de iniciativas capaces de
fundar una civilización nueva y superior: nuevas formas de hacer
economía, nuevas estructuras de la política, nuevos fundamentos
teóricos y culturales.
Así
fue que, renovada, reforzada y urgida por las circunstancias, la
civilización industrialista y consumista, capitalista y estatista,
materialista y positivista - sacada del hoyo en que había caído y
llevada adelante por las respuestas y 'soluciones' que bastante
improvisadamente pero con alta eficacia se organizaron -, experimentó
una importante revitalización, que le permitió una nueva fase de
despliegue y desarrollo de sus potencialidades, la cual se extendió
más o menos exitosamente hasta finales del siglo XX. Pero ha
ocurrido que, primero cayeron las soluciones fascistas y
autoritarias, en seguida lo hicieron los llamados 'socialismos
reales', los movimientos obreros y los partidos comunistas, y
finalmente han empezado a diluirse y a perder consistencia las
democracias representativas, el Estado de bienestar, el
'americanismo' y el neo-liberalismo.
La
situación en que nos encontramos actualmente es muy distinta de
aquella en que debieron organizarse las soluciones a la 'gran crisis'
de la primera mitad del siglo XX. Por un lado, la crisis actual,
aunque extendida, profunda y grave, no presenta la intensidad y la
agudeza, ni la velocidad de deterioro del orden social, económico y
político que caracterizaron la 'gran crisis' del siglo pasado.
Usando la conocida metáfora de la rana, en esta ocasión nos estamos
'cocinando' lentamente, mientras que en la gran crisis anterior la
sociedad fue capaz de reaccionar al caer inesperada y abruptamente al
agua hirviendo.
Esta
'segunda gran crisis' de la civilización moderna es una crisis que
se arrastra lentamente y que va agravándose progresivamente casi sin
darnos cuenta. Es una dinámica de deterioro y decadencia que se vino
incubando lentamente y que se prolonga por décadas, afectando de
manera diferenciada a los Estados y economías de las distintas áreas
del mundo, siendo naturalmente más acentuada y evidente en las zonas
periféricas o menos centrales de la civilización moderna.
Otro
aspecto a tener en cuenta es que las soluciones dadas a la 'primera
gran crisis' después de la segunda guerra estuvieron centradas
principalmente en la economía (que experimentó en consecuencia un
notable crecimiento) y secundariamente en la política (que se renovó
parcialmente logrando expandir la participación de las capas
intelectuales en ella), mientras que la dimensión cultural, ética y
espiritual de la civilización no fue objeto de alguna renovación
significativa sino que, por el contrario, continuó deteriorándose
velozmente.
Esta
carencia de renovación cultural, moral y espiritual, asociada al
arrastre paulatino de la crisis económica y política que no alcanza
manifestaciones agudas que obliguen a enfrentarla, tiene dos
implicaciones importantes.
Por
un lado, la conciencia de la crisis no es generalizada, y solamente
los sectores más lúcidos perciben su magnitud e intensidad como
verdadera crisis de civilización. Muchos piensan que se trata
solamente de una crisis financiera, de una crisis de gobernabilidad,
de una crisis de tal o cual ideología, de donde se llega a pensar
que las soluciones pueden ser también parciales y procesarse en el
marco del orden civilizatorio existente. Por otro lado, no se
elaboran desde el interior del sistema económico y político
establecido respuestas orientadas a reordenar y reorientar en
profundidad la economía, la política y la cultura. No surgen
internamente respuestas consistentemente renovadoras como fueron las
que aseguraron la continuidad de la civilización moderna después de
la gran crisis que la afectó en la primera mitad del siglo pasado.
Las respuestas que en la actualidad se intentan dar a esta nueva gran
crisis parecen más bien orientadas a 'apuntalar' las estructuras que
se deterioran, con 'soluciones' muy parciales y a menudo sólo
cosméticas y adormecedoras.
Esto
conduce a que la crisis de civilización en que estamos se acentúa
progresivamente, de modo persistente y creciente, pero en una
dinámica no suficientemente acelerada como para inducir a los
responsables a pensar y organizar respuestas y soluciones globales,
extensas y profundas. Pocos son los que toman conciencia de que
enfrentamos una verdadera crisis de civilización que sólo podrá
resolverse cabal y definitivamente mediante la creación y el
tránsito hacia una civilización nueva y superior.
Pero
hay algo más que considerar. Es el hecho que las 'soluciones' que
hicieron posible la prolongación de la civilización moderna desde
mediados del siglo pasado hasta ahora, han generado una nueva
dimensión de la crisis, que en aquella época no existía, a saber,
el deterioro ambiental, la crisis ecológica, el agotamiento de
ciertos recursos no renovables muy importantes, el cambio climático,
etc. Problemas éstos que no tienen solución posible en el marco de
una civilización centrada en el industrialismo, el consumismo, el
estatismo y el capitalismo, que por sus propias lógicas internas
necesitan crecer constantemente para continuar existiendo.
Crecimiento constante que es la causa de esta nueva y gravísima
dimensión ambiental y ecológica de la gran crisis actual de la
civilización moderna.
El
asunto es, entonces, que se torna necesario y urgente trabajar
seriamente en la elaboración de los fundamentos conceptuales y en la
creación de los pilares económicos, políticos, científicos y
culturales, de una civilización nueva y superior. Porque de no
hacerse pronto, estaremos como humanidad enfrentados a una prolongada
decadencia civilizatoria, que podría incluso terminar con la vida
civilizada y conducirnos casi sin darnos cuenta a una época de
barbarie . Surge espontáneamente una nueva pregunta:
4. ¿Que
ocurre, socialmente, en una crisis de civilización? ¿Cuáles son
las dinámicas que ella genera en la sociedad?
Tres
son las orientaciones de la acción que espontáneamente tienden a
verificarse en la población. La primera, que podemos representar con
la expresión 'sálvese quien pueda', es protagonizada por los
individuos y sectores sociales que se encuentran mejor integrados en
la economía y la política existentes. Sintiendo la amenaza de una
posible futura exclusión, reaccionan de modo individualista buscando
mejorar sus capacidades competitivas para lograr mantenerse
insertados. Como ven a su alrededor los efectos persistentes de las
dinámicas de exclusión, esperan que sean otros los que sean
afectados, y tratan de evitar o postergar el momento en que la
exclusión los afecte a ellos mismos. Buscarán ser crecientemente
competitivos en el marco de la economía y la política existentes,
donde competirán con acentuada intensidad.
Un
segundo tipo de respuesta que ocurre especialmente ante la exclusión
ya experimentada o inminente, es la de quienes actúan contra los
demás y por fuera del orden establecido. Se extiende la
delincuencia, el aprovechamiento del desorden creciente, se
multiplican las protestas callejeras y las reivindicaciones
inorgánicas, todo lo cual no hace más que acelerar y profundizar la
crisis orgánica de la civilización.
La
tercera respuesta es la de quienes buscan protegerse de la crisis que
los amenaza o que ya los afecta, organizando y desplegando junto a
otros que viven similares condiciones, ciertas iniciativas y
experiencias innovadoras, alternativas en lo económico, lo político
y lo cultural, que aportan soluciones a los problemas reales y
actuales, no ya en los marcos y las lógicas de la civilización en
crisis sino en la perspectiva de nuevos modos de vivir, esto es, de
nuevas maneras de pensar y de sentir, de relacionarse y de actuar.
Tales iniciativas – creativas, autónomas y solidarias - son las
que abren caminos e inician la creación de una nueva civilización.
Pero ¿hay razones para ser optimistas?
5.
¿Existen dinámicas emergentes que permitan pensar realistamente en
el tránsito a una nueva civilización?
El
ya citado Arnold Toynbee sostiene que cuando la 'minoría creativa'
de una civilización en expansión se convierte en 'minoría
dominante' de una civilización en desintegración por haber perdido
su capacidad de irradiación y atracción, desde aquellos que se
escinden y autonomizan se genera una nueva dinámica creativa que
irradia y atrae progresivamente a crecientes sectores sociales, de
modo que se da inicia al tránsito hacia una nueva civilización.
Una
civilización nace en el seno de la precedente en crisis, cuando
algunas minorías especialmente conscientes comienzan a elaborar y
establecer teórica y prácticamente, principios cognitivos, éticos
y espirituales superiores a los de la civilización anterior. Sobre
la base de tales principios empiezan a elaborarse, experimentarse y
proponerse iniciativas y soluciones eficaces frente a los más graves
problemas que generó y no supo resolver la civilización en crisis.
Las nuevas formas de vivir, las nuevas estructuras económicas,
políticas y culturales que se elaboran en base a esos principios
cognitivos, éticos y espirituales superiores, empiezan a irradiar y
a atraer progresivamente a la población escindida y crítica, a la
que van asimilando e integrando en las estructuras económicas,
políticas y culturales emergentes.
No
es fácil saber con seguridad que ello esté ocurriendo con la fuerza
suficiente. Pero puede afirmarse que existen actualmente, tanto a
nivel teórico y científico como en el terreno de las iniciativas y
experiencias prácticas, importantes procesos en los que puede
apreciarse que se está trabajando en poner los fundamentos de la
nueva civilización necesaria, y que se están experimentando
variadas formas económicas, políticas, tecnológicas, educacionales
y culturales 'alternativas', que pudieran ser portadoras incipientes
de las formas y contenidos que pueda asumir ella en el futuro.
Es
así que podemos identificar múltiples y variados gérmenes o
embriones de una nueva civilización, ya presentes y operantes en la
actualidad, que nos permiten apreciar que el tránsito pudiera haber
comenzado y encontrarse, podemos incluso decir, en unos niveles de
desarrollo significativos y auspiciosos. Pienso que es muy importante
que seamos capaces de visibilizar estos avances y este tránsito, de
modo que nos animemos a perseverar en ellos, a extenderlos y
difundirlos, y a animarnos a crear otros nuevos con más clara
conciencia de que la nueva civilización no sólo es posible sino que
se está creando, y que, unos más y otros menos, estamos en parte ya
viviendo y participando en ella.
Enumero
a continuación algunos elementos de nueva civilización actualmente
presentes y en desarrollo, dejando la advertencia que ellos
constituyen sólo unas pocas entre muchas posibilidades de solución
a los problemas que debemos enfrentar en los ámbitos económicos,
políticos, científicos, tecnológicos, educacionales, etc.
-
La expansión del uso de la bicicleta como medio de transporte.
-
La generación de energías renovables y no contaminantes (fotovoltaica, eólica, hidráulica de pasada, biogas, etc.)
-
El reciclaje y recuperación de desechos
-
El Software libre
-
Las redes sociales informáticas
-
Los medios de comunicación por internet, radios comunitarias
-
La educación e-learning y a distancia
-
La educación en el hogar (Homeschooling)
-
Escuelas y colegios de educación integral
-
La agricultura orgánica o biológica
-
La permacultura
-
Medicinas naturales, terapias alternativas
-
El trabajo autónomo y el trabajo asociado
-
La autoconstrucción de viviendas
-
Las micrompresas y pequeñas empresas asociativas
-
Formas de economía solidaria, cooperativas, mutuales, etc.
-
Las organizaciones de consumidores responsables
-
El comercio justo, comercialización comunitaria, ferias libres
-
Las finanzas éticas
-
Los espacios de 'coworking'
-
Las experiencias de monedas complementarias
-
Los programas de desarrollo local
-
Los presupuestos comunales participativos
-
Centros independientes de investigación y formación
-
Concepciones teóricas y epistemológicas comprensivas y transdisciplinarias de la historia, la politica y la economía
-
Éticas y Espiritualidades comprometidas con el desarrollo humano y la ecología.
La
lista es ciertamente incompleta. Cada uno podrá agregar otros tipos
de iniciativas y experiencias que, siendo portadoras de creatividad,
autonomía y solidaridad, podamos considerar que también forman
parte del tránsito hacia una nueva civilización.
Por
otra parte es importante comprender que muchos elementos de la
civilización moderna son recuperables y podrán 'pasar' a la nueva
civilización, probablemente perfeccionados e integrados en
estructuras más amplias e inclusivas. La crisis de la civilización
moderna no ha de pensarse como el derrumbe completo del orden social,
económico, político y cultural existente. Entre una civilización y
la siguiente no hay una ruptura histórica completa sino un proceso
de superación de los problemas y de las contradicciones insolubles
en el marco de la civilización dada. Como el surgimiento de una
civilización nueva se da en el contexto de la decadencia y deterioro
de la civilización que la precede, mientras se observan los
elementos de la crisis de la civilización que decae y los embriones
de la que nace, se tiende a asumir la idea de que las civilizaciones
son como los individuos, que nacen, envejecen y mueren.
Esta
concepción de las civilizaciones es errónea, y no corresponde a lo
que ocurre históricamente. Es cierto que en la historia humana ha
habido casos de civilizaciones que desaparecieron completamente, de
modo que otras han debido surgir prácticamente sin continuidad con
la anterior, creando un orden social completamente original. Pero
esto, que era más habitual en la antigüedad, cuando los cataclismos
sociales, ambientales, las pestes, las guerras, podían destruir
civilizaciones completas, ha ido desapareciendo, y en las épocas más
recientes y, sobre todo, tratándose de civilizaciones más
extendidas y fuertes, hace que los elementos de una civilización que
se conservan y que se prolongan e insertan en la civilización
siguiente sean cada vez más amplios. Es menos lo que se pierde y más
lo que se recupera, de una civilización, en la que le sigue. Esto es
muy importante para comprender el significado de la crisis de la
civilización moderna y el proceso de transición, ya iniciado, hacia
una civilización nueva y superior.
Para
quienes deseen profundizar el conocimiento de la civilización
moderna y de su crisis orgánica, y quisieran ser parte de las
iniciativas y procesos emergentes que están iniciando la creación
de una civilización nueva y superior, recomendamos el libro ¿CÓMO
INICIAR LA CREACIÓN DE UNA NUEVA CIVILIZACIÓN?, al que se accede
desde este enlace:
Luis
Razeto Migliaro