LA FORMACIÓN DE UN NUEVO ‘BLOQUE HISTÓRICO’


LA FORMACIÓN DE UN ‘BLOQUE HISTÓRICO’
ENTRE LAS FUERZAS DEL CONOCIMIENTO, DEL TRABAJO Y DE LA COMUNIDAD

La división social del trabajo y los factores económicos.

La división social del trabajo, que desde muy antiguo y hasta el presente ha sido necesaria para garantizar la sobrevivencia de la humanidad – la alimentación, la habitabilidad, la salud, la ciencia, la educación, la recreación, el orden social, etc. – implica la especialización de las personas en seis principales funciones y actividades diferentes: a) el trabajo; b) el conocimiento y su aplicación tecnológica; c) la gestión y la administración de las organizaciones y procesos; d) el dominio, posesión y cuidado de la tierra y de los bienes materiales; e) el comercio y la intermediación financiera; y f) la mantención y fomento de la cohesión social, la comunidad y la solidaridad humana.
Estas seis funciones y actividades indispensables a nivel económico se corresponden con los factores productivos que forman parte de cualquier empresa: el trabajo, la tecnología, la gestión, los medios materiales de producción, el financiamiento y el Factor C. Cada uno de ellos realiza un aporte insustituible en la producción, ejerce una contribución a la productividad de las empresas, y a todos ellos les corresponde un adecuado reconocimiento, una correspondiente recompensa y una equilibrada remuneración.
Esos seis factores y tipos de actividad diferentes, en cuanto apropiados y/o ejercidos por grandes conglomerados o grupos humanos, dan lugar a una compleja organización de la sociedad, donde se distinguen diferentes conglomerados humanos, clases o categorías sociales (grupos de personas que para simplificar la exposición llamaremos en adelante ‘clases’ sociales). Es así que encontramos en la sociedad: la clase trabajadora; la clase de los intelectuales, científicos y técnicos; la clase dirigencial, política y burocrática; la clase rentista y de los propietarios de los medios de producción; la clase dedicada al comercio y a las finanzas; y la clase de los que podríamos identificar como los integradores sociales, las comunidades y las entidades solidarias. En cada uno de estos agrupamientos sociales se desarrollan culturas características: modos de relacionarse, de actuar, de sentir y de pensar, y determinados objetivos, intereses y valores compartidos.
A lo largo de la historia y en las distintas sociedades, estas diferentes ‘clases’ han ocupado distintas posiciones de poder y dominio en la sociedad, configurándose como consecuencia de ello, distintos modos de organización económica, variados sistemas políticos y de gobierno, diversas culturas, y en la mayor escala, diferentes tipos de civilización.

El bloque histórico dominante.

En la sociedad o civilización moderna, cuya organización económico-política la podemos caracterizar como capitalista y estatista, ha predominado como sector dirigente de la sociedad, un ‘bloque histórico’ (o alianza social consolidada y perdurable) constituido por tres de estas clases o agrupamientos sociales: la clase industrial y rentista, propietaria de los grandes y más importantes medios materiales de producción; la clase comercial y financiera; y la clase política y burocrática. Todos ellos constituyen actualmente, y desde hace varios siglos, las categorías económicas y sociales organizadoras, las que ponen los objetivos generales de la sociedad y organizan las estructuras y los medios para cumplirlos.
Este poderoso ‘bloque histórico’, al estar compuesto por tres clases o grupos sociales diferentes, cada uno de los cuales mantiene sus propios intereses, objetivos y conformación social y cultural, no es homogéneo, de manera que entre sus componentes - la clase financiera, la clase rentista y la clase política -, se han manifestado históricamente divergencias y conflictos, como consecuencia de los cuales se han dado en diferentes momentos y lugares distintas situaciones en cuanto a su configuración interna, y en especial, respecto a cuál de los tres grupos ejerce la hegemonía y el predominio relativo sobre los otros dos, al interior del ‘bloqe histórico’ que los une. El conflicto más fuerte se ha dado entre las clases financiera y rentista por un lado, y la clase política por el otro, siendo el resultado de ello, el predominio que las primeras han ejercido en las sociedades capitalistas, y la hegemonía de la segunda en las socialistas. Finalmente, salvo reducidas excepciones, han prevalecido a nivel global las clases financiera y rentista, subordinando pero manteniendo integrada en el mismo ‘bloque histórico’ a la clase política y administrativa.
Las tres clases que conforman este ‘bloque histórico’ dominante abarcan, en conjunto, entre un 10 y un 30 % de la población, según los países. La inmensa mayoría de la población, o sea los trabajadores, los intelectuales, profesionales y técnicos, y los que forman y guían las comunidades intermedias y de base, se encuentran subordinados, ejerciendo sus funciones y actividades bajo el control del ‘bloque histórico’ dominante.

La situación de las clases y grupos sociales subordinados.

La mayoría de los trabajadores son dependientes y asalariados en las empresas y organizaciones capitalistas, o están empleados en las instituciones del Estado realizando labores burocráticas de menor importancia. Tanto en el área estatal como en la capitalista, los trabajadores se limitan a cumplir las actividades laborales que les asignan, de manera generalmente no creativa, sin tener control efectivo sobre el uso del tiempo ni sobre los objetivos a los que sirven con su trabajo.
La situación de la clase de los intelectuales, científicos, profesionales y técnicos es bastante mejor, en cuanto gozan de mayores remuneraciones económicas y más reconocimientos sociales, pero se encuentran igualmente funcionalizados a los objetivos e intereses del bloque dominante. Operando de esta manera subordinada, son numerosos los profesionales de la economía que ponen sus conocimiento al servicio de la especulación financiera y de negocios que se realizan a expensas del medio ambiente y del desarrollo humano. Muchos intelectuales que trabajan en los medios de comunicación masiva manipulan la información, difunden conocimientos erróneos o parciales, desprecian y tergiversan las tradiciones de sabiduría, no valoran las ciencias y las artes que no aporten de modo inmediato a la obtención de ganancias económicas, poniéndose directa o indirectamente al servicio de los intereses económicos del capital financiero y de los poderes del Estado. Las universidades y los centros de investigación forman los profesionales y construyen los conocimientos que son requeridos por las empresas capitalistas y por el Estado, siendo controlados tanto mediante la financiación de los programas como mediante las regulaciones que les impone el poder político. Así, aunque no siempre estén conscientes de ello, se manipulan las creencias populares, las ideas religiosas, las supersticiones, para mantener al pueblo temeroso, ignorante e inculto, se fomenta la división social y los conflictos entre las naciones, y se oculta la información que pudiera despertar la conciencia crítica de las multitudes.
De este modo, con la colaboración activa de numerosos intelectuales y profesionales del conocimiento, de las comunicaciones y de la información, se mantienen subordinadas, masificadas, empobrecidas y divididas, a grandes y pequeñas comunidades humanas que, si en el mejor de los casos llegan a organizarse, lo hacen inevitablemente desde posiciones de subordinación, esto es, desplegando transitoriamente dinámicas reivindicativas y de presión social orientadas siempre a obtener de los poderosos del dinero y del poder, los beneficios que necesitan para mejorar sus condiciones de vida y que, apenas parcialmente recibidos, retornan a sus funciones preestablecidas y a la pasividad.

Las clases subordinadas y su tendencia a la autonomía.

Desde la condición de subordinación que afecta a los trabajadores, a los intelectuales y a las comunidades, surgen más o menos espontáneamente, dinámicas de distanciamiento, antagonismo y autonomía con respecto al bloque dominante. Tales dinámicas tienen diferentes manifestaciones y asumen distintas formas en cada clase o grupo social, pero es posible distinguir una similar secuencia de fases.
Una primera fase consiste en una suerte de toma de distancia, por parte de algunos integrantes de la clase o grupo social de referencia, respecto al ‘orden’ económico, político y cultural que los mantiene subordinados. Es un distanciamiento a nivel de los valores y de la ética, acompañado de intentos por diferenciarse a nivel individual, respecto a los modos de ser, de pensar y de sentir, de relacionarse y de actuar, que caracterizan a la clase o agrupamiento social al que pertenecen.
En el caso de los trabajadores, se manifiesta, por ejemplo, en un compromiso personal con el trabajo que se realiza, en el esfuerzo por la capacitación y el perfeccionamiento, en asumir el trabajo como vocación personal, etc. Entre los intelectuales, es la búsqueda de un pensamiento propio, el deseo de ir al fondo de los problemas y de los asuntos estudiados, la necesidad de pensar con la propia cabeza. En cuanto a las comunidades, se manifiesta en los esfuerzos por organizarse para enfrentar los problemas que las afectan, mejorar las relaciones humanas, y alcanzar mejores niveles de integración social, etc.
Dichas dinámicas de separación respecto al ‘orden’ implantado por el bloque histórico dominante encuentra límites que las personas que lo inician no pueden superar facilmente, pues pronto advierten que la realidad y las estructuras establecidas los condicionan y restringen en sus posibilidades. Así se origina una segunda fase, caracterizada por la crítica activa y el antagonismo respecto de aquello que se aspira dejar atrás y cambiar. No hay todavía claridad respecto a lo que se quiere, o apenas se esboza a nivel de una genérica afirmación de principios y de valores, pero sin que existan las propuestas y las formas prácticas que pudieran reemplazar lo que se critica. En esta fase, y como resultado de la misma actividad crítica, se expande y multiplica el sector de los que se plantean contra el orden establecido. Lo que en la fase inicial era un proceso individual, tiende a generar dinámicas organizadas que incluyen a crecientes sectores de la población, que se van configurando como masas o multitudes críticas. Pero al mantenerse el pensamiento y la acción al nivel de la crítica y del antagonismo, todavía permanecen ‘dentro del sistema’, como un elemento que contradice lo existente pero que no alcanza a postular ni a crear una efectiva alternativa. En la crítica y el antagonismo se permanece subordinado, pues se está todavía definido por aquello que se critica y contra lo cual se actúa.
En esta fase los trabajadores se organizan en sindicatos, realizan manifestaciones de masas, plantean reivindicaciones y petitorios. Los intelectuales y profesionales del conocimiento se manifiestan activamente como críticos al sistema, realizan denuncias y proclamas encendidas, se esfuerzan por difundir lo más ampliamente posible la conciencia crítica, y si se dan las condiciones llegan a encabezar el antagonismo y la lucha social. Las comunidades se tornan resistentes, refractarias a que en ellas se introduzcan nuevas empresas capitalistas y más instituciones de control público que reforzarían su subordinación. Aún cuando se les ofrecen aparentes ventajas, advierten los peligros que significan para sus modos de vida y las rechazan.
La tercera, que podemos identificar como la fase de la autonomía y de la construcción de la alternativa, es aquella en que se logra superar subjetiva y prácticamente la subordinación, mediante la creación, aún en pequeña escala, de iniciativas portadoras de modos nuevos de hacer economía, política, cultura. Es una fase que comienzan a transitar pocas personas y reducidos grupos, y que se inicia cuando toman conciencia de que las soluciones a los problemas y el cambio que desean no será realizado por los poderosos que organizan el orden existente, por más que se los presione y se les exija. Han aprendido que los únicos que pueden hacer esos cambios y crear esas nuevas realidades, son quienes lo desean consciente y voluntariamente, y lo desean con fuerza y convicción. Supone pasar de la conciencia crítica a la conciencia creativa, del mero antagonismo a la verdadera autonomía. Pues la autonomía consiste en la capacidad real y efectiva de hacer las cosas de otra manera, de vivir conforme a lo que se piensa y se desea para la sociedad a la que se pertenece.
La autonomía no es fácil, pues requiere renunciar a las ventajas y comodidades que proporciona la inserción pasiva en el orden existente; e implica iniciar una aventura plena de promesas pero de inciertos resultados. Por eso, al comienzo es emprendida por pocos; pero va creciendo a medida que se van evidenciando los logros de los que comienzan, las libertades que se conquistan, los valores superiores que se viven.
En esta fase el trabajo tiende a configurarse como trabajo independiente y asociativo, se crean cooperativas y empresas solidarias, organizaciones económicas alternativas, que se organizan con criterios de justicia, cooperación y solidaridad. En el ámbito intelectual, se crean teorías nuevas, se elaboran nuevos paradigmas epistemológicos, surgen nuevas ciencias, o nuevos enfoques teóricos que rompen los marcos de las disciplinas establecidas, se organizan centros de estudio, de formación y de investigación independientes, se pone el conocimiento, las comunicaciones y la información, al servicio de una transformación profunda de la cultura y de la sociedad. En cuanto a las comunidades, la autonomía se manifiesta en el empoderamiento y el autocontrol de sus procesos de desarrollo, en la experimentación de formas nuevas de organizarse y de vivir comunitariamente, en dinámicas de autosustentación solidaria.

El encuentro de los autónomos y la formación de un nuevo ‘bloque histórico’.

Los autónomos, inicialmente pocos pero convencidos de la superioridad de sus concepciones y de sus iniciativas, se concentran en el desarrollo de sus proyectos, y el ánimo antagonista respecto a las realidades establecidas se atenúa, pues en su propio proceso creativo se han hecho conscientes de que construir una alternativa no es fácil, y de que si el ‘sistema’ y el ‘orden’ establecido por el bloque dominante se desmoronan antes de que se hayan puesto suficientes bases para un orden superior que lo reemplace, los sufrimientos humanos se multiplicarían innecesariamente. Es probable que deban enfrentar la crítica, y a menudo el desprecio, tanto de los defensores del orden establecido como de los críticos y antagonistas que no alcanzan a comprender sus propias limitaciones y subordinación, ni lo que significan en términos históricos las iniciativas autónomas.
Enfrentados a esas dificultades e incomprensiones, y movidos por sus propias búsquedas, los autónomos creadores de experiencias económicas, iniciadores de nuevas teorías y ciencias, y las comunidades empoderadas, descubren sus afinidades, se encuentran en espacios comunes, se colaboran recíprocamente, y van estableciendo alianzas estratégicas. Buscando juntos la autonomía, se potencian recíprocamente y les resulta más fácil alcanzarla. En tal proceso de conquista de la autonomía en que convergen las fuerzas del trabajo, del conocimiento y de la comunidad, el proceso se facilita y potencia. Es el comienzo de la conformación de un nuevo ‘bloque histórico’, pequeño pero en expansión, autónomo pero no dominante.
Para crecer y desarrollar todas sus potencialidades, este ‘bloque histórico’ en formación, requiere demostrar que es capaz de ofrecer a las personas y al conjunto de la sociedad una mejor forma de vida, más amplias y superiores satisfacciones a las necesidades y aspiraciones humanas. Ello implica que deberá alcanzar, y demostrar tener, una mayor eficiencia tanto en el empleo de los recursos disponibles como en los resultados que generan en sus organizaciones y actividades económicas, políticas, científicas, culturales. Solamente por la superioridad de los resultados económicos, científico-técnicos y de integración comunitaria que logren, la autonomía alcanzada podrá sostenerse en el tiempo; y sólo por dicha superioridad que es no solamente ética sino también práctica, podrá crecer, atrayendo y asimilando más trabajadores, más intelectuales, profesionales y científicos, y más comunidades, que se harán parte del proyecto original del nuevo bloque histórico.
Hablar de eficiencia es hablar de racionalidad. Y ello en un sentido muy preciso, en cuanto cada bloque histórico es portador de una propia racionalidad, que se ha de manifestar tanto en la actividad económica como en la construcción del conocimiento y en la configuración de las comunidades humanas. En tal sentido, el nuevo bloque histórico deberá explicitar su racionalidad diferente y superior a la del bloque histórico dominante, y aplicarla coherentemente en el desarrollo de las actividades económicas, cognitivas y comunitarias.

Una racionalidad que funda la eficiencia en la cooperación y no en la competición.

La confrontación entre el bloque histórico dominante y el bloque histórico emergente no se resolverá, en el largo plazo, en términos de una lucha por el poder político, sino por sus correspondientes y relativas capacidades de alcanzar la mayor y mejor eficiencia económica, en base a la racionalidad de que son portadores. En tal sentido es oportuno hacer referencia, aunque sea brevemente, a las racionalidades en cuestión.
La racionalidad del bloque histórico dominante se basa en la competición entre los miembros de la colectividad, y opera a través de la selección de los más capaces. La racionalidad del bloque histórico emergente se basa en la cooperación entre los miembros de la colectividad, y opera a través de la inclusión. Las podemos explicar y distinguir con un ejemplo.
Supongamos un grupo-curso de 30 estudiantes en una sala de clases. En la lógica de la competición y de la selección, el profesor motiva a los alumnos para que estudien y realicen sus máximos esfuerzos, anunciándoles que todos serán sometidos a evaluación de sus aprendizajes al término de un período escolar. Como resultado de dicha evaluación, los estudiantes serán ordenados desde el primero al último del curso, según las calificaciones que hayan obtenido. Los primeros 5 estudiantes obtendrán reconocimientos y premios, de mayor a menor.
Si los estudiantes han asimilado rigurosamente esta lógica, en una primera etapa cada uno se esforzará por alcanzar las mejores calificaciones, en un esfuerzo puramente individual. Incluso cada uno tratará de que los compañeros del curso se distraigan, se equivoquen, y si alguien pregunta o pide ayuda a un compañero, éste estará tentado a entregarle información falsa, de modo que sus calificaciones empeoren y así sacarlo de la competencia.
Los 5 mejores alumnos obtendrán los premios correspondientes. En una segunda etapa, lo más probable es que los que resultaron últimos o mediocres en la escala, se desanimen y consideren perdida la competencia. Desilusionados, dejarán de competir, conformándose con sus calificaciones mediocres. Tal vez los que obtuvieron posiciones entre los 10 primeros continúen compitiendo duramente, pero lo más probable es que poco a poco se irá consolidando el grupo de los 5 mejores, con la consecuencia de que los otros dejen de esforzarse, al no haber recibido premios a pesar de los esfuerzos realizados.
En una tercera etapa, es probable que el grupo de los 5 mejores, ya consolidado en las posiciones de privilegio alcanzadas, se organice y asocie para estudiar juntos, con el fin de asegurarse y liberarse de cualquier amenaza de alguien de los de abajo que continúe aspirando a alcanzarlos y desplazarlos.
Es la lógica de la competición selectiva propia del bloque histórico capitalista y estatista. Veamos que ocurre en un grupo curso motivado al estudio con la lógica de la cooperación incluyente del bloque histórico emergente.
Conforme a esta racionalidad, el profesor motiva a los alumnos para que estudien y realicen sus máximos esfuerzos, anunciándoles que todos serán sometidos a evaluación de sus aprendizajes al término de un período escolar. Les explica, además, que si el promedio de calificaciones alcanza un determinado nivel elevado considerado satisfactorio, todo el curso será premiado con un paseo, un viaje, una experiencia gratificante.
Si los estudiantes han asimilado rigurosamente esta lógica, en una primera etapa todos ellos tenderán a esforzarse individualmente, conscientes de que sus propios resultados contribuirán a incrementar la calificación promedio del grupo-curso. Ahora bien, si la meta establecida para el premio la obtiene el grupo sin mayor dificultad, es probable que, en una segunda etapa, el grupo se estanque y vaya perdiendo incentivos para esforzarse. Los de mejor nivel, que sobrepasan ampliamente la calificación promedio, verán disminuida su motivación y estímulo, al tiempo que los que están en niveles inferiores al promedio probablemente no sientan motivación y estímulo para superarse, dado que los más adelantados les aseguran el resultado que los premia a todos por igual.
Si en cambio la meta establecida es alta y el grupo no logra alcanzarla pero no pierde la esperanza de lograrla, tenderá a ocurrir, que los más adelantados se esforzarán especialmente y serán incentivados por sus propios compañeros para que mejoren aún más sus puntajes. Al mismo tiempo, los rezagados serán ayudados por los más avanzados, pues sólo si ellos se superan podrá subir suficientemente el promedio de todo el curso.
En ambos casos, con el tiempo, o sea en una tercera etapa, el grupo-curso alcanzará un equilibrio en un nivel levemente superior al promedio requerido para la obtención del premio, caso en el cual irán desapareciendo las motivaciones tanto de los mejores estudiantes para continuar avanzando, como de los rezagados para superarse. Esta es, claramente, una limitación inherente a la lógica de la cooperación y de la inclusión en que la recompensa sea igualitaria, de la que es preciso estar conscientes.
Pero es una limitación que se genera bajo la condición de que el premio sea igual para todo el grupo-curso, independientemente de los aportes realizados por cada uno. Esta es una condición que es posible eliminar sin trasgredir los criterios esenciales de la racionalidad de la cooperación incluyente, lo que hemos ampliamente argumentado y propuesto en relación a la economía solidaria y cooperativa. En efecto, en ella se establece un criterio que no es el de la igual recompensa para todos, sino el de la retribución o recompensa proporcional a los aportes realizados por cada integrante del grupo (que es un criterio de justicia), corregido por un componente de retribución para el grupo o colectivo como tal, esto es, reservar un porcentaje del beneficio para asignarlo con criterios de solidaridad, de manera de compensar las menores retribuciones de los menos dotados, y/o de favorecer a los más necesitados.

Las racionalidades económicas, el ‘pacto social’ y el formación del bloque histórico.

La conformación de un ‘bloque histórico’ entre clases o grupos sociales diferentes, implica el establecimiento entre ellos de un ‘pacto social’ o alianza estratégica. Ello no es el simple resultado de la voluntad de las partes, que siendo necesaria, no es suficiente para garantizar la permanencia histórica de la unidad indispensable. Lo que se requiere es una racionalidad económica que se manifieste en estructuras, instituciones y marcos jurídicos estables.
Así, la formación del bloque histórico (emergente) entre las fuerzas del trabajo, del conocimiento y de la comunidad, requiere consolidarse mediante una racionalidad económica que garantice los derechos y los intereses de las distintas clases o grupos sociales que lo constituyen. Por ello es importante comprender por qué y de qué modo la racionalidad de la cooperación incluyente, tan como la hemos descrito, puede garantizar los derechos y los intereses de los tres grupos sociales que conforman este bloque emergente, y que por cierto no son homogéneos. Ello se traduce en una pregunta clave: ¿Cuáles son los criterios de distribución de beneficios que es necesario articular en la organización económica, para garantizar el cumplimiento de los derechos y los intereses de sus tres clases o grupos sociales participantes?
La fuerza de trabajo, constituida en categoría económica organizadora, tiende naturalmente a establecer un criterio de justicia distributiva: a cada cual según su trabajo, o dicho de otro modo, distribución de los beneficios a prorrata de las aportaciones de cada trabajador.
La comunidad, constituida en categoría económica, tiende naturalmente a establecer un criterio de igualdad: a cada cual según sus necesidades, o dicho de otro modo, distribución igualitaria en cuanto todos tenemos las mismas necesidades, pero con preocupación preferente de aquellos cuyas necesidades se diferencian por razones de salud, edad, educación, etc.
El conocimiento y la tecnología constituidos en categoría organizadora, tienden naturalmente a establecer un criterio meritocrático, que establece la proporcionalidad entre los aportes y los beneficios, pero valorando de modo especial la excelencia, que se manifieste en el descubrimiento y la innovación que merecen un premio o reconocimiento particular.
Si tales son las lógicas particulares de los tres componentes sociales del bloque histórico emergente, podemos concluir que la racionalidad de la cooperación incluyente que hemos descrito, armoniza con alta coherencia los criterios de distribución correspondientes a las tres categorías que lo constituyen. sociales (los trabajadores, los profesionales del conocimiento y la tecnología, y las comunidades), reconociéndose con justicia sus correspondientes aportes diferenciados, y favoreciendo la integración social incorporando criterios de solidaridad social.
En efecto, en dicha racionalidad se establece una distribución a prorrata según las aportaciones de cada uno, que implica premiar de modo especial la excelencia, y al mismo tiempo se evita la desigualdad y la marginación al establecerse los criterios complementarios de la distribución social básica (al grupo como tal) y de la solidaridad para atender las necesidades de todos, que corresponden a la lógica especial de la comunidad constituida en categoría organizadora.

El proyecto histórico del bloque histórico emergente.

Un ‘bloque histórico’ se consolida en la elaboración y definición de un proyecto histórico. Es mediante la definición de su proyecto histórico, de largo plazo, que un bloque histórico pone en evidencia la plenitud de su sentido y adquiere legitimidad ante el conjunto de la sociedad. Cabe, entonces, preguntarse: ¿cuál es el proyecto histórico del bloque histórico emergente, constituido por las fuerzas del conocimiento, del trabajo y de la comunidad?
Esta es una pregunta que no podemos responder cabalmente, sino apenas esbozar en líneas muy generales, pues el proyecto histórico de un nuevo bloque histórico ha de ser elaborado por ese mismo conjunto de fuerzas sociales que lo constituyen. Pero podemos adelantar algunas ideas generales, a partir de la consideración de las características propias de las fuerzas sociales que lo pueden constituir, en base a sus respectivas racionalidades histórico-políticas.

Luis Razeto

Dejamos hasta aquí los temas que en este artículo hemos expuesto de modo sencillo y en un nivel de divulgación y de gran generalidad. Para los interesados en un conocimiento analítico y riguroso de ellos, remitimos a dos libros donde los hemos examinado ampliamente y en profundidad, a saber, 






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EL CONCEPTO ‘SOLIDARIDAD’ (Publicado en Pensamiento Crítico Latinoamericano. Conceptos Fundamentales , Volumen III, págs. 971-985. Edici...